Ecuatorianos salen de una Venezuela sumida en la crisis

Una imagen del conocido como Hermano José Gregorio Hernández, un médico venezolano que murió en 1919 y a quien la feligresía popular considera milagroso, es parte de los íconos religiosos que copan una estantería en la sala de la casa de los Pilligua que hoy tiene más ocupantes de lo habitual.Son migrantes ecuatorianos y sus hijos que volvieron de Venezuela en diciembre pasado, algunos de ellos para quedarse en Río Caña, un puñado de casas en medio del bosque seco en Montecristi (Manabí). Roberto Pilligua, de 29 años; su esposa, Vilma, y el bebé de ambos, de diez meses, integran ese grupo.Roberto, un técnico en Administración de Empresas nacido en la capital venezolana, Caracas, tenía plazo hasta el lunes pasado para retornar a su puesto de trabajo en una clínica privada de esa ciudad en la que ganaba 18 mil bolívares al mes (al cambio en el mercado negro son unos $ 20), tras pedir vacaciones. Pero ha decidido asentarse en Ecuador en la tierra donde nacieron sus padres, quienes partieron a Venezuela en la década del setenta del siglo XX dejando la sequía que afectaba a Río Caña. Fue una de las primeras oleadas de migración al país que les permitía enviar, en ese entonces, desde $ 100 al mes como remesas a sus familiares.Hoy la situación es distinta. Roberto, al igual que José Muentes, de 25 años; Diana Pilligua, de 29; Alberto Delgado, de 45; Ángel Cedeño, de 53; Magdalena Navia, de 59, son algunos de los ecuatorianos testigos de los cambios que afectan a la Venezuela de hoy. Tras casi 17 años de políticas implementadas con la llegada al poder de Hugo Chávez y continuadas tras su muerte, en marzo de 2013, por el actual presidente, Nicolás Maduro, la escasez de dólares, de alimentos y de productos básicos, la inflación y la inseguridad son las principales razones que los motivan a dejar sus trabajos, sus pertenencias.El Observatorio Venezolano de Violencia informó que en el país se dieron 90 homicidios por cada cien mil habitantes en 2015. El domingo anterior, tres ecuatorianos miembros de una misma familia murieron en la Terminal Internacional de Buses de Caracas porque supuestamente no facilitaron un encendedor a sus asesinos. A esto se suman los problemas de escasez en un país que sufre una sequía de divisas desde fines de 2012, agravada por la caída de los precios de petróleo del que proviene el 96% de la disponibilidad de dólares.Roberto cuenta que sus ingresos quedaban pulverizados ante la inestabilidad cambiaria y el acceso costoso a los créditos. “Allá se compra en efectivo y desde hace tres años todo se incrementa. Hace dos años compré una lavadora en 20.000 bolívares, en este momento vale 250.000”, afirma. Y da más ejemplos. El kilo (2,2 libras) de cebolla perla subió de 700 a 1.500 bolívares en menos de una semana de diciembre pasado.Con la escasez han surgido los revendedores, dice Roberto, a quienes se los conoce como ‘los bachaqueros’, quienes aglutinan a grupos de personas cuyos números de cédula terminan del 1 al 9 para abastecerse de productos durante todos los días de la semana (las compras están reguladas y limitadas), los que luego venden a un mayor valor.Joel Pilligua, de 21 años y primo de Roberto, es un ecuatoriano que trabaja como ‘embolsador’ en un supermercado de Caracas. Por estos días está en Montecristi por vacaciones y dice que puede obtener hasta cinco mil bolívares diarios en propinas que le dan sus conocidos a cambio de separarles los productos que llegan en los camiones abastecedores. Lo que va en su interior es una lotería. Puede ser café, arroz, leche, papel higiénico, harina, afirma Joel, quien también es estudiante universitario: “Hay profesores que prefieren volverse bachaqueros porque su profesión es mal pagada”, asegura.Los policías y militares regulan las filas y el interior de estos supermercados. Hay casos en los que las personas están desde las cuatro de la mañana hasta el mediodía para adquirir un producto como pollo y se acaba, dice otra ecuatoriana que vive en Venezuela desde 1983 y quien prefiere mantener su nombre en reserva: “Hacemos fila solo para comprar parte de lo que se necesita”, dice.José Muentes es otro ecuatoriano que retornó al país