El jueves anterior escuchaba el programa Estudio Fútbol, de la estación argentina TyC Sports, donde es insoportable el griterío que arman los periodistas Marcelo Palacios y Gastón Recondo. Son producto de una escuela muy imitada en Sudamérica, según la cual quien más rugidos lanza gana. Me agrada, en cambio, ver los arrebatos de un periodista a quien llamarían en nuestro país ‘antiguo’: Horacio Pagani. También la templanza, sobriedad y buen humor de Leo Farinella, un erudito muy reflexivo.

Recondo y Palacios, que presumen de ‘modernos’, justificaron a Edgardo Bauza cuando declaró que Argentina había jugado “maravillosamente” ante Chile en el Monumental de River Plate y calificó a su equipo con la nota 10. Pagani se irritó, alzó su voz de declamador de letras de tango, trató de ilustrar al par de ‘sabios futboleros’, pero estos replicaron: “Ganamos, Pagani, ¿qué más quieres?”.

El jueves la discusión giró alrededor del tema ‘jugar bien’. Los dos permanentes contradictores de Pagani sostenían que el Barcelona de Lionel Messi lo había hecho muy bien ante Juventus y que solo le faltó el gol. Ni el menos avisado de los espectadores podía concordar con esa opinión. El veterano y experimentado periodista replicó que el rendimiento fue pobre. Neymar, Messi, Ivan Rakitic, Luis Suárez y sus compañeros acusaron un bajón que no se correspondía a la jerarquía y trascendencia del partido. “Messi camina, se ha desdibujado”, dijo Pagani, y estamos de acuerdo.

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Pero luego la discusión volvió alrededor de ‘jugar bien’. Para algunos de los panelistas, especialmente los más bisoños, jugar bien es obtener el resultado. “Si un equipo juega al contraataque y gana, podemos decir que jugó bien”, aseguró uno de ellos. Pagani respondió que si un equipo tiene como sistema el contragolpe debe tener al frente un equipo que ataque. Si no hay que parar la pelea, como en el boxeo, cuando ninguno de los pugilistas quiere ir hacia adelante. Lo primero que debe hacer un equipo si quiere vencer es tener posesión del balón, sin eso no hay juego ni posibilidad de triunfo. ¡Bravo, Pagani! Si tú no destruyes tanto sofisma metido en el comentario, ¿quién lo hará?

En esta misma columna –el 14 de diciembre de 2014– a propósito de una discusión similar, recurrí a una cita de Jorge Valdano que se la he pasado a Pagani. Valdano, como ustedes lo saben, es, probablemente, junto a la de César Menotti, la palabra autorizada de mayor prestigio en el mundo del fútbol. Campeón mundial, crack en Argentina y España, director deportivo y entrenador, autor de libros de deliciosas reflexiones y críticas sobre el clima futbolero, narrador y autor de antologías narrativas de los mejores escritores del mundo sobre el balompié, autor y disertante de libros sobre liderazgo y empresariado. Son títulos que hablan de la versación ‘un poco menor’ que la de algunos comentaristas nuestros.

Cuando le preguntaron sobre el tema Valdano contestó: “Cada lugar del campo tiene su velocidad y su dificultad, todos tocan y se ofrecen. El bordado empieza desde atrás, donde hay que asegurar la salida sin riesgos. El medio centro distribuye con sentido común; los medios de los lados pasan la raya de banda y se muestran en diagonal. El cuarto centrocampista es el transgresor que intenta cosas raras para arriesgar la búsqueda del gol y todos juntos se suman al delantero en la llegada. Maravilloso. ¿Ah, sí? Entonces no pregunte más qué es jugar bien”.

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Barcelona estaba a punto de vencer como local a Botafogo, de Brasil. El técnico Guillermo Almada se vio obligado a hacer ingresar al zaguero Xavier Arreaga para suplir el vacío dejado por la expulsión del colombiano Yefferson Mena, un jugador muy discreto que debe, hace rato, preparar la vuelta a su país. Una jugada desafortunada en un centro provocó el choque del balón con la mano de Arreaga. El árbitro Jesús Valenzuela sancionó pena máxima y Botafogo se encontró el empate a 1.

Los dardos han enfilado contra el joven Arreaga, injustamente postergado para dar a paso a Mena. Todo fue producto del infortunio. No se puede poner una lápida a la naciente carrera de un jugador que fue muy importante en la última coronación del ídolo. La otra arista del partido es la comprometida crítica, casi unánime, de que Barcelona jugó bien y mereció ganar. Y la de que Barcelona tiene un plantel para conquistar esta edición de la Copa Libertadores. Es en Facebook donde encuentro las opiniones más equilibradas, por lo que voy a dejar de escuchar a los cerebrales de la cátedra.

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En el balompié todo es posible, pero los milagros son cada vez más escasos por el cansancio de los dioses futboleros. Barcelona podría llegar a la final copera y, eventualmente, levantar el trofeo. Pero los sueños, para que abandonen las arenas movedizas de las fantasías, deben tener bases firmes. Recién se está jugando la fase de grupos y Barcelona lidera la tabla junto a Botafogo. Pudo tener puntaje perfecto, pero ocurrió lo que ocurrió. Debe pasar a la siguiente ronda si no se produce un terremoto. ¿Viene fácil el camino? ¿Tiene Barcelona un equipo sólido, armónico, eficiente y eficaz? Tenemos dudas. Defensivamente es demasiado vulnerable. La marca es deficiente, el apoyo muy flojo y el armado inexistente. El muy publicitado Damián Díaz es muy normal para un equipo con pretensiones de hacer historia. De tareas de creación no sabe nada, aunque en otras cosas es un maestro. Lo mejor está en la ofensiva con Ely Esterilla y Marcos Caicedo, aunque Jonathan Álvez está en receso goleador y la esperanza está en Ariel Nahuelpán.

Los rivales a los que podría medirse en el futuro están muy arriba. En el ranking mundial de clubes River Plate está en el 9º. lugar; San Lorenzo (si llega a la siguiente fase) está en el 17º, Palmeiras en el 26º, Gremio en el 32º, Santos en el 33º, Botafogo en el 37º, Atlético Paranaense en el 40º, Lanús en el 57º. Son solo algunos ejemplos de los eventuales adversarios de Barcelona, que se ubica en un remoto 579º. en el ranking.

Para Emelec el panorama es similar. Los eléctricos se sitúan en el lugar 707º. y el rendimiento del equipo de Alfredo Arias no mejora, aun con la victoria en el último Clásico del Astillero. Sus dirigentes saben que hay que mejorar mucho y prefieren la sobriedad a la alharaca.

Para mérito del fútbol guayaquileño, pionero en la disputa de la Libertadores y el que mostró el camino a través de sus dos mejores equipos, deseamos fervientemente que Barcelona y Emelec avancen victoriosos. Pero queremos ver en sus jugadores mayor calidad y más entrega en cada partido. Y que la planificación se haga sobre parámetros reales, mejor fútbol y planteles más completos. (O)

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No se puede poner una lápida a la naciente carrera de un jugador como Xavier Arreaga, –postergado para dar paso a Mena–, muy importante en la última coronación del ídolo.