A pesar de que los expertos aseguran que los terremotos no se pueden predecir, importantes ingenieros y geólogos consideran que se pueden reducir los riesgos de derrumbes en los cascos históricos de Italia con técnicas complejas y hasta menos costosas con respecto a la reconstrucción.

La muerte de casi 300 personas sepultadas bajo los escombros del terremoto que devastó el miércoles varias aldeas del centro de Italia, puso de relieve de nuevo la incapacidad de las autoridades para fomentar la cultura de la prevención.

Edificios históricos, tanto medievales como del Renacimiento, fueron arrasados por el terremoto que afectó en total 293 monumentos y construcciones de valor artístico, según el primer censo realizado por el ministerio de Cultura.

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En la zona del epicentro, a unos 150 km al noreste de Roma, iglesias, palacios, fuentes y esculturas construidas entre los siglos XIII y XIV, resultan deterioradas, algunas gravemente.

Del casco histórico de Amatrice, donde 230 cuerpos fueron extraídos de los escombros, no queda casi nada.

Esa pequeña ciudad, declarada en 2015 por el ministerio de Cultura entre los “pueblos más bellos de Italia“, en un país que cuenta con miles de aldeas de inestimable belleza, se ha convertido en el emblema de la tragedia.

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“Es una historia que se repite desde hace cuatro siglos. Después de los terremotos cambian las leyes, pero luego no son aplicadas“, escribe el diario La Stampa, que cita ordenamientos y códigos.

En 1627, después de la muerte de 5.000 personas en el Gargano, al sur de Italia, se obligó a adoptar técnicas de construcción más sólidas y más elásticas.

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En 1859 el gobierno pontificio impuso que las murallas estuvieran enganchadas en todas las ciudades de Lacio, una orden del papa Pío IX que al parecer no fue cumplida.

“Si partimos de la idea de transformar edificios antiguos en construcciones seguras como las modernas, con criterios antisísmicos, tenemos que resignarnos. No lo lograremos“, sostiene Paolo Bazzurro, profesor de técnicas de la construcción de la Universidad de Pavía (norte).

“El mejor resultado sería garantizar que no se derrumben con los sismos“, comenta el experto en el diario La Repubblica.

El problema es que los edificios antiguos, que inclusive han resistido a otros temblores en el curso de los siglos, han sido transformados y modernizados por sus habitantes.

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A algunos les han cambiado los techos de madera, ampliado ventanas, suprimido varillas metálicas, creado servicios, montado ascensores. La mayoría de esos cambios han sido realizados en forma ilegal y sin el consejo de un experto.

“El resultado es un edificio vulnerable“, dice Bazzurro.

Se puede pero cuesta

Contrariamente a lo que muchos creen, existen técnicas para que monumentos, palacios y simples edificios históricos sean seguros.

Arqueólogos y geólogos italianos son entre los mayores expertos en el mundo sobre esos temas.

“Técnicamente es factible, y no se trata de intervenciones excepcionales“, explicó a la AFP Paolo Iannelli, un experto del ministerio de Cultura.

Usando la capacidad y conocimientos de las poblaciones de las zonas sísmicas, las cuales han adquirido a lo largo de los siglos una mano de obra calificada que maneja los materiales adecuados, “habría que eliminar los cambios inadecuados y redistribuir el peso“, explica.

Además de la intervención en edificios históricos, también hay muchas soluciones para casas y edificios construidos antes de la entrada en vigor de las normas antisísmicas en 1970, como el aislamiento de la base de la tierra o la instalación de amortiguadores para reducir el impacto del terremoto, según los técnicos entrevistados por la prensa italiana.

El problema es el costo de esa operación.

“Costaría unos 360.000 millones de euros“, adelantó el ministro de Transporte, Graziano Delrio, una cifra que resulta menor de la reconstrucción.

El gobierno italiano anunció tras el terremoto un plan de prevención denominado “Casa Italia” con el objetivo de realizar un mapa de la situación, revisar y aplicar normas existentes pero que por burocracia o incuria resultan “letra muerta.”

Porque genera preocupación que más de 20 millones de italianos, el 40% de la población, reside en 4,7 millones de casas o edificios a alto riesgo sísmico, según datos del diario La Repubblica. (I)