Suele suceder, se dieron los polos opuestos. Un equipo enérgico, entusiasta, con fútbol, con marca, con individualidades, con un proyecto de partido, físicamente estupendo; eso fue el Paris Saint Germain. Su rival, la quintaesencia de la abulia, lento, sin ideas, sin convicción, sin acierto en el pase ni en defensa ni en la creación, superado en todas las facetas que puede tener el fútbol. Ese fue el FC Barcelona. Uno nunca termina de saber si el ganador se ve tan bueno por lo malo del perdedor o porque realmente lo es. Pero antes del juego lo anticipamos por Twitter: “En una hora justo comienza, gran choque: PSG-Barcelona. Muy bravo para el Barça, PSG viene a todo tren, invicto en el 2017. Y Edinson Cavani rompiéndola”.

En el entretiempo tuiteamos de nuevo: “El PSG veloz, agresivo, determinado, profundo, todos marcan, todos corren, todos juegan. El Barça si no cambia puede ser goleado hoy”.

Se dio tal cual, el tren que es hoy el PSG arrolló sin piedad al Barça. El cuadro azulgrana fue al descanso con la cara amoratada, pero no se dio ni por enterado de que estaba recibiendo una golpiza. Siguió en la misma blandura y la goleada llegó puntual. Fue 4-0, pudieron ser seis. Falta la vuelta, el 8 de marzo próximo, pero no se advierte cómo el Barça podría hoy golear al cuadro francés. Los medios españoles ni siquiera apelaron a la cautela: ‘Humillación en París’, tituló el diario Sport. ‘Catástrofe del Barça’, dijo Marca. ‘El Barça se arrastra en París’, prefirió AS. Aunque es más exacto decir que lo arrastraron.

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La Champions League volvió después de dos meses, y volvió con noticias fuertes: Paris Saint Germain es ahora alto aspirante al título. Tanto como el Real Madrid, el Bayern Munich o la Juventus. Y por juego diríamos que más candidato que todos. Ya no es el capricho de un jeque millonario que busca fama y hace fichajes rimbombantes porque le sobran petrodólares. Ahora tiene un plantel fantástico, balanceado, joven, pleno de figuras, con hambre y al fin encontró al técnico para dar el salto que viene buscando hace tiempo: la corona de Europa.

Unai Emery, entrenador vasco que consiguió el triplete 2014-2015-2016 en la Europa League con el Sevilla, le ha dado el punto, le ha impreso una fisonomía: es un equipo con una presión asfixiante, que una vez recuperado el balón parte a toda velocidad y, con espacios, mata. Es la receta que le aplicó al Barcelona. En los primeros 15 minutos casi no lo dejó salir del área, lo acorraló, impidiéndole articular juego. Lo anticipó. Y cuando se puso en ventaja, mantuvo el pulso con más energía. Emery plantó cinco volantes para ahogar a su rival: Ángel Di María, Verratti, Matuidi, Rabiot y Draxler, una línea Maginot infranqueable para un Barcelona atolondrado y abúlico.

A los 10 minutos ya se había salvado tres veces el Barça. Pero a los 18m llegó la apertura por tiro libre de Di María, bien colocado, aunque ni muy fuerte ni muy esquinado. Una vez más, Ter Stegen no atinó ni a mover un brazo. La prensa barcelonista, incluso el público catalán defienden a morir al meta alemán. Nosotros no lo vemos para ese club. Simplemente, no tiene reacción. Y conste que no perdieron por él, que incluso salvó un par de veces su valla. Pero lo que va al arco siempre tiene un irremediable olor a gol.

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Las otras conquistas fueron arribando por decantación, dada la abrumadora superioridad del PSG. De un balón perdido por Messi en media cancha llegó el segundo, del alemán Draxler, nueva figura de los parisinos. Solo el pitazo para el entretiempo detuvo el aluvión azul, que se reanudó con la misma intensidad en el segundo acto. Di María (el Barcelona le vino de perlas para resucitar futbolísticamente) encontró espacios en un avance, nadie lo tapó, eligió el palo más lejano de Ter Stegen y firmó el tercero. Y al final, el gigantón belga Meunier aró el campo, la cedió al claro por derecha para Cavani y el uruguayo puso el definitivo 4-0. Cavani lleva 34 goles en 32 partidos y es goleador mundial hasta ahora. Está en un momento dorado.

Con ese medio campo que combina marca, fuerza, salida, velocidad, fútbol y vocación ofensiva, el cuadro de Parque de los Príncipes puede llegar a Cardiff el 3 de junio. Pero todas las líneas se le ven bien. Ya habíamos destacado un par de semanas atrás a Thomar Meunier, lateral derecho importante. Hoy nos inclinamos por resaltar a Adrien Rabiot, volante de 21 años, un tractor con siete pulmones que además juega con criterio. Aguerrido, útil, ganador, un todoterreno que ya veremos en la selección francesa.

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Sergio Busquets declaró tras el hundimiento: “Ellos tenían un plan y han sabido ejecutarlo”. Claro que lo tenían. El Barça llegó a París sin una idea, sin siquiera una carpetita para exponer. Lo desfiguraron. Fue la contracara del vencedor. Paquidérmico, irresoluto, exagerando hasta la exasperación el pase atrás, un vicio en el que cae cada vez con mayor frecuencia por falta de creatividad. Y cuando un equipo pasa siempre la bola a los zagueros le sucede que tiene a los once contrarios por delante. Entonces la falta de ideas se agudiza. Es un círculo vicioso. Y el rival lo espera cómodo, bien parado. Es un equipo que está esperando que a Messi se le encienda la lámpara. Lo cual sucede tan seguido que disimula su carencia de argumentos colectivos. Pero esta vez Messi estuvo totalmente a oscuras y el Barça no existió.

Luego está la falta de plantel. Siempre que va ganando fácil, Luis Enrique hace los tres cambios; cuando va perdiendo no mueve las fichas porque los del banco no pueden mejorar a los que están jugando. Que el primer cambio del Barcelona para tratar de revertir este naufragio fuera Rafinha habla claramente de la pavorosa escasez de reemplazos. Un club que en julio último gastó 165 millones de euros en refuerzos que no refuerzan.

Esta goleada marca un fin de ciclo sin la menor duda. Aunque gane la Copa del Rey a fin de mayo. Luis Enrique se va y este episodio parisino marca su boleto para el 30 de junio próximo. El Barcelona ha perdido la presión, que era su gran arma en tiempos de Guardiola, pero también su falta de combatividad. Él es responsable absoluto por el mal juego y el extravío de identidad del equipo. También por las malas contrataciones. Lleva tres años en el cargo, no puede mirar para otro lado. (O)

La Champions League volvió después de dos meses, y volvió con noticias fuertes: PSG es ahora alto aspirante al título. Tanto como el Real Madrid, el Bayern Munich o la Juventus.

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