Luis Chiluisa es uno de los más de cien inmigrantes que cada mañana se instala en los alrededores de la madrileña plaza Elíptica para “enganchar”. Es decir, para intentar conseguir un empleo ocasional en el sector de la construcción. Son trabajos temporales, por horas, pagados “en negro”. “Chapuzas” en la jerga de quienes se ven abocados a buscar oportunidades laborales en la economía sumergida. El caso del ibarreño y el de sus acompañantes a la luz del alba evidencian la existencia de una bolsa de empleo sumergido que representa el 11 por ciento del PIB español y que se traduce en 1,8 millones de puestos. El dato lo acaba de publicar un estudio elaborado por el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) formado por las grandes empresas españolas como Telefónica, Inditex, BBVA o Banco Santander.

El análisis esboza el perfil del trabajador sumergido: desempleados inscritos como parados pero que tienen un trabajo sin que conste en la Seguridad Social, personas que perciben una parte de su salario en negro o inmigrantes indocumentados. El colectivo de extranjeros sin papeles representa el 15% de ese volumen de ciudadanos (277.000) que trabajan ajenos al control de la Administración.

Elizabeth Granja tiene hoy tres trabajos por horas. No cotiza a la Seguridad Social por ninguno de ellos. Los consiguió gracias al boca a boca. Son empleos temporales que pueden durar un día, una semana o un mes. “Nunca se sabe, van saliendo y es la única forma de ganar algo de dinero”. Esta quiteña puede reunir al mes, entre 400 y 500 euros, para sobrevivir junto a dos hijos menores de 10 años.

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Francisco Pérez, dueño de una floristería en Madrid, reconoce que acaba de contratar a un ecuatoriano que perdió su tarjeta de residencia tras permanecer varios años en el paro. “Los costes de la contratación de un trabajador son elevados, las ventas han bajado y esta es la única forma dar empleo”, asegura.