“Quem nao faz, leva”, dice un refrán futbolero brasileño, en esa concisión notable del idioma portugués y de los escritores de esa lengua. Quien no hace los goles en el arco adversario, los sufre en el suyo. Eso le pasó en Osaka a Atlético Nacional, que convirtió su sueño de jugar la final del Mundial de Clubes ante el Real Madrid en una pesadilla: la de ser goleado por un equipo japonés. Aumentada por esa creencia –errónea, desde luego– de que el fútbol nipón no existe, es nada. Hay una resistencia obtusa a admitir que el fútbol se ha igualado, sigue igualando. Y que se iguala para arriba, nunca para abajo.

Con los años, el fútbol colombiano se fue aproximando al nivel de Argentina, Brasil y Uruguay (históricamente los de arriba). Estos no bajaron, subió Colombia. Ahora otros se le acercan a Colombia. Inglaterra juega más o menos como lo hizo siempre sin Bobby Charlton, Islandia no, ha mejorado montañas, tanto que eliminó de la Eurocopa a los inventores del juego. De modo que no hay que cortarse las venas: es posible perder con el Kashima Antlers.

Nacional se lleva una enseñanza: antes de la final está la semifinal. Soñó tanto con la primera que tal vez se desenfocó. Y el medio colombiano otra más: por producción de jugadores –sobre todo–, crecimiento futbolístico y volumen de mercado, se siente en el umbral de la grandeza; sin embargo, para ser definitivamente grande hay una trinchera que debe cruzar y no cruza, un río que es preciso atravesar pero, al llegar a la mitad, por alguna razón no puede y vuelve a la misma orilla.

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Cuando futbolistas y equipos logren vadearlo muchas veces, habrá pasado esa frontera existente entre ser competitivo o respetable y ser grande. Son estados diferentes. Ese límite podría haber sido, por ejemplo, que Nacional llegara a la final y venciera al Real Madrid. O la Selección ganar una gran Copa América fuera de casa, o llegar a una final del mundo.

Está la tentación de decir que Nacional jugó bien en el primer tiempo porque dominó y generó una docena de situaciones de gol. Pero jugar bien incluye el gol. Si no es un fútbol platónico, declamativo. Falló en un aspecto clave: la definición. Y cuando uno dilapida un racimo de ocasiones propicias no puede culpar a nadie, sino a uno mismo. Sí mostró entusiasmo, velocidad, desequilibrio, y algunos hombres muy destacados como Mateus Uribe (va, viene, marca, tiene largo recorrido, pisa el área); Armani, quien partido tras partido agiganta su figura, y Borja, muy fuerte mental y físicamente, agresivo; no alcanzó a tener un mano a mano franco, de lo contrario estaba concentrado como para definir.

La entrada en vigor del arbitraje asistido por la tecnología fue una buena excusa para esgrimir culpas ajenas. Especialmente porque el debut del Árbitro Asistente de Video (VAR) derivó en un penal que nadie había advertido y que puso en marcha el triunfo del Kashima Antlers. Luego, lo que todos sabemos: el nerviosismo de Nacional, su progresivo derrumbe y los espacios abundantes que encontró el Kashima para rematar la faena. Se emitieron epítetos como “papelón”, “vergüenza” y otros similares. Nada que ver. Eso sería apropiado si el Kashima hubiera abrumado a Nacional en el juego, pero más bien fue al revés. Solo que la falta de definición fue minando la fe de los de Rueda. Y además el fútbol japonés viene progresando hace dos décadas. Hasta diez años atrás alineaban cantidades de extranjeros, ahora el Kashima enfrentó a Nacional con once japoneses. Da rabia el resultado, pero no es un campanazo histórico.

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La posición adelantada de Daigo Nishi, el jugador que fue víctima del penal, generó un debate interminable sobre la decisión del árbitro. Con ello se pretendió empañar el debut de la tecnología. Pero la nueva regla 11 dice que el fuera de juego recién debe sancionarse cuando el jugador toca la pelota, caso contrario es posición pasiva. Daigo no la tocó, antes recibió la patada de Berrío. Tampoco estaba interfiriendo, el árbitro estuvo bien.

También se criticó que el juez decidiera el penal 2 minutos y 17 segundos después de haberse cometido. Pero es lo que lleva revisar una jugada dudosa, avisarle al juez desde la cabina de video, que este se acerque a un monitor al costado del campo y determine si justifica o no volver atrás. Cientos de millones de actores y aficionados reclamaban el uso del video, pues bien, este es el precio a pagar para tener un fútbol más justo. Y el partido no decayó por esto: mantuvo su frenético ida y vuelta.

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El análisis frío debe admitir que el VAR funcionó: “descubrió” un penal muy claro que casi nadie había visto en la rapidez de la acción. El VAR, además, está en fase experimental y, si se aprueba, será ley recién en 2018 o 2019. Entretanto, seguramente se irá perfeccionando y bajando los tiempos de resolución. La Major League norteamericana adoptará este recurso ya en su torneo del 2017, lo cual será un excelente marco de referencia. FIFA ha definido al VAR con una consigna: “Mínima interferencia - Máximo beneficio”. O sea, buscar la mayor precisión en los fallos sin destruir el flujo esencial y las emociones del fútbol. Así va a ser.

El Video Ref se aplicará para penales, tarjetas rojas directas (no segunda amarilla), identidad equivocada (cuando se expulsa o amonesta al jugador incorrecto), incidentes graves o una falta que quedó sin sanción disciplinaria. Y solo tendrá lugar si la revisión muestra un error claro. No habrá diez por partido.

Valga decir que, enfocado como estaba en la sanción del penal y en sofocar las protestas de Nacional, el referí húngaro Víctor Kassai olvidó la expulsión para Berrío por hacer una zancadilla desde atrás dentro del área. Los jugadores de Nacional protestaron airadamente, pero ¿qué…? Cuando se produjo la falta, Kassai dejó seguir, el juego continuó y nadie de Nacional se acercó al juez a reclamarle un presunto offside.

El hecho de que se haya tardado 2 minutos y fracción para pitar la falta no significa nada: se pitó. Luego se da el tiempo adicional que corresponde. La pregunta del millón es qué sucede si en el curso de la jugada siguiente se produce un gol. El gol, desde luego, invalida el uso del Video Ref. Si a la salida de la falta de Berrío a Daigo, Nacional –o el mismo Kashima– marcaban un tanto, esto sepultaba lo anterior.

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“Prefiero como era antes”, declararon muchos. Quieren matar al Video Ref cuando acaba de nacer. Roberto Perfumo, que defendía el fútbol actual en detrimento del que él había jugado, decía con gran hidalguía: “En mi época era bárbaro ser defensor, cuando se te iba un delantero le dabas una patada con todo de atrás y listo, no te echaban nunca”. Terriblemente cierto, así era. Por suerte, el reglamento cambió y ahora el juego es más limpio, ergo: mejor.

La naturaleza humana es reticente a los cambios, pero las evidencias son abrumadoras: a través de la historia, todas las modificaciones reglamentarias mejoraron el juego, lo adecentaron. La tecnología era un reclamo general, basado en el efecto exitoso de otros deportes (tenis, voleibol, rugby, béisbol, hockey, etc.). Pues bien, aquí está. Bienvenida. (O)

 

Cientos de millones de actores y aficionados reclamaban el uso del video, pues bien, es el precio a pagar para tener un fútbol más justo. El juego no decayó: fue un frenético ida y vuelta.