Jorge Barraza: Esas cosas maravillosas del fútbol…

Histórico… Memorable… Único… Colosal… Inigualable… Apoteósico… Epopéyico… Legendario… Heroico…Agreguen los calificativos que deseen. Sin temor a exagerar. No hay cómo. Barcelona 6-Paris Saint Germain 1 constituye el vuelco más increíble de todos los tiempos. El fútbol no recuerda nada igual. Que un equipo deba remontar un 0-4 del cotejo de ida es extremadamente difícil, en cualquier época y ante el oponente que sea. Si es frente a una constelación de figuras como la del PSG, mucho más. Si además el antecedente es un partido excepcional de ese PSG y muy pobre del Barça, mayor dificultad. Era una montaña de obstáculos que hacían descreer en la redención. Era el fin de Champions para un Barcelona que desde hace once años llega al título, a semifinales o, como mínimo, a cuartos. Era una lápida sobre este colosal equipo que comenzó un verano europeo de 2003 cuando Frank Rikjaard y Ronaldinho llegaron a Barcelona para cambiarle el estilo y la vida. Y que se potenció con la aparición de Messi, su encuentro con Iniesta y Xavi y la asunción de Guardiola. Suponía el fin de una era.Hasta el minuto 88 estaba deshauciado. Ganaba 3-0 y creía en la hazaña, pero un gol de Cavani (luchador extraordinario) puso el 3-1 que aplastó a todos, equipo y afición. Ahí quedó obligado a hacer 6 goles (por el valor doble de visitante del tanto de Cavani), lo cual parecía imposible. Y se fueron consumiendo los minutos ante la amargura del público catalán y la caída del Barça.Pero el fútbol tiene cosas maravillosas, un componente emocional que jamás podrá alcanzar otro deporte. Del llanto y la angustia casi insoportable se puede pasar a la felicidad suprema, a un estado que tal vez nunca antes experimentamos, en instantes apenas.Entre el minuto 88 y el 95 marcó el Barça los tres goles que necesitaba. Y los tres tuvieron un protagonista en la gesta: Neymar da Silva Santos Junior. Suya es la porción más grande de la gloria. También en esto el fútbol tiene cosas inexplicables. Neymar había cometido docenas de errores, pases equivocados, resbalones, pérdidas de balón, malas elecciones en las jugadas… Pero tiene esa frescura que Dios le dio, esa irreverencia, esa desfachatez… A los 88m, cuando ya el PSG no se preocupaba por nada porque la remontada del Barcelona entraba en el terreno de lo inimaginable, Neymar clavó en el ángulo un tiro libre exquisito, técnicamente fantástico y 4-1. Igual seguía siendo imposible… Un minuto después, penal para el Barcelona; que no fue. Entró raudo Suárez al área, le cruzó el brazo a Marquinhos por delante pero sin falta. El juez alemán Ayketin, ubicado detrás, entendió que sí y cuando se esperaba un segundo cobro de Messi (había marcado desde los 12 pasos el tercero), se paró Neymar delante del balón. Seguramente para despistar al arquero. ¡Goooooollllllll y 5 a 1…! A un paso de la hazaña, pero con apenas el tiempo añadido para intentarlo. Iban 90 cuando se reanudó el juego. El Paris Saint Germain quedó atontado, como un boxeador al que le asestan un gancho en la mandíbula y le tiemblan las piernas. El Barça se le fue encima por todo y en el minuto 95, tras un tiro libre que rebotó en la barrera, el propio Neymar mandó un centro llovido, suave, perfecto para que cayera como una granada sobre el área. Y el PSG explotó en mil pedazos. Messi y Piqué pasaron de largo, pareció que la última ilusión se desvanecía por línea de fondo, pero allí estaba Sergi Roberto, que se tiró como pudo hacia adelante y logró puntearla a la red.Fue un estallido, un frenesí catalán, con onda expansiva a todos los rincones del mundo que estaban viendo el juego. Fue una alegría ser contemporáneo de tal proeza. Visto y ejecutado, el Paris Saint Germain, de extraordinario primer partido, no merecía avanzar de ronda. Jugó como equipo chico, abroquelado en su área, sin respuestas anímicas ni futbolísticas en la mayoría de sus hombres (Cavani es una honrosa excepción). La leyenda del Barça, esa que millones desean ver acabada porque no soportan el éxito del otro durante tanto tiempo, sigue en pie. La logró sin alcanzar una de sus mejores jornadas, ni siquiera buena, pero puso el alma y corazón, la grandeza y estirpe. Alineó tres defensas netos (Mascherano-Piqué-Umtiti) de sensacional actuación los tres, todo con el objetivo de reforzar el medio y provocar el asedio sobre la fortaleza que edificó el cuadro francés frente a su área.Toda la adversidad y el desaliento agigantaron la conquista. No puede haber habido una sola persona en el mundo que al minuto 88 y con el resultado 3-1 creyera en el milagro. El desparpajo de Neymar y su clase magistral lo pusieron en marcha, pero la gesta es de todos. Fueron un monumento a la fe. Siempre se tuvo al Real Madrid como el club de las grandes hazañas y al Barça como su contrafigura. Pero esto no se había visto nunca. “¿La remontada…? Esas son cosas del Madrid”, declaró el exgoleador Raúl previo al encuentro. Ahora también son del Barça. Cuando la carga emocional es tan intensa el juego se quiebra, desaparecen las tácticas y todo queda expuesto al vaivén de los arrebatos. Y en ese terreno ganó Barça. PSG estaba aturdido.El martes, un Real Madrid que nunca clarifica bien a qué juega, despachó con inesperada comodidad al Napoli, un equipo blandito, cuya fuerza mayor al parecer era que el estadio San Paolo sería un infierno para los madrileños. Lo cual no lo halaga por cierto, pero además ni se escuchó gritar a los tifosi napolitanos. El choque puso de manifiesto el poder de la Liga Española sobre todas las demás en el mundo. Napoli está considerado el mejor equipo de Italia después de Juventus en un momento en que Inter y Milan están en un cono de sombras. Sin embargo, perdió los dos partidos 3-1 y no alcanzó a incomodar nunca al Madrid. En España, al menos diez equipos le darían muchísima más batalla: Barcelona, Atlético de Madrid, Valencia, Sevilla (ambos le ganaron), Celta (este lo eliminó de Copa del Rey), Villarreal, Las Palmas, Eibar (estos tres últimos le empataron), seguramente Athletic de Bilbao y Málaga pueden complicarlo.El global 10-2 del Bayern Munich sobre el Arsenal desmitifica un poco a la conocida como “la mejor liga del mundo”, o sea la inglesa. Es muy bonita, paqueta y con un espíritu ofensivo que nadie podrá negar. Pero “la mejor” es un rótulo que exige algo más: poderío. Todo eso quedó en anécdota, sepultado por la epopeya azulgrana, que ya forma parte estelar de la historia de este deporte. (O)

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