Me imagino que más de uno de los asistentes debieron sonrojarse con las expresiones del presidente de la República, Lenín Moreno, cuando se refirió a la falta de apoyo a la marchista Glenda Morejón, quien participó en condiciones desfavorables y logró la medalla de oro en los 5.000 kilómetros en el Mundial de Atletismo sub-18.

Este ejemplo que le tocó vivir a la joven atleta se produce muy a menudo en nuestro país, debido a que no hay un seguimiento severo y minucioso de los jóvenes y porque la política deportiva-administrativa del país es que primero ganen medallas para incorporarlos al alto rendimiento y porque falta un plan de detección de talentos que deben surgir de los programas de masificación en cada una de las disciplinas.

Por esas casualidades del destino, hace pocos días en una sesión de trabajo del Ministerio del Deporte con la prensa, en la que la titular Andrea Sotomayor dio a conocer el Plan Decenal, los centros de alto rendimiento, reformas a la ley, etc., dentro del conversatorio le pregunté al asesor ministerial Eduardo González: ¿Se puede incluir a un deportista al plan de alto rendimiento antes de haber ganado alguna medalla o torneo? La respuesta fue afirmativa. Pasaron tan solo cuatro días para que esta preocupación se confirme.

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Hay dos grandes razones para que haya ocurrido este descuido con Glenda Morejón: No existen verdaderos planes de detección de futuros talentos y especialmente los recortes presupuestarios que han ocurrido en los últimos tiempos.

Hay muchos deportistas que han surgido por generación espontánea y otros como producto de unas campañas sistemáticas de búsqueda de talentos basados en criterios científicos y metodológicos.

Los países más desarrollados en el deporte tienen planes y personal técnico para detectar jóvenes que tienen condiciones para desarrollar el potencial de adaptación al entrenamiento y con capacidad de aprendizaje.

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Para graficar mejor estos conceptos me permito recordar lo que ocurrió en el mundo del béisbol cuando el sistema deportivo cubano detectó a Omar Linares, que a los 15 años tenía la clase suficiente para defender y batear muy bien en el béisbol. Fue incorporado al plan, pasó pronto a integrar la selección nacional juvenil y de inmediato fue titular de la selección de mayores a muy corta edad en medio de extraordinarios peloteros. No solo jugó bien sino que fue la figura clave para que la pelota antillana ganara muchos campeonatos mundiales, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, Atlanta 96 y plata en Sídney 2000, múltiple campeón mundial, panamericano y centroamericano. Jugó veinte series nacionales en las que disparó 404 cuadrangulares.

Fue considerado uno de los mejores peloteros de todos los tiempos. En Atlanta 96 Linares disparó tres jonrones.

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En cada participación internacional era observado por buscatalentos para intentar llevarlo al béisbol profesional. Muchas veces le propusieron desertar y le ofrecieron contratos millonarios; para llegar a la exageración le pasaron un cheque en blanco para que le pusiera la cantidad que él quisiera, pero siempre se negó.

En Colombia, a Mariana Pajón Londoño, de BMX, le detectaron a temprana edad que tenía clase y talento para ganar medallas y la llevaron a unos Juegos Olímpicos como observadora para que vaya sintiendo los rigores de la exigente competencia. Cuando ya pudo competir resultó medalla de oro en Londres y también en Río de Janeiro.

Estas detecciones de los deportistas con talento las deben realizar los técnicos en conjunto con los departamentos metodológicos que cada organismo debe tener. Este es el eslabón perdido.

Otro caso ocurrió cuando apareció en el firmamento del béisbol profesional un pelotero que tenía muchas condiciones y que muy pronto se convertiría en una gran estrella. George Steinbrenner, el exdueño de los Yankees, llamó de urgencia a sus scouts para preguntarles ¿por qué nuestro equipo no detectó a este pelotero? Como no tuvo respuesta lógica, despidió a todos los buscatalentos.

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Según testimonio del medallista Jefferson Pérez, las mayores ayudas llegaron después de que ganó la medalla de oro en Atlanta y desde ese instante le pusieron, como debe ser, un equipo multidisciplinario que incluía entrenador, preparador físico, médico, nutricionista, psicólogo y apoyo logístico.

Lo que el señor presidente de la República no ha de conocer es que a casi todas las federaciones nacionales y provinciales les recortaron los presupuestos por lo que cerraron programas, se cancelaron concentrados y participaciones internacionales. Hay que cambiar muchas cosas en el deporte, como revisar las fuentes de financiamiento, crear incentivos tributarios, promover las reformas de la ley para que no vuelvan nunca más a ocurrir las deplorables condiciones en las que participó la marchista Glenda Morejón.

Nadie puede asegurar que ella siga cosechando triunfos, pero se ha ganado la posibilidad de intentarlo y, por sobre todo, que servirá para revisar muchas cosas que están pasando en el deporte ecuatoriano.

 

La política deportiva-administrativa del país es que primero ganen medallas para incorporarlos al alto rendimiento y falta un plan de detección de talentos.

(D)