La tarde del martes, el departamento de Medicina Legal de la Policía Nacional realizó la entrega formal de los restos de los tres alpinistas descubiertos el pasado 22 de agosto, en el volcán Chimborazo.

Hace 22 años, con el afán de cumplir la proeza de subir hasta la cima más alta del Ecuador, los tres andinistas fueron a aquel lugar.

Según las investigaciones y exámenes antropológicos forenses, los tres ciudadanos sufrieron un accidente que les provocó múltiples fracturas que ocasionaron su deceso, expresa en un comunicado la Policía Nacional.

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Dolor aún persiste

El nombre Paulo que aún está bordado en un buzo de tono uva con rosado le ayudó a Amparo Vinueza Olalla a reconocer ayer a su hermano, uno de los tres cuerpos encontrados el sábado pasado a 5.650 metros de altura del volcán Chimborazo, en la provincia del mismo nombre.

Ella fue ayer al área de Medicina Legal de la capital ecuatoriana, a donde el lunes último llegaron los cadáveres de los andinistas para ser identificados.

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La presunción que tenía la Policía Nacional era que se tratasen de los desaparecidos en noviembre de 1993 cuando una avalancha atrapó a diez excursionistas que intentaban subir al Chimborazo.

“Se hizo una explotación de fuentes abiertas como internet, notas de prensa, y de esta manera se estableció quiénes eran los familiares y se tomó contacto”, dijo Freddy Sarzosa, jefe de la Unidad de Delitos contra la Vida de la Dinased.

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Por eso, para que reconocieran las prendas de vestir, la Fiscalía convocó ayer a los familiares de los ecuatorianos Paulo Vinueza, Roberto Silva y del chileno-ecuatoriano Christian Munchmeyer, quienes eran tres de los guías de andinismo que perecieron en la avalancha del 10 de noviembre de 1993.

En la diligencia, que duró dos horas, los familiares identificaron zapatos, pantalones y chompas, que se conservaron en buen estado por acción del hielo, según las autoridades.

Sin embargo, los investigadores realizarán nuevos análisis para definir con exactitud la identidad de las víctimas.

Fausto Olivo, jefe nacional de Criminalística, contó que se hicieron pericias de antropología forense, odontológica y pruebas de identidad física, aunque no precisó cuáles.

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Él explicó que los cuerpos tuvieron una reducción ósea y deshidratación porque estuvieron cubiertos por el hielo durante más de dos décadas. No obstante, su conservación sí fue posible.

Según un allegado de los andinistas, que quiso mantener su nombre en reserva, los cuerpos no estuvieron desaparecidos en estos casi 22 años.

“Ellos en vida manifestaron su deseo de ser enterrados en la montaña, en caso de que algo así suceda, y los familiares lo cumplieron”, manifestó.

Amparo Vinueza contó que su familia, en su momento, habría preferido enterrar a su hermano en Quito, donde vivía, pero que cumplieron con la petición de Paulo. “Para él, la vida era la montaña. Iba de volcán en volcán. Ahora la naturaleza nos lo devuelve y lo vamos enterrar”, manifestó.

Agregó que en 1993 algunos rescatistas le dijeron que en unos 30 años la montaña podría devolver a los cuerpos, por el deshielo de los glaciales. (I)