Constantemente, en charlas futboleras y en las redes sociales, se arma una polémica sobre si Barcelona descendió en 1958, cuando se disputaban los extinguidos torneos de la Asociación de Fútbol del Guayas.

Los seguidores de Emelec alegan que su equipo envió al descenso a su adversario del Astillero, luego de derrotarlo en el Clásico del 8 de octubre de ese año y sepultarlo al fondo de la tabla. Los hinchas amarillos dicen que nunca ocurrió tal episodio, si bien reconocen que, de acuerdo con el reglamento, Barcelona quedó último y debía dejar la categoría privilegiada.

¿Cuál es la verdad de aquella situación producida hace 58 años? Emelec jugó en 1958 con el mismo plantel que había conseguido ser campeón provincial y nacional una campaña antes: Cipriano Yulee, Lautaro Reinoso, Jaime Ubilla, Cruz Alberto Ávila, Raúl Argüello, Jorge Caruso, Rómulo Gómez, Carol Farah, José Vicente Balseca, Carlos Romero, Óscar Fernández, Carlos Raffo, Mariano Larraz y Natalio Villa. Se unieron, a principio de temporada, el recordado interior derecho argentino Américo Castromán y su compatriota, Antonio Núñez, puntero zurdo. Era un gran equipo.

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En la otra orilla, Barcelona atravesaba un mal momento. Pese a haber perdido en 1957 a grandes futbolistas que lo habían llevado a la idolatría, luego de la catástrofe que produjo la goleada de Bangú, defensivamente se mantenía estable con Pablo Ansaldo en el arco. Carlos Pibe Sánchez fue reemplazado por un jovencito que iba a convertirse en poco tiempo en el mejor zaguero central de la historia: Vicente Lecaro. Sus laderos eran Miguel Esteves y Luciano Macías, el legendario capitán.

En el medio campo tampoco había problemas, pues mantenían su jerarquía César Veinte Mil Solórzano, Carlos Alume, Ruperto Reeves Paterson y Mario Zambrano, uno de los jugadores más útiles en la historia torera. A veces se juntaba con ellos el mejor número 10 de todos los tiempos por calidad, inteligencia y amor a la divisa: José Pelusa Vargas en sus últimos fulgores.

El grave déficit del Ídolo era su delantera. Luego del grave fiasco ante el Bangú de Zizinho se levantó un clamor por la renovación de la plantilla. Además del Pibe Sánchez se fueron Jorge Mocho Rodríguez, Enrique Pajarito Cantos y el gran goleador, símbolo de la idolatría, Sigifredo Agapito Chuchuca.

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Clímaco Cañarte debió apartarse del equipo porque siendo estudiante de los últimos años de ingeniería civil, la universidad le impedía jugar en otro equipo que no fuera Liga Deportiva Universitaria, so pena de cancelarle la matrícula. Solo quedaban, de los tiempos de gloria, Gonzalo Chalo Salcedo, corrido al centro del ataque ante la deserción de Chuchuca, y el artillero Simón Cañarte. Los dirigentes barceloneses decidieron acudir a nuevas figuras. Dieron la titularidad como alero derecho a Rigoberto Aguirre, al que bautizaron Corbatta como el titular en ese puesto de los Carasucias argentinos del Sudamericano de 1957.

Del Chacarita Juniors llevaron a Santiago Martínez y para reemplazar a Cantos ficharon del Español a Alejandro Lenteja Hidalgo. Salcedo ocupaba el lugar del que había sido dueño Chuchuca, hasta que se cansó de la improductividad y le dejó el lugar al recién fallecido Mario Cocada Cordero. Ese puesto lo peleaba también el popular Ángel Angelillo Cabezas. Simón Cañarte la hacía de interior izquierdo y, a veces, aparecía Pelusa Vargas, al borde del retiro.

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A poco de iniciada la primera vuelta Simón decidió dejar el balompié cuando recién tenía 24 años, por motivos de trabajo. Barcelona, entonces, trajo de Quito a Ernesto Trompudo Guerra, de muy discreto papel. Dos muchachos, Olaya y García, disputaban el puesto que había sido de Clímaco Cañarte. Una tarde, contra Unión Deportiva Valdez, debutó un pequeñín, que fue lo más interesante de la llamada renovación: Julio Petiso Verdesoto.

El ídolo del Astillero era un equipo desequilibrado. Fuerte defensivamente e ineficaz en el ataque. Tanto que al fin del certamen ocupó el último lugar. Jugó doce partidos y ganó solo uno: el Clásico del Astillero del 3 de agosto, con gol de Guerra; empató tres y perdió ocho. Tuvo la valla menos vencida, con once tantos, pero sus delanteros apenas marcaron tres goles. Emelec lo sentenció al descenso al ganarle el Clásico del 8 de octubre, con gol de Antonio Núñez.

Así estaban las cosas al iniciarse 1959. Barcelona estaba resignado a jugar en la serie de Ascenso (no en la serie B), como se llamaba en aquel entonces. Pero ocurrió algo inesperado.

La Compañía Azucarera Valdez, que sostenía al equipo Unión Deportiva Valdez, en los primeros días de enero, comunicó a Edmundo Valdez Murillo que se suspendía el auspicio económico. El 14 de febrero de 1959 don Edmundo dirigió una carta a la empresa anunciando que, ante tal circunstancia, había decidido liquidar el equipo y renunciar a su cupo en la Asociación de Fútbol del Guayas. El directorio de esta institución, en carta del 27 de abril, dejó constancia de su pesar por esta decisión y comunicó que al haberse retirado U.D. Valdez su plaza sería ocupada por Barcelona.

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Alguien muy poco informado ha hecho público comentario de que Edmundo Valdez Murillo, al retirar su cupo, vendió la categoría a Barcelona, lo cual es absolutamente falso. El gran dirigente milagreño no aceptó la ayuda que le ofreció la Asoguayas para que siguiera militando en el balompié provincial. Tampoco aceptó la resolución de los futbolistas de seguir actuando sin cobrar un solo centavo. Es más, en acto de desprendimiento, contestó a los integrantes del plantel que no vendería a ninguno de ellos y que les regalaba el pase en blanco. Y eso que en UDV estaban Alfredo Bonnard –mejor arquero ecuatoriano de la historia– y Honorato Mariscal Gonzabay, de los más grandes zagueros centrales. También constaban en la nómina futbolistas de elevados quilates, como Carlos Serrado, Leonardo Mondragón, Flavio Nall, Hugo Pardo, Julio Caisaguano, Segundo Viteri, Juventino Tapia, Carlos Titán Altamirano, José Aquiño y muchos más.

En resumidas cuentas, Emelec, al ganarle el Clásico del Astillero del 8 de octubre de 1958, envió a Barcelona al último lugar del torneo. Reglamentariamente el equipo oro y grana debía descender y jugar en la serie de ascenso en 1959. Pero no descendió nunca por aquello que hemos contado: el retiro de Unión Deportiva Valdez que dejó un cupo libre. El Consejo Directivo de la Asociación de Fútbol del Guayas resolvió que Barcelona siguiera en la primera división. (O)

Emelec, al ganar el Clásico del 8 de octubre de 1958, envió al último lugar del torneo a Barcelona. Pero no bajó nunca por el retiro de Unión Deportiva Valdez, que dejó un cupo libre.