Alaa no se cansa de ver en su teléfono el video que muestra cuando acaba de ser acribillada, tiene el mentón destrozado y sangra de una mano y del pecho. “¿No vieron el video?”, pregunta la adolescente siria a sus visitantes, sin importarle la crueldad de las imágenes, para demostrar lo mucho que ha progresado.