Es el lugar donde se dio el puntapié inicial para el nacimiento de la más grande y fervorosa pasión del fútbol nacional: el Clásico del Astillero. Sin embargo, ahí donde nunca se colocó una placa conmemorativa, para recuerdo eterno de que en esa cancha se midieron por primera ocasión Barcelona y Emelec, pronto habrá solo escombros.

Largo tiempo olvidado, maltratado, sin mantenimiento, irrespetado en su condición de monumento histórico del balompié guayaquileño, el viejo estadio Ramón Unamuno será borrado del mapa. No habrá un ‘milagro’, como el que protegió al Capwell cuando fue puesto en subasta hace tres décadas.

El inmueble azul se salvó de ser vendido por la intervención y aporte económico de Johnny Felman (“el hombre que impidió la venta del Capwell”, señaló la revista argentina El Gráfico, en una edición especial que circuló hace un cuarto de siglo para celebrar la reapertura del escenario eléctrico) y porque “muchos socios se empeñaron en una campaña por salvar el estadio, entre ellos Otón Chávez”, añadió la publicación.

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La maquinaria que convertirá en polvo al Ramón Unamuno también pasa por encima de la historia. “El fútbol es sagrado”, dijo el escritor y humorista Roberto Fontanarrosa, pero la sentencia no se aplica para el Clásico del Astillero, que pierde su primera casa. Millonarios y canarios saltaron a la cancha del estadio Guayaquil (luego Ramón Unamuno) el 22 de agosto de 1943, para medirse por el torneo amateur de la máxima categoría de Fedeguayas. Para el duelo, anunciado como “el choque de los hermanos de barrio”, Jorge Muñoz Medina mandó al terreno, por Barcelona, a Jaime Icaza; Juan Borjás, Luis Jordán; Urbino Rojas, Carlos León y Federico Muñoz; Jerónimo Murillo, Pedro Cafiuco Villalta, José Jiménez, Juan Alvarado, Alejandro García.

El gaucho Rodolfo Orlandini dispuso que por Emelec formaran Ulpiano Arias; Jaime Roura, César Chapete Alvarado; Sánchez, Martínez, Moreira; Morejón, Pedro Nevárez, Rodrigo Perfume Cabrera, Silva y Cristóbal Guaguillo Salazar.

Jiménez venció dos veces al Torerillo Arias, y descontó Cabrera antes del descanso. Pinguillo García aumentó (3-1) para Barcelona, pero goles de Cabrera y Nevárez igualaron para los azules. Para este Diario Emelec “perdió por un error sustancial, inesperado y muy grave del arquero (Arias), que regaló el partido” en el gol del 4-3, que marcó Villalta “en la última parte del último minuto del cotejo”. EL UNIVERSO llamó al juego “el partido de los postes” por las “múltiples ocasiones en que los pelotazos de los delanteros de Emelec se estrellaban contra los postes y el travesaño”. (D)