Una tolda de plástico sujetada a cuatro palos cubre del fuerte sol a Jefferson Álvarez, mientras espera sentado en la orilla de la carretera Pedernales-El Carmen la llegada de gente que a su paso regala agua, alimentos y comida preparada.

A su lado, una veintena de afectados por el terremoto del 16 de abril espera lo mismo, apostados en siete carpas hechas con plásticos rotos y puntales de palo y caña.

Al menos hay 5 de esos refugios a los que los damnificados llaman albergue, uno es El Amor de Dios, que fue instalado a 15 km de la vía hacia El Carmen, a 90 km de Pedernales.

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En su último enlace sabatino, el presidente Rafael Correa se refirió a la gente refugiada al pie de la carretera.

Y la tarde del miércoles, en una mesa de trabajo del Comité de Operaciones de Emergencia (COE), funcionarios del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) hablaron de emprender un levantamiento de información socioeconómica y determinar la situación de estas personas a las que se prevé dar atención.

En la cabecera cantonal de Pedernales, el MIES instaló cuatro albergues, donde hay 308 familias: 1.373 personas.

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El director distrital de esta cartera, Víctor Hugo Zambrano, estimó que hasta mañana tendrían información sobre esas personas en la carretera.

Cerca de las 14:30 de ese miércoles, un grupo de mujeres del asentamiento El Amor de Dios, en el km 3, se pone en fila para recibir racimos de verde y fundas de agua de la iglesia evangélica apostólica Del Nombre de Jesús, de Santo Domingo de los Tsáchilas.

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“Nos han estado dando ayuda las personas particulares. Nos traen verde, zapote, guineo, agua”, dice Álvarez, el hombre al pie de la carretera y quien coordina el refugio en el que, según él, hay 21 familias: Son 138 personas (adultos y niños).

Su esposa, María Plaza, y sus dos hijas, con sus familias, se mantienen a orillas de la vía desde la noche del terremoto, pues su casa de dos pisos en el sector de María Luisa, tercera etapa, se desplomó.

A diferencia de los albergues del MIES en la cabecera cantonal, en los refugios comunitarios no hay letrinas y por ello prestan el servicio al vendedor de cocadas, buscan las casas de la zona o “se va al monte”.

Francisca Manzaba alquilaba casa en el centro de Pedernales. Con su esposo, Ruperto Parrales, y su nieta de 4 años están en el refugio El Amor de Dios, desde la noche del terremoto.

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Ella y sus otras compañeras refugiadas cocinan en un fogón grande, con leña. Para ocupar el horno artesanal, donado por su hermana, tienen horarios y turnos establecidos.

La mujer dice sentirse aliviada porque su esposo, albañil, fue contratado para reparar una villa en el sector de Don Juan. Ese oficio es el trabajo al que apuntan los hombres de Pedernales, ciudad que por ser el epicentro del terremoto, tiene decenas de casas caídas y otras fisuradas, con daños en las paredes y en la estructura.

Más adelante, en el km 9, también a orillas de la carretera, se encuentra el refugio Los Samangos, donde 20 familias (90 personas) pernoctan bajo cuatro grandes carpas hechas con plásticos.

Guido Paz cuenta que entre ellos hay gente que alquilaba casas en Pedernales y en la vía a Cojimíes. También están los que no han perdido sus casas totalmente; sin embargo, por los daños prefieren estar al aire libre.

Paz comenta que en su grupo, la gente logró rescatar muebles, camas, pocos enseres y hasta mascotas. Y que por eso no se van a los albergues oficiales, pues dice que allí no pueden llevar sus cosas. “Si nos vamos (a albergues) las pocas cositas que salvamos dónde las dejamos”, menciona el hombre que maneja un tanquero particular de agua, paralizado desde el 16 de abril, puesto que los militares dotan gratuitamente de agua a la comunidad.

Un kilómetro más adelante, en el sector de Nalpe, la familia de Estenio Valencio y otras cinco pernoctan en cobachas de caña y hojas de zinc. “Aquí esperamos que venga la ayuda, dicen que más adelante la gente está saliendo a la carretera esperando cualquier cosita”. (I)

Traslado
Censo del MIES

Albergues oficiales
El coordinador del refugio comunitario El Amor de Dios, Jefferson Álvarez, dice que están a orillas de la carretera, porque fue el primer sitio en el que se cobijaron; que no se niegan a ir a los albergues oficiales, y que incluso ese traslado está en proceso, después de que el martes el Ministerio de Inclusión realizó una especie de censo.