Mientras miraba la televisión, en directo, la mañana del reciente 17 de abril, el rostro del doctor David Shacham iba endureciéndose. La preocupación se manifestaba con rapidez.

Estaba en casa, en Beerseba, en el sur de Israel, y veía la trágica afectación que solo minutos antes (hay 8 horas de diferencia) había causado en la costa norte del Ecuador el terremoto de magnitud 7,8 en la escala de Richter, con su consecuencia de muertos, heridos y desaparecidos.

Impactado, Shacham, médico interno del hospital de su ciudad, tomó el teléfono y llamó a varios colegas. Recuerda haberles dicho “creo que mañana nos reclutan”. Y así fue.

Publicidad

Ahora él y once de sus colegas israelíes pasan intensas jornadas de hasta 12 horas de trabajo en lo que antes del sismo era el paradisiaco balneario de Canoa, a poca distancia del mar, pero ahora rodeados de escombros, maquinaria pesada que trabaja sin cesar, gritos que claman ayuda y una temperatura muy húmeda que fluctúa los 36 grados, distante de los 15 grados que suele haber en esta época en su ciudad.

Su presencia en uno de los sitios de mayor afectación por el terremoto, explica Shacham, no es remunerada, ni un trabajo más, sino absolutamente voluntaria, y con cargo a sus vacaciones del hospital. Habla hebreo, también inglés, pero en el sitio hay voluntarias que invierten horas como traductoras al español y facilitan el contacto con sus humildes pacientes.

“Israel tiene gran experiencia en ayuda humanitaria”, dice Johny Czarninski, el cónsul de ese país en Guayaquil y quien ha sido clave para que los médicos hayan llegado. Brigadas similares, explica el cónsul, “han estado en Etiopía, Haití, Nepal, en sitios donde ha habido tsunamis, en Japón...”.

Publicidad

“Sabemos que después del primer impacto, de la atención a los heridos y rescate de cadáveres, viene la ayuda secundaria, que es la que estamos encontrando aquí, muchísimos casos de problemas psicológicos, personas que no pueden dormir 5 días, que no pueden caminar, atendemos niños, adultos, ancianos”, relata Czarninski.

“Mientras sea necesaria” permanecerá la ayuda médica en el pequeño hospital de campaña levantado con carpas por IsraAid en lo que fueron canchas deportivas, en pleno centro de Canoa, aunque el doctor Shacham y sus colegas deberán partir el 9 de mayo para retomar su rutina profesional en Beerseba, que paradójicamente está a similar distancia en kilómetros de Tel Aviv que lo que está Canoa de Pedernales, el epicentro del terremoto.

Publicidad

Dedican también los médicos, actualmente, tiempo a capacitar personal local que ayude luego en la rehabilitación de los heridos y con ayuda psicológica a quienes requieran terapias individuales o de grupo.

“Como consulado, recorrimos la zona del desastre y determinamos que Canoa, Jama, San Isidro, tierra adentro, son los lugares que más ayuda necesitaban, cuando esta se concentraba en Pedernales, Bahía, Portoviejo, Manta. Y desde aquí podemos atender a cientos. También un grupo sale a los pueblitos más alejados, en camionetas. Todos son atendidos y tenemos farmacia donde todo el medicamento es gratis”, agrega el diplomático, que el jueves anterior llegó también con colchones, agua y alimentos entregados a nombre del Gobierno de Israel. “No nos equivocamos”, dice satisfecho.

Dos de la tarde en Canoa. El doctor Shacham ha atendido ya a cerca de una veintena de pacientes, y otros colegas suyos algo similar. Uno de ellos, en cambio, es el especialista en acupuntura que entrega alivio a muchos adoloridos. “Hemos visto heridas abiertas, infectadas, a las que ha habido que hacerles limpieza quirúrgica”, indica el galeno.

¿Qué cuál es el caso que más le impactó? Se toma la cabeza, piensa y prefiere hablar del más satisfactorio: Una niña pequeña, que presentaba un acceso “horrendo” en una pierna como consecuencia del terremoto y a la que debieron intervenir. “Hoy volvió y ya está muy bien”, cuenta el médico, y sonríe. (I)

Publicidad