En realidad, la que comenzó anoche más que América es una Copa Interoceánica. Si un aficionado, periodista o entrenador hubiese querido estar en el partido inaugural entre Estados Unidos y Colombia en San Francisco (costa oeste), y asistir hoy al juego del mismo grupo –Costa Rica-Paraguay– en Orlando (este), “solo” debería recorrer 4.653 kilómetros en ruta, únicamente con una Ferrari, o bien cubrir la distancia por avión en un vuelo con escala (no hay directos) de 7 horas y 43 minutos. A lo que habría que sumarle el viaje hacia y desde el aeropuerto, las dos horas antes de la salida, etcétera. O sea, entre 11 y 12 horas. Como ir de Nueva York a Londres, tal vez más. Eso sin contar los $ 600 o $ 700 del costo del traslado.

Si un entusiasmado hincha colombiano, residente en Estados Unidos, deseaba ir a ver el choque ante la selección anfitriona, podía adquirir entradas que iban desde los 72,50 a los 356 dólares. De modo que si asistía con su esposa y dos hijos podía gastar entre $ 290 y $ 1.424. Claro, sin sumar transporte, estacionamiento, comprar un souvenir y algunas vituallas.

La única motivación de llevar la Copa a EE.UU. fue económica, pero no para las selecciones, que cobrarán premios misérrimos, incluso inferiores a los de la última edición, en Chile 2015, que ya eran magros. El campeón redondeará $ 6,5 millones y el segundo $ 3,5 millones. Monedas para tan magna conquista. Sin embargo, los derechos de televisión se comercializan a precios estratosféricos, mucho más altos que en las ediciones precedentes. A la TV de Colombia le pedían $ 10 millones por la señal, y hay países como Paraguay donde los medios no pudieron abonar el canon exigido y el Gobierno salió en auxilio para que se emitiera la Copa y la vea la población. Como nunca, este será un fabuloso negocio para algunos, aunque no para los futbolistas ni para las asociaciones. Nada ha cambiado.

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Solo en concepto de taquilla se estima que podrían obtenerse entre $ 200 y $ 230 millones, porque los estadios lucirán rebosantes. Tal dineral, en su mayoría, irá a la federación organizadora, que no ha invertido ni en un cartel, ni en pintar una butaca. Se juega en los escenarios que ya están, como están. “Llegué al aeropuerto de San Francisco y busqué algún cartel con indicaciones para quienes venimos a la Copa América. Pero no encontré el menor vestigio, ni una calcomanía, nada”, cuenta Edgardo Broner, periodista argentino-venezolano. El colega cordobés Federico Jelic fotografió los diarios de ayer de Santa Clara, donde se disputaba el cotejo inaugural. Ninguno hizo la menor mención en portada a la Copa América. ¡Los diarios locales de una pequeña comunidad, donde por la noche EE.UU. estrenaría la Copa!

Otro despropósito es haber dispuesto 10 sedes para un certamen de 32 partidos. Diez ciudades en un país de dimensiones inmensas. Pero la Conmebol no tiene ni arte ni parte, es una convidada de piedra en este, su torneo. Decididamente visitante. La federación estadounidense asumió la organización y puso las condiciones. Y los anteriores dirigentes de Conmebol, encarcelados, aceptaron todo a cambio de las coimas. Conmebol cumple 100 años, también su competencia estrella. Y los va a festejar a 9.000 kilómetros de distancia, en un país que no siente el fútbol, con otro idioma y en una época de calor extremo. De ello se quejó el maestro Tabárez y también nos da cuenta Roberto Castro, director de Dechalaca.com, de Lima: “En Phoenix, donde jugarán Perú y Ecuador el miércoles próximo, está haciendo 46 grados”.

Le han hecho el Tupac Amaru a la Copa América: un brazo al oeste, una pierna al sur, otro brazo al norte, y así… Para expandirla tanto se podría haber jugado en los diez países de Sudamérica (incluso invitando a los seis equipos de Concacaf).

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Hubiese resultado un bonito homenaje a todos. Ellos han forjado esta historia.

“Es una Copa muy rara para cubrir –dice Broner–. La diferencia con el Mundial 1994 es que, en aquel, las selecciones jugaban dos de sus partidos de grupo en una misma ciudad y residían allí. Acá, quien venga deberá ver la mayoría de los partidos por TV. Es muy atípico, pero no hay otra. En Chile, moviéndome en bus, presencié catorce partidos sin ningún problema. Acá si quisiera ver seis tendría un gasto enorme y debería hacer un gran esfuerzo físico. Para los medios sudamericanos cubrir esto es muy costoso”. El salvadoreño Fernando Palomo, excelente narrador de la cadena ESPN, habla “del descaro dirigencial que puede con todo. Entre las historias absurdas de la Copa América Centenario habría que incluir esta de que la Copa se realice en un país de Concacaf cuando quien festeja es Conmebol. Algo insólito”.

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“Pasaron 22 años desde que se celebró la Copa del Mundo en EE.UU. y, o somos muy impacientes o el soccer en este país no ha dado los resultados esperados. La Copa Centenario no ha captado la atención del público como se esperaba. Además de otros factores, tiene un calendario muy complicado al encimarse con las finales de la NBA y la Euro de Francia jugándose de manera simultánea”, cuenta Johani Ponce, periodista venezolana del diario AS en EE.UU., radicada en Miami. “Hay ciertas comunidades entusiasmadas con sus selecciones –agrega Johani–, pero al igual que en 1994, no se siente el ambiente de un gran evento. Es posible que el público estadounidense asista por la novedad, que vaya al estadio como si fuera una salida familiar a una feria, pero no por sentir pasión por el juego. Los costos de las entradas son elevados. Y no han traído la Copa a Miami, donde está asentada la mayor cantidad de latinos, inentendible. Tiene muchas contras este torneo”.

Alejandro Fierro, compañero de Diario EL UNIVERSO que asistirá al debut de Ecuador en Los Ángeles, también habla de una falta total de clima futbolero: “No se vive un ambiente de Copa América como sí ocurría en Chile 2015. En Torrance, donde se hospedó hasta hoy la Selección ecuatoriana, solo unos quince fanáticos había en la puerta del hotel para tomarse fotos con los jugadores. No se distinguen camisetas de selecciones ni grupos de hinchas”.

La Copa ofrece la posibilidad de una gloriosa recompensa al ganador. Y es posible que hasta veamos buen fútbol. Pero es un torneo incómodo, diseñado para las familias latinas de cada una de las ciudades anfitrionas. Y para hacer dinero. En lo demás, es un torneo televisivo. (O)

En Paraguay los medios no pudieron abonar el canon exigido y el Gobierno salió en auxilio para emitir la Copa y que la población la vea.

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