“Si me quieren odiar por ayudar, quiero que me odien con todas sus fuerzas” , dice Karla Morales Rosales, abogada de 29 años y activista de Derechos Humanos, que empezó una de las primeras cruzadas de ayuda, desde la sociedad civil, para los damnificados del terremoto. Su respuesta se da ante la serie de comentarios negativos y hasta insultos que ha recibido en su cuenta de twitter @KarlaMoralesR, que la acusan de estar aupada por la oposición. Pero asimismo son más los comentarios positivos que recibe de apoyo a su gestión.

“No he leído todo lo que han escrito de mí, estoy demasiado ocupada llevando ayuda. Además no entiendo por qué me atacan si estoy trabajando con ellos. Me llamó Luis Valverde, el viceministro del Magap (Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca) que trabaja conjuntamente con nosotros en San Vicente y quien me aclaró que no había ninguna disposición para que los militares confisquen donaciones”, indica desde el centro de acopio en el club de la urbanización Terra Nostra, donde vive.

Añade que también la llamó personal de la Cancillería para ayudar en la entrega de filtros de agua donados a su cruzada. “A nadie le he dicho: no me ayuden”, puntualiza.

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Desde la noche del 16 de abril, Karla, que se considera mitad manabita ya que su madre es de Bahía de Caráquez, se puso manos a la obra y escribió un tuit pidiendo donaciones que podían llevar a su casa, ya que a las dos de la tarde del domingo 17 ella viajaba llevando la ayuda. La madrugada de ese domingo, su esposo, el argentino Ezequiel Castro, bombero voluntario, viajó a Manabí y desde entonces dirige el centro de acopio en San Vicente.

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Justamente en San Vicente, recuerda ella, que va y viene de Manabí, “se nos acercó el coronel Gómez, del Ejército, encargado de esa zona, y nos pidió que le enseñáramos cómo trabajábamos y literalmente se nos quitó el sombrero; desde entonces trabaja con nosotros”.

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A partir de ese primer tuit, recuerda que el domingo 17 se sentó en la vereda de su casa a esperar la ayuda. Eran las nueve y llegó el primero, después el segundo y llegaron muchos más. Ella, que pensaba llevar un camión, partió ese primer día con 28 camiones con donaciones. Desde entonces se han hecho 198 viajes con donaciones, entre camiones trailers y contenedores y 80 vuelos de avionetas. Hasta el jueves, la ayuda desde el centro de acopio estaba avaluada en unos 3 millones de dólares.

Los aportes no solo han venido de la sociedad civil y la empresa privada, el Municipio de Quito la buscó para colaborar con la asistencia sanitaria y el Municipio de Guayaquil la ayudó con donaciones para 190 familias en una montaña. “Que me busquen me alegra porque significa que hemos hecho un buen trabajo, pero me sorprende, porque yo debería sumarme al trabajo de ellos, no al revés”, dice con sencillez Karla, delgada, menudita, con experiencia de trabajo en organismos internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y en las Naciones Unidas. También ha trabajado en cruzadas humanitarias en Colombia, México y Perú. Precisamente gracias a sus contactos el domingo pasado llegaron treinta médicos de la Patrulla Aérea Civil Colombiana, una organización privada sin fines de lucro. (I)

Por si no lo han visto, este es el trabajo de los voluntarios en Gye y Manabí. Personas comunes haciendo milagros https://t.co/TyI9QaSYkY