En una agencia bancaria de un centro comercial de Samborondón me topé en la fila de adultos mayores con tres jóvenes, pregunté a una de las jovencitas por qué estaban en esta fila, contestaron “porque somos ‘prioritarios’”, y me enseñaron una tarjeta. Los “prioritarios” son jóvenes que recogen depósitos bancarios en oficinas públicas o privadas, gozan de la confianza de los depositantes y hacen los depósitos por ellos. Les dije: “Soy mayor y tengo privilegio por ley (Ley del Anciano), para ser atendido prioritariamente”.

Desde la ventanilla un joven me hacía señas y me acerqué a realizar un retiro de dinero; no me atendió indicando que el turno le correspondía a los tres “prioritarios” que estaban en la fila para la tercera edad, discapacitados y embarazadas. Le dije que eran jóvenes y debían hacer cola donde estaban los demás usuarios; no me hizo caso. Se desocupó la ventanillera contigua y le ordenó que no me atendiera. Le pregunté su nombre para ir a hablar con sus superiores, no lo hizo y tomó el teléfono y llamó a una persona jefe de la agencia; al voltearme yo hacia la oficina de esa persona funcionaria, me topé con un guardia de seguridad con la mano sobre su arma.

Quienes hemos trabajado en el sistema financiero privado, conocemos que es obligación del guardia poner su mano sobre el arma cuando se considere que hay una persona peligrosa. Le increpé la falta de respeto, pero no se movió. Se acercó la jefa a recriminarme, le dije que estaba ejerciendo mis derechos de la Ley del Anciano, y que los bancos están obligados a respetarla. Contestó que por esa sola vez iba a permitir que me atendieran, le dije: “por esta y cada vez que venga”. Me retiré tan pronto realicé mi transacción, y en la misma fila vi a una vieja amiga que manifestó: “Te conozco porque también trabajé en bancos, y tienes razón”. Otras damas de la tercera edad estaban en la cola esperando que atendieran a “privilegiados”. Les dije que ejerzan su derecho pero preferían esperar, quizás no sabían que con cada “prioritario” se demoran los cajeros unos 30 minutos por la cantidad de depósitos que llevan. La Superintendencia de Bancos tiene la palabra. (O)

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Sucre Calderón Calderón, abogado, Guayaquil