Amaneció lloviendo ayer en la urbe ambateña, pero poco a poco se fue abriendo el día. A las 09:00, para la hora del inicio de la bendición de las flores, las frutas y el pan en el atrio de la Catedral, el tiempo era propicio para agradecer a Dios por la producción de los campos.

La bendición fue uno de los actos principales de la celebración de la Fiesta de la Fruta y de las Flores (FFF) en su 66ª edición, que en esta oportunidad estuvo presidida por el primado de la Iglesia del Ecuador, el arzobispo de Quito, monseñor Fausto Travez.

La celebración tuvo como tema central la familia.

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Monseñor Giovanny Pazmiño, obispo de la Diócesis de Ambato, destacó el trabajo que realizan los campesinos que salen desde muy temprano a laborar el campo a pesar de las adversidades del clima, que se cobijan con un plástico para cumplir con su actividad y así también generar el desarrollo de la provincia.

También hizo un recuento de cómo nació la FFF luego del terremoto que dejó en ruinas a Ambato y otras zonas pobladas de Tungurahua, el 5 de agosto de 1949. Dijo que la festividad brotó de las entrañas del corazón dolorido, de un pueblo que no se resistió ante los embates de la naturaleza, que su grito no fue solo de dolor sino también de esperanza, que con fe movió el corazón de muchos a reconstruir la provincia.

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Pero el obispo de la Diócesis de Ambato dijo que en estos últimos tiempos hay un terremoto muy serio que está dejando bajo los escombros a una de las instituciones más nobles de la sociedad, que es la familia, y sin atrevernos a darnos cuenta de los desastres que está dejando al paso con esta cultura que intenta terminar con los valores profundos del núcleo familiar.

Añadió que ya es muy conocido escuchar en la provincia los casos tan serios de violencia, que la prensa narra las muertes de miembros de la familia, de los abusos cometidos en su interior, especialmente de las mujeres y de los niños, el terrible fenómeno del femicidio que con frecuencia está vinculado a profundos trastornos afectivos o de relación, que es como consecuencia de una falsa cultura de la posesión.

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Ante ello hizo el llamado para volver todas las instituciones a la gran institución que es la familia, no solamente con criterios afectivos sino con propuestas serias para que retome su verdadera vocación.

“Danos familias santas”, se leía en la parte superior de la alegoría de casi 200 metros cuadrados, que estuvo asentada sobre la Biblia abierta como expresión de una sociedad que se edifica conforme a valores morales. En un extremo estuvo un cirio y al otro una custodia, en el centro la familia conformada por el padre, la madre, los hijos y la abuela.

En la cinta superior de la alegoría destacaron las banderas del Ecuador y de la provincia de Tungurahua como signos de identidad que cobijan e interpelan a ser parte activa de la construcción de una sociedad más fraterna y justa. (I)

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