Cuenta la leyenda que en Esmeraldas había una joven de cabello rubio, que paseaba por las calles en una noche donde no había luna llena. Cuando pasaba por una calle angosta se cruzó en su camino un sujeto que, al verla, la arrinconó en una esquina y abusó de la mujer.

Una hora después de lo sucedido, la mujer llega a su casa con su vestido manchado y las lágrimas por todo el rostro, decide bañarse y maquillarse. Mientras se arreglaba, se miró al espejo y juró que nunca más nadie iba a hacerle daño.

La muchacha se puso un vestido rojo, vestía unos tacones muy altos y su maquillaje era uno de los más bonitos.

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Se fue a una covacha donde decidió tomar para olvidar todas su penas y lo que le había sucedido horas antes. Al ingresar al lugar, los hombres la veían admirando su belleza y todos querían bailar con ella. La apodaron “la Tacona”. Un hombre, con muy buen parecer, la saca a bailar y le propone ir a la playa para que puedan estar a solas. La mujer acepta muy decidida y se van.

Cuando ya estaban en aquel lugar, el hombre trató de abusar de ella y en ese momento, al ver el rostro de la mujer, se dio cuenta de que ella era un cadáver. Inmediatamente, por el susto, la soltó y corrió sin dirección alguna. Cuando ya estaba muy cansado se dio cuenta de que había llegado a un cementerio. Al sentarse sobre una tumba, leyó un nombre sobre una lápida y recordó que era el mismo de la mujer a quien trató de hacer daño, pero ella estaba muerta.

Muchos años después, cuando el hombre ya era un anciano, fue a visitar la tumba de aquella chica, y arrodillándose sobre la tumba le agradeció por todo, pues a partir de ese incidente que tuvo ya no usó a las mujeres para satisfacer sus malos hábitos y fue un hombre de bien.

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En ese momento el hombre siente una palmada en la espalda y escucha un susurro que le dice: “Eso era lo que quería oír”.

Él regresa a ver y observa la espalda de una mujer rubia con un pequeño vestido rojo que se aleja del lugar. (I)

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Fuente: unaleyendacorta.com