El 10 de enero anterior, Claudio Ranieri recibió de manos de Diego Maradona el premio al Mejor Entrenador Mundial del año 2016. Y el aún más reciente 23 de febrero recibió de manos del cartero el telegrama de despido. Ranieri llegó a Inglaterra en el 2015 para conducir un pequeño club ascendido apenas una temporada antes y que en 133 años de vida nunca había obtenido título alguno.

Logró una hazaña colosal: sacarlo campeón de la coqueta y celebérrima Premier League. Mientras los grandes estaban distraídos, el Leicester empezó a ganar, a ganar, a ganar y, cuando los otros se empezaron a dar cuenta, ya estaba a tiro de vuelta olímpica. Una proeza para la historia y una historia cenicienta que el mundo saludó como era debido: con alegría. Tenemos mil defectos los hinchas de fútbol, pero siempre que gana un benjamín lo celebramos.

Treinta y ocho días después de aquel galardón recibido en Zúrich –tras perder 2-1 con el Sevilla en Champions y estando a solo un punto del descenso en la Premier–, el propietario del Leicester, Vichai Srivaddhanaprabha (pronuncien como puedan) le dio las gracias por los servicios prestados y un cheque indemnizatorio cercano a los 4 millones de euros. El fútbol mundial se mostró escandalizado por la ingratitud, por la decisión en apariencia despiadada del Leicester para con quien lo ha guiado recientemente hacia la mayor gloria de su existencia. “Repugnante”, “Inexplicable”, “Triste”, fueron algunos de los calificativos de Gary Lineker en sus comentarios para la BBC. Lo último es algo que todos compartimos: tristeza.

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En cambio sí es explicable. Ya habían llegado, hace unas semanas, noticias de que el plantel del Leicester se le había ido de las manos al veterano entrenador. Y el mismo The Times aseguró el viernes que fueron los propios jugadores del Leicester los que forzaron la destitución del italiano en una reunión con el presidente. Ranieri sacó demasiada chapa del título, más que los jugadores... Si lo de la rebelión es cierto se verá en los próximos partidos, pues el Leicester debería reaccionar. Y también si es verdad el club le habrá hecho un favor a Ranieri. ¿Para qué seguir si extravió el control del barco…?

En la temporada 2015-2016 el Leicester perdió solo 3 partidos sobre 38 (8%). Ahora lleva 14 derrotas en 25 encuentros (56%). Las últimas seis salidas al campo fueron seis caídas. Se le derrumbó el equipo. Y la única figura que se marchó entre una campaña y otra es el excelente N’Golo Kanté, quien pasó al Chelsea, el resto del plantel sigue. Incluso llegaron varios refuerzos. Evidentemente, o hay un enfrentamiento con Ranieri o los jugadores se relajaron. El Times asegura lo primero, nosotros apostábamos por lo segundo. Leicester salió campeón poniendo el 110% de actitud en cada juego.

Sin ese condimento tan vital, es un competidor más. Es posible, entonces, que también los players hayan perdido compromiso y Ranieri, por lealtad, no tuviera cómo imponerles correctivos después de la satisfacción que le dieron. “Su condición de entrenador más laureado en la historia del Leicester City no tiene discusión. Sin embargo, los resultados este curso en la campaña doméstica han hecho que la permanencia en la Premier League esté en duda, por lo que la junta directiva cree que es necesario un cambio en la dirección”, informó el club inglés en un comunicado. “Aunque es doloroso, es una decisión que se ha tomado pensando siempre en los mejores intereses para el club… Esta ha sido la decisión más difícil que hemos tenido que tomar en los siete años que llevamos en el King Power Stadium”, finalizó diciendo.

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Puestos en conductores del club, si Ranieri nos garantizara que está entero, que tiene el control total del plantel y de la situación, que él no ve peligro de descenso y que sabe cómo salir del pantano, lo dejaríamos. Por agradecimiento y por la capacidad evidenciada en el curso anterior. Caso contrario, no le sirve a nadie que siga. A él menos que a todos: ¿cómo se vería en su currículum que un año ganó el título y al siguiente descendió…? Leicester hoy necesita convertirse en un club de primera. Ni ganar nuevos títulos ni participar en próximas Champions sino permanecer en la Premier 15 o 20 años, conseguir estabilidad en la categoría y convertirse en un club de primera. Para ello resulta imperioso no descender. Le quedan trece fechas por delante. Es posible que otro conductor las aproveche para sumar puntos y zafar del mal momento.

José Omar Pastoriza se fue cuatro veces de Independiente siendo un ídolo colosal. Pero en varias ocasiones la relación estaba tensa o las cosas no funcionaban y debió alejarse. A veces se fue solo, en otras lo empujaron; el cariño nunca decreció. Son vaivenes lógicos del fútbol. A Ranieri no lo echa el Leicester, lo saca el bajón de sus jugadores. Los mismos que lo entronizaron. Y lo más probable es que, cuando el tiempo barnice la decisión, el propio Ranieri la agradezca.

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Tres días antes que a él, cesaron también a Rogério Micale en Brasil, entrenador del equipo que ganó el oro olímpico. Ambos casos tienen similitud en las formas. A fin de agosto, Micale fue el técnico que dio a Brasil el único laurel que le faltaba, y en febrero sufrió un desencanto con la selección sub-20: quedó fuera del Mundial. La CBF dispuso su alejamiento. Un análisis somero dice que en las olimpiadas tenía una generación brillante (Neymar y Gabriel Jesús, entre otros), en tanto en el juvenil contaba con una camada pobre. Es una decisión inentendible porque se trata de equipos diferentes y porque trabaja con jóvenes que él no forma, son los que hay, aquellos de quienes puede disponer. Por algo Brasil se ha llenado de futbolistas extranjeros de los países vecinos: porque no produce muchos talentos como antes. Cinco centavos aparte: el amigo Gabriel Meluk, editor de Deportes de El Tiempo, expone con frecuencia su teoría sobre los técnicos: sostiene que el 80% del resultado es obra de los jugadores y apenas el 20% de los entrenadores.

Lo mismo opina el Pibe Valderrama. Puede ser. Pero ese 20% es un porcentual enorme dentro del universo futbolístico; es bueno cubrirlo con el mejor técnico posible. Y cuando la capacidad de los dos equipos que rivalizan es similar, define el 20% del técnico más capaz. (O)

Leicester hoy necesita convertirse en un club de primera. Ni ganar nuevos títulos ni participar en próximas Champions sino permanecer en la Premier 15 o 20 años. Estabilidad en la categoría.