En el béisbol todas las acciones de cada juego, temporadas y campeonatos quedan registradas, contabilizadas y cuantificadas. Tanto de manera individual como colectiva, esos datos sirven para establecer récords, tendencias y proyecciones.

Cuando ya falta muy poco para terminar la temporada regular y están por empezar los playoffs, se puede decir que este año ha habido un repunte de los jonrones y de los ponches, que son dos de las acciones más aplaudidas y promocionadas de las Grandes Ligas.

El cuadrangular es la acción que genera grandes emociones, mucho más cuando son para empatar o ganar; y los ponches símbolo del dominio de un lanzador sobre las mayores amenazas que representan un bateador en su enfrentamiento permanente en un juego.

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Tras dos décadas de la llamada ‘Era de los esteroides’, que produjo un aumento inusitado de marcas y de largos batazos de cuatro esquinas, muy criticada por la opinión pública, y que necesitó de investigaciones y acciones del Congreso de Estados Unidos, el béisbol está recobrando su pureza y grandeza.

La MLB ejerció mayores y constantes controles con sanciones más duras que están dando resultados. Los peloteros tienen, en sus contratos, la obligación de someterse permanentemente y rigurosas pruebas que antes el mismo sindicato de jugadores no permitía.

Lo cierto es que este año ha aumentado la cifra de jonrones. La temporada anterior se dispararon 5.610 cuadrangulares, con un promedio de 2.31 por partido. Ahora pasarán de los 6.000 y el promedio subirá a 2.53. 107 siete jugadores han bateado 20 o más en este año superando las dos ultimas campañas.

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Entre las razones de este aumento se pueden mencionar que casi todos los beisbolistas salen al cajón de bateo con la intención primaria de buscar conectar un jonrón. Los peloteros son más grandes y fuertes, hacen estudios biomecánicos, revisan muchos videos, toman entrenamientos extras. Por eso el renacer Giancarlo Stanton, de los Marlines, que lleva 57 bambinazos; y el inicio sensacional de toleteros que empezaron a romper la pelota como Aaron Judge, de los Yankees; con 50, Cody Bellinger, de los Dodgers, con 39 y Khris David de los Atléticos, con 41.

Esto ha producido la disminución de lo que muchos llaman el ‘juego chiquito’, es decir, robos de bases, pocos toques, muy pocas veces se usa el llamado ‘bateo y corrido’ y se deja a los bateadores hacer muchos swings. “Parece que la pelota se eleva más y viaja más lejos que en años pasados”, dice Paul Molitor, mánager de los Mellizos de Minnesota.

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También se incrementaron los ponches. Este año se han aumentado a más de 40.000, respecto a los 38.000 del 2016. Es verdad que emocionan los largos tablazos, pero también hay que familiarizarse con los ponches. Uno de los más notables jonroneros de las últimas décadas fue Reggie Jackson, comentó: “No me gustaban mucho los ponches, pero yo me comí muchos. Era el rey del ponche”. Llegó a sumar 2.597 en su carrera (171 en 1968).

Entre las razones por el auge de los ponches está el aumento de la velocidad de los lanzamientos, que este año promedian 156 kilómetros por hora, un gran incremento en comparación con el 2016: 148 km/h.

Es que ahora se juega al máximo siempre. Los lanzadores tiran más fuerte. Los relevistas llegan cuando el juego está en desarrollo con gran control y altas velocidades que buscan no solo dominar, sino ponchar en cada oportunidad.

Las Grandes Ligas, preocupada por el crecimiento de los jonrones y ponches, pidió a la Universidad de Massachusetts y al profesor de Física de la Universidad de Illinois, Alan Nathan, que estudien, revisen y analicen la calidad de pelota. Concluyeron que el instrumento básico del béisbol sí cumple con todas las especificaciones establecidas en el reglamento.

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Rob Manfred, máxima autoridad de la MBL, expresó: “Nunca hemos dicho que es imposible que pueda existir algo que no hayamos detectado. Lo que queremos decir es que estamos haciendo mucho más, con mayor frecuencia y sin ser muy predecibles y con mejores controles”. En consecuencia, estamos frente a este nuevo periodo con más de jonrones y ponches, que de mantenerse nos podría hacer atestiguar una nueva generación, con nuevas historias y con nuevos protagonistas. (O)