El amor a las flores y su deseo por tener un negocio propio llevó a Martha Tugendhat a abrir hace 33 años la florería Tugi, en Víctor E. Estrada y Guayacanes.

El sencillo local, en el cual empezó y se mantiene, guarda la historia de su familia, una de las primeras en habitar este sector, hace más de 60 años. Martha cuenta que su padre, de origen alemán, llegó al país en 1938 tras la migración de los alemanes judíos en aquella época.

Se llena de nostalgia al recordar esos tiempos en que Urdesa, conocida en aquel entonces como Urbanización del Salado, no era tan habitada y la inseguridad no alcanzaba los niveles actuales. “Yo fui la primera niña en nacer en Urdesa, hasta me hicieron un reportaje en el periódico por eso”, recuerda orgullosa, aunque lamenta no haber conservado el recorte.

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“Lo que me da mucha pena es el asunto de la inseguridad, el tráfico cómo se caotiza y, en las noches, la pérdida de respeto para las personas mayores que viven aquí, por la bulla, por parquearse en frente de los garajes, y esto hace unos 40 años no era así, era un paraíso”, dice.

Sin embargo, admite que la evolución comercial de la avenida principal ha influido en el desarrollo de su negocio. “Han aumentado un poquito las ventas, pero la mayoría de nuestros clientes los manejamos vía telefónica y por redes sociales”.

Enlaces de amor
Martha decidió incursionar en la florería luego de trabajar, durante diez años, como asistente de gerencia en un banco. “Quería tener algo propio, así que averigüé sobre los proveedores de flores. Mis primeros clientes fueron clientes de banco y poco a poco se fueron incrementando por las recomendaciones”, cuenta la guayaquileña.

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El nombre, manifiesta, se debe a un apodo que sus compañeras del colegio Americano les pusieron a ella y a su hermana menor Ilse, que trascendió hasta el colegio Las Mercedarias, donde terminó la secundaria. “Para no decirnos las Tugendhat nos decían las Tugis. Esto nació hace tantos años que cuando tuve que pensar en un nombre para la florería no se me ocurrió ponerle rosa ni clavel, sino Tugi”.

Al oír a Martha expresarse de su florería, queda claro lo satisfecha que se siente de su desempeño.

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A lo largo de tantos años, ella cuenta que con su inseparable colaboradora, Silvia Villamarín, han sido artífices de muchas reconciliaciones amorosas, así como fieles espectadoras de enamorados afligidos y otros acontecimientos que han requerido de sus servicios, como bodas, nacimientos o propuestas matrimoniales.

“Vienen aquí los chicos ‘en el piso’, mal, y nos cuentan lo que ha pasado y generalmente somos nosotras las que ponemos el mensaje en la tarjeta para que hagan las pases”, comenta.

Sin embargo, y pese a que ambas manifiestan que les encantaría recibir flores, expresan en forma curiosa que sus parejas no lo hacen. “A qué mujer no le gustaría recibir flores, pero parece que a ellos no se les ocurre”, dice entre risas Martha.

“Nos encanta estar aquí, nos conocemos tantos años y siempre tenemos algo que hacer en la florería y la pasamos bien”, expresa Silvia, quien la acompaña hace 20 años.

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Estar siempre pendientes de las fechas especiales, como aniversarios o cumpleaños de las parejas de sus clientes y conocer sus preferencias en arreglos florares, son muestras de atención que han ayudado a su permanencia en el mercado.

“Con tantos años en la florería, tenemos que variar”, precisa Martha. Por esta razón, la microempresaria cuenta con la colaboración de un decorador y un artesano encargado de la elaboración de las bases para sus flores, así ella ofrece diferentes presentaciones en madera, vidrio, piedras, hierro forjado, entre otros y tarjetitas con detalles manuales.

“Tenemos parejas que hemos atendido desde que eran enamorados, y les hicimos los arreglos para el matrimonio, luego cuando nacieron los bebés y después para los cumpleaños”, dice Martha, madre de tres hijos, dichosa de su matrimonio con Eduardo Santos, a quien conoció cuando ya tenía la florería.

Dicen de ella Nos llevamos muy bien, nunca nos hemos peleado. Lo importante es mantener la comunicación y atender bien a los clientes”.Silvia Villamarín Trabaja con ella 20 años