Desde la calle parece una vivienda común; sin embargo, cuando se abre la puerta, es como ingresar a otro mundo. Al costado izquierdo hay troncos de madera, montones de tierra, latas de zinc y otros materiales viejos. En el derecho, se levanta un pequeño galpón con cubierta de zinc y columnas de cemento, en el piso hay una carretilla y unos pequeños montículos hechos de pedazos de cangahua (roca sedimentaria de origen volcánico), donde se queman y funden piezas de bronce.

Enrique Guerrero, de 79 años, es un artesano riobambeño que trabaja en la elaboración de campanas, candelabros y piezas de cobre. Sus hábiles manos, señaladas por el tiempo, palpan el barro y le dan el acabado perfecto a cada pieza.

A sus veinte años de edad, Enrique dejó su trabajo de mecánico automotriz en Quevedo porque su padre estaba enfermo. Cuando llegó a Riobamba su papá estaba operado y este no podía entregar unas obras. Esto lo motivó a quedarse y continuar su labor.

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Cinco años más tarde, Enrique puso su propio taller en esta casa, ubicada en las calles 11 de Noviembre entre García Moreno y Pichincha. Se casó con Olga Teresa Inéa y procrearon cinco hijos.

Asegura que las piezas que le causaron mayor dificultad para construir fueron unas campanas de doce quintales, que medían un metro de alto, aproximadamente.

En la actualidad, para hacer una campana de unos 50 centímetros se demora unos ocho días y su valor es de 260 dólares. (I)

Cuando salieron los dólares bajó totalmente (la venta de piezas de cobre). La gente ya no compraba porque no eran cosas de primera necesidad”.Enrique Guerrero, Artesano