Ana Belén Zapata

Una pareja y un estudiante observan detalladamente. El joven camina despacio, de a poco se detiene y mira. No solo contempla uno, sino varios. Luego los novios, a lo lejos, vienen conversando y sonriendo. Ven a su izquierda y antes de doblar la esquina dan vuelta atrás. Estas y más personas suelen ojear cada día la misma pared.

Es inevitable no detenerse y mirar las pinturas que se exponen en las calles Rosa Borja de Ycaza y Callejón Daule, en el barrio Centenario. Allí, David Baquerizo, de 50 años, me dice: “Niña, en qué puedo servirle”. Se aproxima y me muestra los cuadros, mientras coge su franela para sacarle más brillo del que ya tenían los marcos.

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Admite que no se imaginó vender el arte en las calles. Cuenta que hace 17 años nació esta idea gracias a que vio, en un amigo que ya falleció, ese interés por crear, pintar y plasmar sus pensamientos en lienzos. No se quedó atrás y emprendió el negocio que ahora ama.

De lunes a sábado, de 09:00 a 18:30, labora en esa esquina, donde exhibe cuadros de todo precio, desde $ 20 hasta $ 200 entre reproducciones y originales. En las primeras posee de Guayasamín y Kingman; en las segundas, de Daniel Ortega, Mariana Quisaguano, Julio Salazar, Vicente Quimí, obras que traslada cada día en un remolque desde su vivienda, ubicada en el barrio del Seguro.

Baquerizo no es pintor profesional, pero afirma ser amante del arte abstracto, tanto así que sus obras las mantiene para él, como sus recuerdos.

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No es la única persona que se dedica a esta actividad en el sur de Guayaquil. En las calles Machala y Letamendi se ubica Marquetería Bellas Artes, abierta al público de lunes a domingo de 08:00 a 17:30.

Allí conocí a su dueño, John Vásconez Ramírez, de 70 años, quien mantiene el negocio hace más de una década.

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Su pasión por el arte surgió al observar a una persona, a quien le alquiló un cuarto de su vivienda, que pintaba y enmarcaba. Cuando desocupó el lugar, Vásconez siguió comprando materiales y maquinaria.

Al principio, me cuenta, obtenía las pinturas a través de trueque. Los artistas le entregaban dos lienzos para ser encuadrados y él se quedaba con uno. Así llenó su pequeña galería.

Se exponen obras de Hernández, Contreras, Becerra, Enríquez, entre otros artistas, que en el mundo del arte se los conoce por su nombre de firma. Los precios de las pinturas van desde $ 40 hasta $ 300.

Dice que es muy romántico para pintar, le gusta las flores y rosas. A pesar de que no culminó sus estudios, su amor por el arte es evidente, pero por su estado de salud ya no da pinceladas. Sin embargo, cuenta con la ayuda de su esposa, Nora Martínez. Ella crea colores, diseños y hasta arregla ciertas pinturas que con el tiempo se desgastan. Vásconez se muestra esperanzado en que su nieto, en el que ve habilidades artísticas, mantenga abierta la galería.

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A varias cuadras visualizo una gran pared colorida, me acerco y veo sentado a Juan Carlos Unamuno, un personaje más que se dedica a exponer el arte. Afirma que su amor por las pinturas nace desde muy joven al ver a su cuñado Édgar Chalco Calle, artista reconocido e invitado a bienales de arte.

El negocio Galería Chalco lleva 12 años y está ubicado en las calles Francisco de Marcos y Manuel de Villavicencio, ahí se muestran obras originales de su cuñado y de otros artistas. También hay réplicas de Guayasamín, Kingman y Endara.

Su familia colabora en la atención y abre todos los días de 09:00 a 17:00. Allí se trabaja con acrílicos y óleos.

A Unamuno siempre le ha gustado el arte y que llegue a todos. Es por eso que exhibe fuera de su vivienda, para que las personas que transitan observen y admiren las pinturas.

Estos tres personajes del sur de Guayaquil coinciden en que el arte plasma pensamientos y sentimientos, los que no deben esconderse, dicen, sino exponerse al aire libre para fomentar ese deseo de contemplar lo que la mente imagina y lo que las manos crean. (I)