Francisco Febres Cordero, el Pájaro de alto vuelo, expresión que aquí ha de entenderse como de pensamiento o calidad elevada, nos depara El sabio ignorado, una semblanza de Jacinto Jijón y Caamaño. Si califico de singular este libro no solo quiero decir “extraordinario, raro o excelente”, sino que esas curiosas amalgamas entre varios géneros literarios que sabe hacer este autor, hacen que cada una de sus obras sea efectivamente única y difícil de clasificar.

No es una biografía novelada, ni un ensayo, ni unas memorias, ni una crónica, tiene algo de todo eso “vista de Pájaro”.

Jacinto Jijón fue arqueólogo, historiador, coleccionista, industrial, agricultor, mecenas, político e ideólogo, una figura que por sí sola llenó todo un espacio en la vida y el imaginario nacional en la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, a partir de su muerte un espeso velo fue eclipsando su figura. Este volumen lo reivindica sin caer en el ditirambo, incluso atreviéndose en recovecos dudosos y menos conocidos. Cuando terminamos de leerlo, pensando que nos hemos zampado un cono de helado, nos damos cuenta de que, en realidad, fue una cena copiosa, que requerirá de meditado reposo para digerirse. Porque nos deja pensando sobre la fama, el olvido, los prejuicios, la estructura social... en fin, nos llena de inquietudes.

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Se pregunta el autor si el olvido o, mejor, el ocultamiento de Jijón y Caamaño se debió a su condición de noble, millonario y conservador. Sin duda, porque desde mediados del siglo pasado la izquierda (o sea el conjunto de tendencias socialistas) secuestró la cultura, convirtiéndola en un coto vedado, donde no se admite a quienes no comulgan en alguna medida con sus dogmas. Así se ocultó a Mideros, a Zaldumbide y a otros que no quisieron seguir la moda dominante. A eso debe añadirse que el resorte emocional de esa “izquierda” no era el amor al desposeído, sino el rencor contra quienes representaban la nobleza o la opulencia, es decir, lisa y llanamente, la envidia, esa poderosa y eterna pasión.

Pero, por otra parte, Jijón se eclipsó porque nadie salió a rescatarlo. Porque las noblezas serranas fracasaron en su intento de convertirse en burguesías modernas y terminaron disueltas como fuerza social. Y porque el Partido Conservador, fundado por don Jacinto, fue insignificante como movimiento político, y todo lo que suelen llamar “derecha” eran y son movimientos con alardes populistas con los que sus caudillos quieren ocultar el pecado de ser ricos. Y porque el pensamiento católico, del que Jijón fue adalid, acobardado ante el desafío del marxismo, acabó metamorfoseado en eso que llaman “teología” de la liberación. Y porque exceptuando a algunos economistas, no hay un solo pensador o creador identificado con el conservadorismo, el liberalismo o el socialcristianismo (nada que ver con el partido de esa denominación). Por todo eso, el sabio autor de Política conservadora y de decenas de libros históricos y científicos permanece solitario en las sombras. Pero viene el Pájaro, ahuyenta a los murciélagos y arroja luz sobre esta extraordinaria figura. (O)