Comprar billetes de lotería es una afición que Luz María Álvarez tiene desde los 18 años. Ahora con 52, asegura que es una manera de divertirse y distraerse mientras gana dinero.

Como Álvarez, muchas personas son asiduos clientes de los ‘loteros’ o vendedores de guachitos (billete de lotería), que tienen como punto de encuentro las banquetas de la plaza Rocafuerte, afuera del edificio de la Lotería Nacional, en el centro de Guayaquil.

Allí, los soñadores acuden a comprar o raspar con monedas los billetes de lotería en busca de algún premio grande. “Yo me he sacado algunas veces, pero siempre premios pequeños; yo juego todos los días y cuando no puedo, compro por mi casa, por el Batallón (del Suburbio). Al sorteo vengo dos veces a la semana”, dice Álvarez.

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Ella destina al menos $ 40 para comprar loterías en busca de ese número que le permita ganarse el dinero para un carro y una casa.

Mientras, afuera los vendedores aplican sus técnicas para ofrecer los últimos números; en el local donde se realizan los sorteos, de lunes a sábado, el movimiento comienza desde las 16:30.

Gabriel Quirola, coordinador del sorteo, es uno de los primeros en llegar al local de la lotería, en los bajos del edificio. Dentro de unas cajas trae las bolas de colores que se introducen en la máquina bolillera para los sorteos.

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El tiempo transcurre y a la sala entran las cuatro personas que conforman la mesa directiva: el notario, el representante del procurador, representante del director del ramo de la lotería y representante del inspector de la lotería.

Ellos anotan cada número que arroja la bolillera y luego de confirmar que todos tienen las mismas cifras, se hace el boletín con los números favorecidos.

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Cuando el sonido de las pelotas en la máquina se escucha en el local, todos guardan silencio. Las cuatro hileras de sillas plásticas son ocupadas por los asistentes al sorteo y con papel, lápiz y pluma en mano cada uno apunta el número que arroja la máquina. Se presta atención a la cifra que se escucha por el parlante. Nadie interrumpe. Pero cuando los números no son los esperados por los asistentes, uno que otro se levanta y se va con desazón.

Cinco niños, en su mayoría hijos de vendedores de lotería, ponen frente a cada uno de los tubos de la bolillera paletas de madera con las cifras.

Los días de mayor concurrencia son los miércoles, cuando se sortea la lotería por $ 1’000.000. Incluso, un periodista radial transmite en vivo los resultados de la jornada.

Compro desde los 16 años. Cuando estaba en sucres, me saqué como medio millón y con eso invité a mi enamorada, en ese tiempo, y le di algo a mis hermanos también”. Rafael Cevallos, aficionado.

Hace unos 50 años me saqué unos ochenta sucres, pero aún no me he sacado nada grande en dólares. Me gusta comprar raspaditas, es entretenido”. Luz María Quiñónez, compradora.