El papa Francisco sostuvo que el periodo de Adviento es un tiempo de preparación para la Navidad, una invitación a dejarse sorprender por Dios y a no depender de ‘nuestras seguridades’. El pontífice vertió estas declaraciones durante el ángelus que dirigió desde la ventana del estudio pontificio.

“En este tiempo de Adviento estamos llamados a alargar el horizonte de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus novedades”, dijo ayer el papa, según el portal Aciprensa.

Para eso, dijo, se necesita “aprender a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas consolidados, porque el Señor viene en la hora en la que no imaginamos”.

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El líder de la Iglesia católica remarcó que en definitiva el Adviento viene para crear una dimensión más bella y grande.

Francisco aseguró que Dios hace una invitación a la sobriedad, que implica no dejarse llevar por las realidades materiales, sino más bien gobernarlas.

“Si, por el contrario, nos dejamos condicionar y dominar por ellas, no podemos percibir que hay algo mucho más importante: nuestro encuentro final con el Señor que viene por nosotros”, expresó el papa.

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Ante miles de peregrinos en la plaza de San Pedro, el pontífice señaló que el Adviento también es una invitación a la vigilancia, puesto que no sabiendo el momento en el que Jesús vendrá se necesita estar preparado para cuando llegue ese acontecimiento.

“La página del Evangelio nos introduce en uno de los temas más sugerentes del tiempo de Adviento: la visita del Señor a la humanidad”, reconoció.

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El papa mencionó que la primera visita ocurrió con la Encarnación, el nacimiento de Jesús en la gruta de Belén.

La segunda, refirió, en el presente, puesto que el Señor visita continuamente a cada persona. “Camina a nuestro lado y es una experiencia de consuelo; y al final será la última, que profesamos todos cada vez que recitamos el Credo: ‘Dios vendrá de nuevo en la gloria para juzgar a los vivos y a los muertos’”, manifestó.

Francisco explicó que el propósito del Evangelio no es infundir miedo, sino abrir el horizonte de cada una de las personas hacia otra dimensión.

“Más grande, que por una parte relativiza las cosas de cada día, pero al mismo tiempo las hace más preciosas, decisivas”, agregó el pontífice. (I)

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