Brasil ha sido bendecido con la organización de los Juegos Olímpicos Río 2016. Al evento asisten 206 naciones y entre tan insignes delegaciones Ecuador está presente con 38 atletas, ávidos de medallas.

Medios periodísticos han emprendido tremenda cobertura a este emblemático certamen, que renace con una insoslayable reforma pedagógica a nivel ecuménico.

Admiraremos a más de 17.000 deportistas, que en la agonística nos revelarán nuevos récords en varias especialidades y pruebas.

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Conozcamos algo de olimpismo: el restablecimiento de los Juegos Olímpicos se debe a Pierre de Coubertin, quien nació en París en 1863 y afirmó que el olimpismo es una gigante maquinaria que no cesa nunca.

En 1894, se funda el Comité Olímpico Internacional (COI) con humildad, pobreza y con un rumbo imparable. Hoy es el máximo organismo deportivo en el hemisferio, que reúne a 207 países.

Atenas fue la primera sede de los Juegos Olímpicos modernos en 1896, época en que Coubertin escribía a mano la abundante correspondencia que recibía y por enaltecer los juegos perdió su fortuna hasta el final de su vida, al fallecer en 1937.

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La bandera olímpica refleja cinco anillos: azul, amarillo, verde, rojo y negro, que simbolizan los cinco continentes que participan del evento.

El lema olímpico: citius equivalente a más rápido; altius, más alto, y fortius, más fuerte.

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La antorcha, un rayo de luz universal, apasiona en cada justa y precisamente en los juegos de Berlín 1936, Pierre expresó: “Esforzaos atletas en mantener la llama sagrada”.

Nos inclinamos en exponer que el olimpismo pertenece a la historia y al presente, se respeta su independencia y solo deben ser victoriados los deportistas, no más... (O)