Recorre con libertad los pabellones, pasillos y espacios verdes del campus de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) en Santo Domingo. Es muy querido por el personal que labora en la institución y alumnos que lo saludan.

Se trata de Casimiro, un perro mestizo de color ladrillo que reside desde hace cuatro años en el centro de estudios, donde fue llevado por un guardia de seguridad que lo halló vagando por las calles de Santo Domingo.

Llegó al campus bajo la aprobación de las autoridades universitarias como un integrante más del equipo de vigilancia del lugar, función que hasta ahora cumple, ya que acompaña en las rondas nocturnas a los 6 guardias de la institución.

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Más allá de un perro guardián, Casimiro es un ser muy querido por docentes y estudiantes que le dan su cariño y cuidado. Está tan ligado a la universidad que en toda actividad está presente.

El año pasado hasta el pesebre de Navidad lo utilizó como cama para descansar; esta es una de las anécdotas que recuerdan constantemente profesores y estudiantes de la PUCE sobre Casimiro. El nombre le llegó porque el custodio que lo recogió indicaba que se parecía a un perro con igual nombre que se le había perdido.

Por las mañanas duerme donde le place para descansar de las rondas nocturnas de vigilancia. Luego despierta y pasea cerca del comedor o por las garitas, pasillos y hasta entra a las aulas, pero sin interrumpir las clases. A su paso recibe atención en toda la universidad.

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Eduardo Cruzat y Fernando Mesías son dos de los al menos cinco docentes que están pendientes de la salud de Casimiro, que al tener unos 8 años requiere atención médica veterinaria, pues ha perdido sus dientes delanteros y además padece una displasia de cadera que se refleja cuando su pata posterior se recoge al caminar. Ante ello, estudiantes realizan colectas para cubrir con los gastos del veterinario que revisa al can para detener la artrosis que lo aqueja.

“Cuando se trata de Casimiro todos colaboran”, explica Cruzat, quien le enseñó a saludar, a sentarse, entre otros modales. Mesías se encarga de bañarlo y Fanny Peña, administrativa de la universidad, de desparasitarlo. De su alimentación se encargan los guardias y estudiantes que hacen sus donativos.

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Pese a tener 8 años sus instintos se mantienen, Carlos Cedeño, uno de los custodios, detalla que en una ocasión ahuyentó a dos sujetos que ingresaron al campus. “Les ladró y tuvieron que desaparecer”, sostiene.

Casimiro también ha sido inspiración para los alumnos de Diseño. Mesías añade que en una ocasión se desarrolló una campaña de bienestar animal y el can fue tomado como modelo para afiches, volantes y otros objetos de promoción.

Para Cruzat, “la relación del perro con la universidad es amplia y es un ejemplo para concienciar a la comunidad de que los animales abandonados merecen oportunidades”. (I)