En la baranda del Palacio de Carondelet, las expresiones de tristeza se advertían en el rostro de Cinthya Díaz, esposa del vicepresidente Jorge Glas, quien ayer lloraba y posaba su mejilla en el hombro de su marido, cuando le cantaban ‘Hasta siempre’ al presidente Rafael Correa, como un gesto de despedida en el habitual cambio de Guardia que se hace los lunes en la Plaza Grande.

Correa también lloró. Sus dedos índice y pulgar limpiaban sus lágrimas al escuchar una composición musical del cantante Damiano, e interpretada ayer por un grupo de artistas ecuatorianos, que le decían que “todo se cumplió”, y “hasta siempre presidente”, desde una pequeña tarima.

Cientos de militantes de Alianza PAIS (AP) y admiradores del mandatario se concentraron para verlo y despedirse de él. Otros para pedirle que vuelva en el 2021 y, sobre todo, mujeres que le gritaban: “¡Bello, lánzame un piquito!”.

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Este acto, en el que los Granaderos de Tarqui oficializan con honores el cambio de guardia del Palacio, era “especial”, pues sería el último que presenciaría el jefe de Estado, que en 36 horas dejará el poder, luego de diez años de mandato.

Los balcones de Carondelet se adornaron con banderas del Ecuador. En el acto lo acompañaron su hermana Pierina, su madre Norma Delgado, Glas, amigos, funcionarios, la secretaria de la Política, Paola Pabón, el presidente de la Asamblea, José Serrano, y su vicepresidente, Carlos Bergman, además de exfutbolistas como Kléver Chalá y Agustín Delgado.

No cantó, ni dio discursos. Sonrió poco, saludó mucho, y con sus manos decía “no, no” a sus seguidores, cuando le pedían que se reelija.

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El acto castrense terminó y Correa permanecía en los salones. Luego, se asomó por tres ocasiones, y alborotaba a la militancia. Y cuando una adolescente le cantó que no se vaya, sino lo “perderemos todo” fue la última vez que salió.

Media hora antes y una hora después del cambio de guardia, la legisladora de AP, María José Carrión, aprovechaba el balcón, para arengar cánticos, mandar besos, y tomarse selfies junto a Cinthya Díaz. Mientras, su coideario Carlos Viteri observaba desde la plaza. (I)