El papa Francisco desaprobó la ordenación de hombres casados para abordar la falta de sacerdotes en la Amazonía. Así se informó la semana pasada. En el documento denominado Amada Amazonía no mencionó las recomendaciones de los obispos de la región para considerar la ordenación de hombres casados y mujeres como diáconos. Monseñor Luis Cabrera, arzobispo de Guayaquil, dice a este Diario que el tema es “complejo, que requiere de un mayor estudio no solo desde el punto de vista pastoral...”.

¿Qué cree que lo motivó al santo padre para tomar esta decisión?

En la exhortación, el papa no hace referencia a la posibilidad de ordenar sacerdotes casados, según mi opinión, porque es un tema complejo que requiere de un mayor estudio no solo desde el punto de vista pastoral (llenar el vacío actual de sacerdotes), sino también histórico, bíblico y teológico, teniendo en cuenta que, en el rito oriental, la Iglesia católica admite y valora la ordenación de sacerdotes a personas que han contraído matrimonio.

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¿Según su experiencia, por qué un hombre casado no podría ordenarse como sacerdote?

Más que centrarnos en si podría o no ordenarse un hombre casado, es necesario considerar lo siguiente: si bien, en el inicio de la Iglesia y hasta algunos siglos más tarde, algunos casados fueron también sacerdotes, con el pasar del tiempo, el sacerdocio fue entendido no solo como una función cultual o una actividad pastoral más, sino como un estilo de vida que implicaba una entrega total a Cristo y a la Comunidad o Iglesia; una vocación que debía ser asumida libre y conscientemente y no tanto como una disciplina eclesiástica.

Considerando la falta de sacerdotes en la Amazonía, ¿cuál cree que es la solución o cómo se podrían llenar esos espacios, además de rezar por más vocaciones sacerdotales y enviar a misioneros a la región, como lo ha pedido el papa?

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En primer lugar, hay que recordar que dentro de la Iglesia existen muchas vocaciones y servicios o ministerios. El sacerdocio sin dejar de ser necesario e imprescindible para la celebración de la eucaristía y la absolución de los pecados, no es el único. Es necesario por ello redescubrir la riqueza de los ministerios en todas las vocaciones, particularmente en la vida laical y religiosa, que si bien no sustituyen al sacerdocio, ayudan al crecimiento de la comunidad, de donde surgirán las vocaciones sacerdotales.

¿Por qué cree que hacen falta sacerdotes en la Iglesia católica?

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Entre los factores que explicarían la falta de sacerdotes están la poca valoración moral y espiritual del sacerdote en la Iglesia y en la sociedad, debido a las campañas de desprestigio que, en estos últimos tiempos, se han llevado al señalar únicamente los aspectos negativos. Del mismo modo, incidiría mucho el mal testimonio de algunos sacerdotes que no viven su vocación con pasión y entrega.

El papa ha mencionado que el papel de los laicos y las religiosas debería ser mayor y "asuman responsabilidades importantes para el crecimiento de las comunidades", ¿cómo motivar a los laicos y religiosas para que asuman esas responsabilidades?

Los laicos y las religiosas están llamados a tomar conciencia de su identidad y misión en la Iglesia y en la sociedad, a partir de su consagración bautismal. Por lo tanto, no son cristianos de segunda o tercera categoría. Esta conciencia les ayuda a resituarse en la Iglesia y a descubrir sus propios ministerios que se complementan con los de la vida sacerdotal.

Hay grupos que abogan por la ordenación sacerdotal y un papel más importante para las mujeres en la Iglesia, y el papa ha dicho que su negativa a la ordenación de mujeres les evita el riesgo de ser “clericalizadas” o colocadas en un pedestal, ¿concuerda con esta opinión del papa, la mujer no podría cumplir el mismo rol que un hombre en el sacerdocio?

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El papel de la mujer en la Iglesia y en la sociedad casi siempre se lo ha visto en relación con la del varón, lo cual es una posición, según mi parecer, equivocada. La mujer tiene su propia identidad y misión en la Iglesia y en la sociedad, diferente a la del varón. Por lo tanto, los ministerios o servicios de la mujer no deben ser tratados en relación, en este caso particular, con el sacerdocio confiado al varón. En este sentido, la pretensión de clericalizar a la mujer, lejos de ponerla en el mismo lugar, la empobrece o le quita la esencia de su ser y su aporte queda ensombrecido. La mujer tiene sus propios espacios en la Iglesia. Lo que tenemos que hacer es reconocer, valorar e integrar su presencia en toda la misión de la Iglesia. (I)