Las Fuerzas Armadas egipcias depusieron ayer al presidente Mohamed Morsi, elegido hace un año, y suspendieron la Constitución en un movimiento que vuelve a situar a Egipto rumbo a lo desconocido.

En un discurso televisivo, el general Abdel Fatah al Sisi, jefe del Ejército y ministro de Defensa, anunció además que Morsi será reemplazado por el presidente del Tribunal Constitucional, Adly Mansour, hasta la organización de elecciones presidenciales anticipadas.

El discurso del general provocó una explosión de alegría entre las decenas de miles de egipcios en la Plaza Tahrir de El Cairo, que concentró a otros millares en el 2011 para derrocar a Hosni Mubarak. También hubo muestras de rechazo, lo que ocasionó enfrentamientos que dejaron al menos 14 muertos y más de 340 heridos.

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“Se instalará un comité encargado de examinar las propuestas de enmiendas constitucionales”, dijo Al Sisi. Durante este periodo se formará un gobierno integrado por “todas las fuerzas nacionales y con plenos poderes”.

Mientras, Morsi denunció un “auténtico golpe de Estado”, en su cuenta de Twitter. “Lo que hicieron es ilegal, no tienen autoridad para hacerlo”, cuestionó uno de sus colaboradores.

Antes del anuncio del Ejército, fuentes de seguridad indicaron que a Morsi y otros dirigentes islamistas se les prohibió salir del país y anoche se confirmó que él y su equipo fueron llevados detenidos al Ministerio de Defensa de Egipto.

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Tras rechazar el ultimátum del Ejército, Morsi intentó hasta el final solucionar la crisis con un gobierno de coalición y de consenso, para organizar las próximas elecciones legislativas.

Una parte lo acusaba de querer instaurar un régimen autoritario favoreciendo a los Hermanos Musulmanes, de cuyo movimiento procede.

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Al Sisi compareció junto con un grupo de personalidades políticas, sociales y religiosas, como el premio nobel de la paz Mohamed El Baradei, que calificó de un “paso hacia la reconciliación nacional”.

El Ejército siempre ha estado presente en los momentos políticos clave del país, lo cual se evidencia en los últimos acontecimientos y en el nacimiento de la actual república tras un golpe encabezado por el entonces oficial Gamal Abdel Nasser en 1952.

El ente castrense desempeñó un papel primordial en la revolución que derrocó a Mubarak y también como garante para la paz durante la transición hacia un régimen civil.

En el transcurso de la revuelta, que se inició en enero del 2011 y causó más de 800 fallecidos, el Ejército encabezó intensas negociaciones hasta convencer a Mubarak de que abandonara su cargo.

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El año de gestión de Morsi (desde el 30 de junio) estuvo marcado por la polémica. En noviembre, por ejemplo, decretó unilateralmente mayores poderes para sí mismo, declaró sus decisiones inmunes al control judicial y prohibió que los tribunales disolvieran la Asamblea Constituyente y la Cámara Alta del Parlamento. La medida desencadenó protestas, que aumentaron cuando en diciembre los manifestantes exigieron la cancelación de un referéndum y la redacción de una nueva Constitución.

Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Sudán y organismos como la ONU y Amnistía internacional desearon una rápida vuelta de Egipto al proceso democrático.