Se fue. La tan esperada Copa América Centenario es, ya hoy, historia. Fue muy bonita por cierto, con el indudable glamour y la grandeza que confiere Estados Unidos a las cosas, al deporte sobre todo, aunque el fútbol sea un invitado inusual en la patria del béisbol. Deja mucho carretel la edición que conmemoró los 100 años del torneo continental más antiguo del mundo.

LO MEJOR. Sin dudas, los estadios. “Son todos de nivel mundialista”, dice Pedro Canelo, enviado de El Comercio, de Lima. Incluso superiores a los coliseos franceses donde se disputa la Eurocopa. Estos son excelentes, aunque más tradicionales. Los de Estados Unidos lucen galácticos. El Metlife (compañía de seguros), donde juegan los Jets y los Giants del fútbol americano, se inauguró en 2011 y costó 1.600 millones de dólares, lo cual explica en buena medida su grandilocuencia. Los fabulosos escenarios le dieron a la Copa América un aire de Mundial, la jerarquizaron. Esto es una enseñanza para futuras ediciones.

LA MARAVILLA. El público. Se trituraron todos los récords de taquilla de las copas anteriores, redondeando 1.510.100 boletos vendidos en los 32 partidos, una cifra que duplica cualquier marca anterior. Esto da un promedio de 47.187 espectadores pagantes por juego, que es una cifra digna de Mundiales. Como se preveía, los ingresos por taquilla alcanzarán o superarán los 200 millones de dólares. Lástima que las asociaciones sudamericanas, que pusieron la Copa, los equipos más fuertes, el mejor fútbol, las grandes estrellas y también los hinchas, no vean nada de toda esa bonanza. Decimos los hinchas porque el 85% de los espectadores fueron de comunidades latinas residentes en EE.UU.

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LO LAMENTABLE. Que la Conmebol haya ido a festejar el centenario de su gran torneo a otro continente futbolístico, con un idioma diferente, en un país que no siente el fútbol (aunque esté en progreso como deporte), donde la organización corrió íntegramente por cuenta de otros y donde los sudamericanos fueron rigurosamente visitantes.

LA FIESTA. Para los millones de latinos que viven en Estados Unidos esta edición extra de la Copa fue un regalo inesperado, la posibilidad de volver a acompañar a sus selecciones y hacer barra, algo que tal vez no se repita nunca más. Ellos llenaron los estadios.

EL ABSURDO. Haber designado 10 sedes para el torneo, cuyo destinatario esencial es el público latino residente en EE. UU., y que ninguna de esas sedes fuera Miami, donde está afincada la mayor colonia de latinoamericanos.

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LO TORTUOSO. Que esas 10 sedes estén a miles de kilómetros una de otra y que todos, selecciones, periodistas, público, tuvieran que viajar hasta la extenuación partido tras partido. Un suplicio. Habiendo cuatro grupos de equipos, se pudo hacer en 4 ciudades, a lo sumo 6. Pero se aceptó todo.

LA VERGÚENZA. Que esta Copa, que finalmente fue muy atractiva, no haya nacido del propósito de integrar a las Américas o de desarrollar mejor el fútbol, sino exclusivamente como una herramienta para cobrar sobornos. Así como en muchos gobiernos se inventa obra pública innecesaria para robar sobrefacturando, acá se ideó un torneo. El único consuelo es que todos los que firmaron los contratos están presos, en sus domicilios o en Estados Unidos y que quienes están ahora deberán cuidarse. Por eso es preciso separar el fútbol propiamente dicho, que fue bueno, y la intención de unir a todo el continente en un torneo (también positiva), del espíritu que dio vida a esta copa.

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LA FRASE I. Del periodista uruguayo Javier De León, presente en el torneo: “La Copa Centenario nunca debió realizarse en Estados Unidos. La historia y la gloria del fútbol sudamericano merecían festejarlo en nuestras casas, no en tierra ajena. Pero por analogía, como decía José Gervasio Artigas, hubo y hay ‘malos europeos y peores americanos’. Malos de la Concacaf y peores de la Conmebol. Esta Copa se firmó con coimas y nadie la detuvo”.

LA FRASE II. Descarnada, del titular de la Federación Boliviana y tesorero de la Conmebol, Rolando López (lleva tres meses en ambos cargos): "A la Copa del Centenario la secuestraron. Y los nuevos dirigentes no pudimos rescatarla. Fue un tremendo error celebrarla en Estados Unidos". Se refería a que los contratos ya estaban firmados por los anteriores directivos y si ellos decidían anularla se hubieran expuesto a juicios archimillonarios de las empresas norteamericanas que compraron los derechos. La Copa la entregaron, como fue reconocido ante la Justicia estadounidense. Pero entonces no habría que firmar nuevos convenios con estas empresas.

LA SUPREMACÍA. De Sudamérica sobre los equipos de Concacaf. Fue muy nítida. Hubo 18 encuentros cruzados entre selecciones de ambas confederaciones: ganaron 11 los sudamericanos (con 45 goles) y 5 los de Centroamérica, Norte y el Caribe (marcaron 17 goles). La diferencia fue clara y quienes más la hicieron sentir fueron Chile a México (7 a 0 humillante) y Argentina a Estados Unidos (4 a 0 con superioridad abrumadora).

EL RESURGIMIENTO. Para dos: Perú y Venezuela, octavo y último de la Eliminatoria Sudamericana. Llegaron golpeados a la Copa, se fueron fortalecidos. Perú cambió muchos nombres (ya se divulgó que Claudio Pizarro y Juan Vargas no integrarán más la Selección), pero sobre todo modificó su juego, más veloz, aplicado a la marca, dinámico y combativo. Se retiró invicto el país de Vargas Llosa. Venezuela estrenó técnico (Rafael Dudamel) y apostó por un estilo vistoso, con muchos futbolistas de buena técnica y de carácter ofensivo. Prensa y público de ambos países quedaron muy conformes. Cuando se reanude la clasificatoria para el Mundial, se verán renovados.

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LA CAÍDA. Del fútbol brasileño. Lo sacaron de carrera en primera fase y se fue ganando un sólo partido, a Haití. Para peor, 7 a 1, el resultado que les recuerda la catástrofe ante Alemania. Tostao se quejó hasta del marcador: “Cuando se pusieron 6 a 1 debieron abstenerse de hacer un séptimo”. Dunga fue depuesto y asumió Tite.

EL NOCÁUT. El 7 a 0 de Chile a México. Se supone que, por algún tiempo, el fútbol mexicano va a moderar su optimismo cuando encare torneos internacionales. México es el paradigma de varios países que creen tener un potencial muchísimo mayor del que en realidad tienen.

LA COMPARACIÓN. Inevitable, con la Eurocopa, que se jugó en paralelo. La Copa América gustó más, tuvo encuentros más intensos, con mayor emoción y más goles. La mayoría de los partidos europeos fueron, hasta el momento, un bostezo colosal. Nos alegró. (O)