El título de esta columna no es muy original. Corresponde a una película argentina y a una canción mexicana, pero calza bien para analizar la triste realidad de una casi segura eliminación de nuestra selección de fútbol en el empeño de lograr un cupo para Rusia 2018.

Para los que tienen optimismo ilimitado Ecuador aún tiene “posibilidades matemáticas” de llegar al menos al repechaje. La expresión es casi un sinónimo de ninguna probabilidad, pues deben darse hechos y resultados que más bien anticipan el fracaso. Nuestra Selección carece de una idea de juego, está muy mal dirigida y los futbolistas han mostrado una indolencia y falta de actitud reprochables. Los dirigentes –igual de indolentes– se acuerdan, cuando andamos por los suelos, que hay que cambiar de director técnico, como si el que llegue podría variar en dos fechas todo lo que se hizo mal desde el principio.

Todo el Ecuador futbolero ha cargado las tintas sobre Gustavo Quinteros, a quien responsabilizan del fracaso, pero es importante que cambiemos esa visión de cíclopes y pongamos a cada segmento en su lugar. El entrenador argentino tiene una enorme dosis de culpa en este rato amargo por el que pasa nuestro fútbol, pero no es el único que ha fallado en su tarea tan bien remunerada y tan poco acertada. Los directivos se equivocaron al contratarlo; los jugadores no creyeron en él, pero no tuvieron el coraje de decirlo y prefirieron tirarse ‘a la marchanta’, como en el tango, sin voluntad alguna para superar las deficiencias estratégicas y tácticas, los errores en las convocatorias y las alineaciones.

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Antes, cuando un equipo advertía que el planteo del técnico era errado, los dos o tres líderes del equipo se encargaban de innovar en la cancha. Jorge Valdano dice que en el fútbol de hoy hay muchos violinistas obedientes y muy pocos directores. En la Tri hay líderes solo para pelear los premios y dirigir el reparto del dinero, algo que después del Mundial 2014 motivó agrias disputas entre los jugadores.

La nominación de Quinteros para conducir a Ecuador fue un error. Solo la hipocresía pudo sostener la máscara en la cara de los dirigentes. Cuando la FEF cesó a Rueda, el entonces presidente, Luis Chiriboga, dijo públicamente que su preferencia iba hacia Edgardo Bauza. También mencionó a Pablo Repetto y Matías Almeyda. Cuando ellos no aceptaron la propuesta, el vicepresidente Carlos Villacís (fiel escudero de Chiriboga durante 18 años) promocionó a Jorge Fossati. El uruguayo se excusó y recién apareció Quinteros como última opción.

¿Qué antecedentes tenía Quinteros para ser elegido? Sostengo que ningún dirigente examinó la trayectoria del fracasado técnico. Se lo contrató a falta de otros nombres más apropiados por su campaña en Emelec, equipo al que llevó a un bicampeonato. No se pensó en nada más. Si alguno de los directivos de la Ecuafútbol o de la Comisión de Selecciones hubiera hurgado en internet se habría enterado de que en Bolivia había sido campeón con tres clubes, pero que la personalidad autoritaria, despótica, de malos modales y de conducta conflictiva lo condujo a Quinteros a serios problemas. Con el mismo desacierto de la FEF, los bolivianos lo llevaron a su selección. Su paso será recordado siempre por sus constantes peleas con los jugadores, con los directivos, con otros colegas, con los árbitros, con los periodistas y con su propia sombra.

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Con la selección altiplánica jugó 18 partidos oficiales, perdió diez, empató seis y ganó dos. Fue una prueba de que a nivel de clubes podía hacer las cosas, pero que le faltaba mucho para liderar una selección. Su final con Bolivia llegó cuando en un encuentro entre el combinado de ese país y Chile insultó gravemente al árbitro ecuatoriano Alfredo Intriago. Fue tal la conducta desorbitada de Quinteros que la Conmebol lo suspendió por tres meses. En esa condición estaba cuando lo contrató Emelec, en el 2012, pero no pudo salir al campo de juego sino hasta dos meses después.

Cuando Ecuador le ganó a Argentina en el estadio de River Plate y consiguió luego ser líder en el 2015, con puntaje perfecto, el entorno de la Selección se llenó de soberbia y autosuficiencia. Al pedido de razones para la declinación en el rendimiento del plantel, en junio del 2016 Quinteros lanzó una andanada de insultos contra los pocos periodistas críticos y para la afición. “No le hago caso a la gente que no entiende de esto y a algunos idiotas que dicen que esta no es el mismo Ecuador de octubre del 2015”, aseguró. No ocurrió una vez sino varias en las que el entrenador puso en evidencia su poca educación y urbanidad. La Federación Ecuatoriana de Fútbol y sus dirigentes guardaron silencio. Nadie le llamó la atención. Con su mutismo respaldaron los agravios vertidos por Quinteros.

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Tan poco aprecio han tenido por Quinteros los dirigentes de la FEF (los de hoy son los mismos de antes, salvo Chiriboga) que cuando nuestro país fue a la Copa América 2015 en Chile, al perder Ecuador ante los dueños de casa y Bolivia, Luis Chiriboga envió emisarios a Buenos Aires para tratar de convencer a Bauza. Telefónicamente el mandamás de la Ecuafútbol llamó a Luis Fernando Suárez para que deje Universitario de Deportes y tome un avión de Lima a Santiago. Ninguno de los dos quiso aceptar la oferta y Quinteros debió continuar.

La Selección continuó su descenso al punto de ganar solo 8 puntos en 2016 y ninguno en lo que va del 2017. En septiembre de 2016 ya no era un secreto que el camerino era un ring de boxeo y que el compromiso de los jugadores para con la divisa tricolor no existía . ¿Qué hicieron los dirigentes? En ese mes Villacís y su círculo áulico se reunieron con Quinteros.

Se pensó que allí se pondría freno a tanto desacierto, pero todo terminó en abrazos. Estas fueron las palabras del titular de la FEF: “(Ha sido) Una reunión frontal, como tienen que ser las cosas. Él sabe lo que pienso, él me expuso su criterio. Coincidimos en que debe haber modificaciones. Respaldo total a nuestro técnico, estoy seguro de que con Gustavo clasificaremos al Mundial. Como presidente –y el directorio, confió en su capacidad–; es un hombre de fútbol y exitoso. Ha acatado los cambios que se deben realizar”. Todo fue mentira y sueño.

¡Que nadie se baje de la camioneta a esta hora de desilusiones! Da lo mismo quién dirija a la Selección. Con futbolistas apáticos y con directivos irresponsables no hay cómo escapar al fracaso. Que Quinteros y los jugadores devuelvan la plata. Que Villacís y sus subordinados renuncien. Que se abra otro panorama para nuestro fútbol, tan necesitado de aire limpio. (O)

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En nuestra Selección hay líderes solo para pelear los premios y dirigir el reparto del dinero, algo que después del Mundial de Brasil 2014 motivó agrias disputas entre los jugadores.