Salieron a las calles, paralizaron el tranvía, dejaron de iluminar las farolas del alumbrado público y con ello la ciudad se sumió en tinieblas, como indican el título y un artículo de EL UNIVERSO en la edición del 14 de noviembre de 1922. Poco a poco, el caos y el desorden se apoderaron de Guayaquil. No había agua ni transporte público. Los trabajadores de la conocida como Empresas de Luz y Fuerza Eléctrica y de la de Carros Urbanos se habían sumado al paro.