en octubre pasado con su esposa venezolana Leydi Soto, de 24 años. El 27 de septiembre último renunció a su trabajo en el Banco de Venezuela, una institución financiera estatal en la que realizaba los peritajes tras obtener el título universitario de licenciado en contabilidad pública.Cuenta que la inseguridad que afecta al barrio Terraza de la Vega en Caracas, donde creció tras llegar a esa ciudad con 2 años de edad, lo motivó a regresar a Ecuador con su esposa y las mellizas de ambos. La calle principal que divide la parte alta y baja de este barrio está en manos del colectivo –patrulla armada civil creada por el chavismo– conocido como La Cota, los que hacen guardia en las casas comunales para detectar a sus posibles víctimas. “A mí no me hacían nada porque ya me conocen, pero asaltaban a todo nuevo que entraba y ya había casos de personas que morían por las balas perdidas”, dice Muentes.Su esposa, Leydi Soto, no termina de adaptarse en Montecristi, luego de que dos semanas antes de venir a Ecuador, en septiembre pasado, tuvo que recorrer hasta quince farmacias de Caracas por un antibiótico para la infección estomacal que la aquejaba. Y Muentes aprovechó su viaje de trabajo al estado de Barquisimeto para comprar paracetamol, un día después de que una de sus mellizas tenía fiebre debido a que en Caracas no encontró el medicamento: “Hice hora y media de fila”, dice.Diana Pilligua también prefirió retornar al sitio Río Caña con su esposo y su hijo, luego de que en la casa donde laboraba ingresaron dos hombres armados con engaños, los que la encerraron en un cuarto para llevarse celulares, cámaras: “Buscaban dólares y no los encontraron. Gracias a Dios estaba sola”, afirma.Juan Mantuano, de 36 años, está de vacaciones en el sitio Río Bravo, en Montecristi, pero tiene previsto regresar a Caracas para vender su auto Corolla del 2001 en el que ha trabajado como taxista. Dice que por su carro le darían $ 4.000: “Ya me han asaltado tres veces en los últimos ocho años con armas. Antes uno trabajaba hasta las diez de la noche, pero hace dos años que me robaron solo trabajo hasta las siete”.Magdalena Navia, quien migró a Venezuela en 1991, también tiene previsto retornar y poner un negocio. Aspira a poder cobrar su pensión como jubilada en Ecuador y tiene la esperanza de que retorne la Venezuela de las oportunidades que le permitió comprar una casa en Portoviejo.El control regulado para el cambio de bolívares por dólares también es causa de los retornos. El Gobierno de Venezuela ha establecido tres sistemas cambiarios. El oficial con un valor de 6,30 bolívares por dólar destinado para la importación de alimentos básicos y medicamentos; la tasa de 13 bolívares por dólar para los importadores de productos que no son considerados de primera necesidad y para viajes al exterior; y la tasa con un valor de casi 200 bolívares por dólar, a la que se accede tras un proceso burocrático y depende de la disponibilidad en las casas de cambio.Estas regulaciones han provocado un mercado negro que es el más usado y que hasta el pasado viernes cotizaba 920 bolívares por dólar, según el sitio web Dolar Today, que basa su tasa en operaciones realizadas en Cúcuta, ciudad colombiana fronteriza con Venezuela.Alberto Delgado, quien retornó de este país en junio de 2013 tras migrar en 1989, vive ahora en el sitio Río Bravo del cantón Montecristi. En su retorno se encontró con otro tipo de escasez, el empleo. En la misma situación están José Muentes, Roberto Pilligua y Ángel Cedeño, quienes retornaron a través de la compañía Rutas de América, la que reporta la llegada a Manta de más buses de Venezuela.Con 53 años, a Cedeño le dijeron que por su edad no le daban un empleo en una fábrica de pescado en Manta: “En Venezuela no sucede eso. Allá te dan trabajo sin importar la edad y por ello estamos pensando en volver”, dice Cedeño, quien lleva un año y siete meses en Montecristi, tras vivir casi 25 años en Caracas. (I) 6.684 Ecuatorianos migraron a Venezuela entre 1996 y 2001, según registró el censo nacional de ese periodo. 3.488 Casos de migraciones a ese país se calcularon en el censo de 2010, en un periodo de diez años anteriores.

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