La Constitución vigente indica que no será necesaria una segunda vuelta electoral si el binomio presidencial que consiguió el primer lugar obtiene al menos el 40 % de los votos válidos y una diferencia mayor de diez puntos porcentuales sobre la votación lograda por el binomio ubicado en el segundo lugar. Así consta en el artículo 143 de ese texto.

La legislación electoral considera como votos válidos los que se expresan por un candidato, lista u opción. De ahí que los votos blancos y nulos no se consideran dentro del cómputo de los votos válidos.

Germán Rojas, experto en matemática electoral, dice que escoger nulo o blanco implica un apoyo implícito al que resulte vencedor en la primera vuelta, ya que allana el camino para que ese binomio gane en primera vuelta: “Hay que votar por alguien para que se considere como válido. Si alguien gana en primera vuelta, quien votó nulo o blanco le dio casi la mitad de su voto al primero inconscientemente”.

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Para el caso de los asambleístas nacionales y provinciales hay dos posibilidades de validación: votar en plancha (por los candidatos de una misma lista) o entre listas escogiendo por nombres.

Rojas dice que el método de Webster usado para seleccionar a los legisladores nacionales (15) es relativamente más proporcional que el D’Hondt, que se aplica para seleccionar a los legisladores provinciales (122).

Indica que para distribuir los escaños en el caso de los legisladores provinciales se calcula lo que se llama la votación consolidada de cada partido o movimiento, que es la votación que obtuvo en plancha más la votación entre listas: “Entonces si un partido tiene un voto en plancha en una provincia que elige 4 (asambleístas provinciales), le cuentan con 4 votos, en cambio, si votó entre listas por persona, le cuentan solamente como uno... Al contar cuentan el número de pedazos sin tener en cuenta el tamaño del pedazo... Eso hace que la votación entre listas sea subvalorada”. (I)