Con migas de pan y uvas consagraba en la cárcel el jesuita lituano Sigitas Tamkevicius. Fue arrestado por las autoridades soviéticas en 1983.

“Su historia se encuentra narrada en el libro El baile tras la tormenta, de José Miguel Cejas, y el periodista Andrea Tornielli narra en el diario italiano La Stampa cómo pudo sobrevivir a las torturas y no traicionar a sus compañeros sacerdotes”, informa el portal www.religionenlibertad.com.

En La Stampa se indica que, según la versión de Tamkevicius, él participaba en el Comité para la Defensa de los Creyentes y era uno de los redactores de ‘La Crónica de la Iglesia Católica en Litunia’, este último era cuestionado por las autoridades en los 80.

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“Decidimos escribir textos que consolaran a los católicos lituanos y que dieran a conocer nuestra situación en el Occidente: no podíamos ofrecer catequesis ni conferencias, ni evangelizar de ninguna otra manera. En las pocas misas que nos permitían había espías del gobierno que tomaban apuntes de las homilías y vigilaban a las personas que no fueran los ancianos de siempre; no se podían ni construir ni reparar las iglesias”, contó el sacerdote a La Stampa.

Durante ese diálogo, Tamkevicius contó que luego de su arresto ocho agentes lo interrogaban todos los días, duró seis meses. “Horas y horas de preguntas, en una sucesión constante de examinadores ‘buenos’ y ‘malos’. Dios me dio la fuerza para no traicionar a ninguno en ese periodo terrible, ni siquiera en los momentos de mayor debilidad”, dijo, y agregó que durante el tiempo que estuvo preso rezó “intensamente” y que Jesús no lo dejó solo.

De acuerdo con el actual emérito de Kaunas (ciudad de Lituania, a veces le dicen que no entienden cómo logró, pensando que superó toda esa situación gracias a sus fuerzas. “Pero no es así. En la cárcel logré comprar algunos pedazos de pan y confirmé que era de trigo. Solo me faltaba el vino; en una carta pedí a mi familia una uva pasa seca. Desde entonces, solamente tenía que encontrar un buen momento, sabiendo que mi compañero de celda, como normalmente sucedía, era un criminal común al que le prometían reducir la pena si les hubiera ofrecido informaciones comprometedoras sobre mí”. (I)