Quedó cautivado con los carros clásicos desde que empezó a ver programas de este tipo de autos en History Channel. Pedro Fuentes, comerciante, no resistió a su afición y se compró un Chevrolet Bel Air de 1954 hace cinco años, para salir a pasear con su familia o ir a compromisos especiales; sin embargo, desde el año pasado, por la “crisis”, incursionó en el mercado con Rental Classic, un negocio de servicio de traslado de novias, que cada vez tiene más demanda en el sector.

Está impecable, no pasa desapercibido ni en la calle ni en las iglesias, está en las fotos formales y selfies de Instagram, y pocos se resisten a la tentación de tocarlo. La gente que lo observa exclama: ¡Que buen carro! ¡,Eso es un auto de verdad!

La admiración por su vehículo es lo que más llena de entusiasmo a Pedro, quien invirtió cerca de 20.000 dólares para la restauración. Dice que sabe que tiene un “juguete” que no vendería a nadie porque lo hace feliz tenerlo. “Yo tengo un negocio de videojuegos, las ventas habían bajado un 50%, tenía que empezar a pensar en un segundo negocio, mis familiares me hicieron ver que el carro me servía porque muchos me pedían que se los alquilara para bodas. El carro me mantiene ocupado, me genera el ingreso de algo de dinero y me nivela la economía”, dice.

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El auto retira a la novia del hotel o de la casa, luego la lleva a la iglesia y después traslada a los recién casados al hotel.

Cuando Pedro habla de su carro muestra un brillo en los ojos como el que tiene un niño cuando recibe un videojuego nuevo. “Buscando el sueño, Dios lo cumple. Yo nunca imaginé comprar el carro que siempre quise”, dice.

El hombre de 60 años cuenta emocionado que su carro lo encontró a través de los Clasificados de EL UNIVERSO, que era de un adulto mayor de La Atarazana que vendía la “reliquia” . Lo compró en $ 3.000 y lo llevó a un taller para empezar la restauración, que duró un año.

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Frunce el ceño cuando recuerda que fue toda una aventura buscar cada pieza del auto por internet, porque aquí no había repuestos. “Todos se unieron para apoyarme buscando y poco a poco iba comprando. Fue hermoso el apoyo que recibí de familiares”, evoca Pedro, quien se dedica al comercio desde hace unos 30 años.

Las llantas las trajo por unidad en maletas de tela de Estados Unidos; son radiales con franjas blancas y recorren hasta 80 kilómetros por hora.

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“El clásico es como una lotería, si es para uno le llega. Yo cuido demasiado mi carro, al comienzo solo era para salir con mi esposa en fechas importantes como San Valentín, las fiesta de Guayaquil y Navidad”, indica.

En el negocio maneja el carro o contrata un chofer para dar el servicio de traslado en los matrimonios eclesiásticos desde junio del año pasado. El costo del contrato con los clientes es de $ 300, incluye un arreglo floral con el que adorna el vehículo

Su aprecio por el carro lo demuestra durante los 45 minutos que pasa lavándolo. “Lo lavo con champú alemán, lo dejo mejor que cualquier lavadora porque yo lo hago con amor, el champú cuesta unos ocho dólares”, comenta Pedro.

Y es que le gusta ver con brillo a su auto de color beige. Por cromarlo paga $ 800, esto lo hace cada tres años.

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Prefiere no ahondar mucho en el desglose de los gastos que tiene su vehículo, porque dice que lo disfruta y hasta sueña con tener otro carro, debido a que tiene gran demanda de su servicio. “A veces se me cruzan eventos. Al momento tengo fechas separadas hasta noviembre. Con seis meses de anticipación ya pueden hacer reserva los clientes”.

Es el tercer propietario del auto, la persona a la que se lo compró había adquirido el carro con dos años de uso. “Antes de él, el dueño fue el suegro de Juan Marcet, un español que lo compró nuevo”, cuenta Pedro.

Ha tenido propuestas de venta de hasta $ 25.000. “Pero no lo vendería porque nadie conoce el centenar de horas que costó restaurarlo”, señala. Cuando lo compró estaba con la pintura desgastada, vidrios amarillentos y cuarteados, con máquina y muebles deteriorados.

Su carro está en un garaje en su casa, en Los Ceibos, protegido con dos lonas, a su lado está otro vehículo que usa a diario, al que le dice “el normal”. Desea que el clásico lo herede algún nieto que lo vaya a cuidar como él. (I)

Dicen de él Le va muy bien porque es amable y responsable. Muy emprendedor y preocupado de dar un buen servicio porque hasta tiene aire acondicionado”.Elisa León, Amiga