Permítanme una ligera referencia antes de entrar en el tema. Vivimos en el periodismo deportivo una época en que escasean los críticos y menudean los abyectos, los aplaudidores, los silenciosos ante cualquier desafuero en espera de un favor del poderoso de turno. Sea un viaje, una invitación a una cena o un cebichito luego de una cita en la que el dirigente despotrica contra los periodistas que osan desenmascararlos.

Hay los que llevan escrito en un papelito lo que les ordenaron decir. Un directivo, que aspira a una alta función política, lució indignado por un juicio severo sobre su conducción. Lleno de euforia, un paje de micrófono pidió la palabra y leyó: “Presidente, lo apoyamos. Como alguien dijo: 'Ladran Sancho, señal de que cabalgamos'”. El dirigente que le había escrito la polla sonrió satisfecho. “Usted sí es un periodista constructivo”, le aseguró. Cuando el opinador salía con su tarrina, tras la rueda de prensa, un colega lo elogió: “Te luciste. Eso es del Quijote, escrito por Miguel de Cervantes (por la frase que por cierto no existe en libro)”. “Claro –contestó intentando poner cara de inteligente–, lo conozco. Es el dueño de la Librería Cervantes”.

El actual presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol (FEF) es otro que no resiste la menor alusión a sus desatinos. Tiene pretensiones de infalibilidad que son nuevas porque durante los 17 años en que fue vicepresidente de Luis Chiriboga Acosta, y este hacía lo que le daba la gana, no se le conoció la voz. Convoca también a ruedas de prensa, pero cuando su coro tarrinero está alineado, no acepta preguntas. Los del coro tampoco las harían no solo por sus limitaciones intelectuales, sino porque podrían perder el número premiado de la lotería.

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Precisamente el presidente de la FEF ha tenido dos feos resbalones en estos días. El primero fue su séptimo llamado de la Fiscalía para que acuda a declarar en la denuncia por supuesto tráfico de personas, hecha hace un año, y cuyos detalles fueron revelados por EL UNIVERSO en la edición del miércoles 2 de agosto pasado. Lo extraño es que el fiscal ya lo ha citado seis veces y hasta amenazó con hacerlo acudir a su despacho con intervención de la fuerza pública, aunque luego revocó la medida por presiones, según el denunciante Xavier Burbano, miembro del Consejo de Participación Ciudadana.

Vea también: Presidente de la FEF, molesto por comentario de miembro de Participación Ciudadana

Otro de los capítulos insólitos de estos casos –que fueron bautizados como los de los Niños con bigotes– es la explicación del presidente de la FEF, quien se defiende alegando que no ha podido cumplir con la obligación legal por “problemas de agenda”, pues justo estaba ocupado cuando lo llamaban a declarar. Habrá que tener en cuenta estas razones, pues en el futuro los jueces o los fiscales deberán consultar a los reos, imputados, indagados o testigos si su “agenda” les permite la cortesía de acudir a las judicaturas o despachos fiscales.

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Villacís dice que él y la Ecuafútbol han estado siempre dispuestos a colaborar, pero el denunciante Burbano lo desmiente: “Fui ingenuo al creer que el presidente de la FEF impulsaría investigaciones que tocaran los intereses patrimoniales de los clubes. Él nos ofreció su apoyo y quedó en palabras, nada más. Lo han llamado seis veces a declarar y no ha ido. Recuerde usted que antes de esta denuncia le pedimos información y no colaboró sino hasta cuando una jueza se lo ordenó (bajo amenaza de ser destituido) al imponer nosotros un recurso de acceso a la información, lo que sirvió de base para las denuncias”.

Mientras, Álex de la Torre –ejecutor de las órdenes de Chiriboga Acosta contra los que discrepaban de su política, y hoy vicepresidente de la FEF– reconoce que cuando presidía la Comisión de Disciplina conoció denuncias de trata de personas, pero que no fueron llevadas a las autoridades judiciales “porque no era de su competencia”. Conocer de la comisión de un delito y no denunciarlo a la justicia ordinaria equivale a coadyuvar a la ejecución de ese delito.

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En una columna anterior nos referimos al contrato de concesión de los derechos de televisión del campeonato nacional de fútbol entre la FEF y las empresas de Paco Casal, siempre famoso por sus travesuras. Nada menos que el actual presidente de la Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez –en una reunión del 26 de julio pasado en la que estaban todos los presidentes de las federaciones sudamericanas–, exclamó: “¡Es importante que lo escuchen y lo repitan. Se acabó. Acá ya no hay lugar para trampas. No hay lugar para los Burzacos, los Jinkis o los Casales”. Para refrescarles la memoria Alejandro Burzaco, Hugo Jinkis y Mariano Jinkis son los exsocios de Luis Chiriboga, quienes manejaron el esquema de corrupción de sobornos en la Conmebol, cuyos detalles se conocieron gracias al escándalo de la FIFA. Los que Domíguez quiso decir es que el gansterismo había terminado, poniendo en ese plano a los tres sujetos citados y a Paco Casal, actual socio comercial de la Ecuafútbol.

La entidad que maneja nuestro balompié firmó con este sinuoso y resbaladizo Casal un acuerdo cuyo valor, por los próximos diez años, es de casi $ 300 millones. Domínguez criticó a la empresa GolTV –llamado desde ya “el canal del fútbol ecuatoriano”– y trató con inusitada dureza a su dueño, el uruguayo Casal, al que encasilló dentro de un grupo de “enemigos del fútbol”, junto con Burzaco y los Jinkis, exdirectivos de Torneos y Full Play. “Tenemos una empresa como GolTV, que tiene un contrato de $ 10 millones con la Conmebol y en su segundo año de contrato ya no lo cumplió... y sin embargo está firmando con otras asociaciones miembros”, reprochó Domínguez, mientras los dirigentes ecuatorianos miraban hacia otro lado.

Pero no fue Casal quien salió a contestar al presidente de la Conmebol, sino Villacís, titular de la FEF, defendiendo el contrato y la transparencia de la licitación (aunque DirecTV afirma que nunca concursó, como dice la FEF), las garantías de la operación y la seriedad de GolTV, de la que asegura pagará puntualmente sus obligaciones. Esto último es muy discutible. Casal ha tenido graves problemas judiciales en todos lados, incluido su país; ahí, la Dirección General Impositiva lo enjuició por defraudación tributaria y lo conminó a pagar $ 100 millones, acusándolo penalmente y embargándole cuentas y bienes. En los diarios uruguayos es fácil encontrar los detalles de esa acción. Casal acudió a sus buenos amigos, los expresidentes Tabaré Vázquez y Pepe Mujica, quienes, a través de sus funcionarios, le rebajaron la deuda a $ 10 millones y más tarde consiguieron que al empresario lo absolvieran con el consiguiente escándalo nacional.

¿No será oportuno que alguien, desde las esferas del poder, investigue este contrato de $ 300 millones que firmó la FEF con un personaje tenebroso y las circunstancias en que se lo adjudicó y suscribió?

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¿No será oportuno que alguien, desde las esferas del poder, investigue el contrato de $ 300 millones entre la FEF y un tenebroso personaje y las circunstancias en que se lo adjudicó y suscribió.

(O)