Hugo Buitrago es, desde hace 30 años, un próspero empresario futbolístico que ha llevado muchos jugadores a España e Italia. Un sujeto querible por sobre todas las cosas. Tiene un pasado breve y no muy glorioso como arquero. Apenas llegó a atajar dos partidos en Temperley y ocho en Sarmiento de Junín, ambos en la B. Fue suplente en algún que otro club del ascenso y, visto que tenía mejor porvenir en otra actividad, largó los guantes. Digamos que tenía más vocación que reflejos. Eso sí: jamás se ha visto un golero prepararse con tanto ahínco y semejante seriedad para cumplir su tarea.

Hugo llegaba con mucha antelación al vestuario, usaba los mejores guantes, se vendaba como nadie, su buzo era por lejos el más llamativo, se ponía rodilleras, tobilleras, musleras... Se masajeaba, elongaba, se frotaba con linimento, se ponía una vincha (cintillo) en la frente para que su nutrida cabellera no le estorbara la visión y evitar que la transpiración, con su salitre, le nublara los ojos. Usaba la ropa más liviana para sentirse ágil. Se llevaba una cantimplora con agua que guardaba detrás del arco, por si le venía sed en medio del partido, marcaba el área con rayas para saber en cada jugada dónde estaba ubicado... En lo previo, fue un fenómeno del arco. El problema venía después... Por eso, Héctor Bambino Veira, gran amigo de Hugo Buitrago y su compinche de la noche en aquellos años, con la chispa que lo caracterizaba le decía a todo el mundo:

-Buitrago es el mejor arquero del mundo... Hasta que empieza el partido.

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Lo gracioso es que Veira lo decía delante del propio Buitrago, quien no podía menos que reírse a carcajadas.

Quien sí parece ser el mejor arquero del mundo cuando empieza el partido es Wuilker Faríñez, el chico venezolano de 19 años que asombró a Sudamérica en los recientes partidos de la eliminatoria. “Tiene mucho futuro”, hemos escuchado decir. Indiscutible; el tema es que además tiene mucho presente. Lo que califica a un futbolista es el rendimiento y no vemos en las otras nueve selecciones sudamericanas un golero que lo supere. Aun con el respeto reverencial que nos merece David Ospina, extraordinario por actitud, reflejos y actuaciones, no alcanza el nivel casi heroico de los partidos de Faríñez.

Que se trata de un caso de precocidad fabuloso lo reflejan dos datos: con 16 años debutó en el Caracas FC, con 17 Noel Sanvicente lo llevó a la Copa América de Chile, aún con 17 se estrenó en la Copa Libertadores con dos buenas presentaciones ante Huracán. Y apenas apagadas las velitas por sus 19 se adueñó del arco venezolano en la eliminatoria. Rubricó cada paso de ese ascenso fulminante con desempeños excepcionales y una serenidad de asombro. Lo venimos siguiendo desde los Sudamericanos Sub-15 y Sub-17, descolló en el Mundial Sub-20, donde fue subcampeón, y seguimos opinando lo mismo que hace unos meses: Kylian Mbappé y Wuilker Faríñez son las dos grandes apariciones del fútbol mundial. Agregaríamos al notable zaguero holandés Matthijs de Ligt, quien deslumbró en la final de la Europa League. Hablamos de una franja etaria de 18 a 19 años; ambos son clase 98. Pero buscamos otras revelaciones de 20 a 21 años y no advertimos. Apenas Ousmane Dembelé, el francesito de 20 años por el cual el Barcelona apiló sobre la mesa 105 millones más el compromiso de 40 en variables. Ha exhibido una indescifrable habilidad en el Dortmund, pero aún está en el casillero del puede ser, del vamos a ver.

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A como se ha puesto el precio de las transferencias, no es en absoluto disparatado que el PSG haya invertido 180 millones en Mbappé, su techo es altísimo y ya da pruebas de que será una estrella por más de una década. Lo extraño es que no se supiera de ofertas por De Ligt, ubicado en el centro del ojo europeo, o que haya cerrado el mercado y nadie se haya interesado por Faríñez, cuya tasación no debe ser todavía demasiado onerosa. Sucede también que Faríñez sufre por portación de pasaporte: muchos escuchan de él y lo primero que esbozan es “Y… pero es venezolano”. Como si no pudiera surgir de Venezuela un crack mundial.

Pero estamos frente a un talento que se da muy esporádicamente. Escarbamos en la memoria y no encontramos otro arquero que a los 18 y 19 años haya exhibido tan extraordinarias condiciones, que diera tal seguridad en el puesto y que se convirtiera en superfigura desde el primer momento en que le tocó actuar. “Tenemos arquero para veinte años”, aseguró Rafael Dudamel, y uno rápidamente piensa ¿no exagera…? Pero Gianluigi Buffon tiene 39 y sigue como referente de la selección azzurra. Lo que tapó en los últimos días ante Colombia y Argentina hasta podría incidir en el resultado de la eliminatoria. Sin él, muy posiblemente Colombia y Argentina hubiesen derrotado a Venezuela y la tabla mostraría otro ordenamiento. Solo por su presencia, Venezuela ya tiene aspiraciones de llegar al Mundial Catar 2022.

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Las condiciones naturales para el puesto están completamente fuera de lo normal: agilidad felina y reflejos eléctricos. Y además, una seriedad que le miente al documento, también una actitud proactiva ante cada jugada cercana a su área; no espera a ver qué pasa, actúa, anticipa, sale sin miedo a cortar los centros altos, es fuerte físicamente y de la cabeza. Ofrece la garantía de que será la figura el próximo partido, y el siguiente, y el otro… Uno imagina el pensamiento del entrenador de arqueros del Caracas y de la Vinotinto: “¿Qué le mejoro a este chico…?”.

Una nota de prensa dice que a sus 14 años hizo una prueba en el Real Madrid y lo rebotaron por su baja estatura. Hoy mide 1,81, nada llamativo para un guardameta, pero lo que vale es qué hace Faríñez con ese metro ochenta y uno y qué los otros con 1,90 o más. La eficiencia la marcan las cualidades, no el largo. Hay cientos de porteros de 1,90 que no tienen juego aéreo, permanecen clavados en la raya en cada centro, no se atreven a salir. Lo mismo acontece con su excesiva juventud: se duda. Pero lo que define a un jugador es lo que juega. ¿O Dudamel debe sacar a Faríñez y poner a otro solo porque tenga 24 o 25 años…?

Fundamentalmente, Faríñez es un fabuloso evitador de goles, que es la función del número uno. Después, si ordena la defensa o tiene buen juego de pies, lo conversamos más tarde, en las que van al arco es un iluminado. No obstante, siempre hay margen de evolución, también un proceso de maduración del que no estará exento Faríñez. Sería extraordinario que pasara a un club más grande y se encuentre con maestros que le aporten nuevos elementos y lo enriquezcan. Pero ya está en la ruta de los muy grandes. (D)

 

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Faríñez sufre por portación de pasaporte: muchos escuchan de él y lo primero que esbozan “y... pero es venezolano”. Como si no pudiera surgir de Venezuela un crack mundial.