Es viernes, 16:30, seis días después del terremoto. Los futbolistas del Delfín de Manta, ciudad azotada por el movimiento telúrico de magnitud 7,8 en la escala de Richter, llegan a Guayaquil donde es más seguro, dicen, para realizar su primer entrenamiento luego de una semana en la que casi no han podido dormir, mucho menos pensar en jugar fútbol.

El grupo pasa de prisa a la cancha de Fedenador, unos cuantos se detienen a hablar con los tres medios que fueron a cubrir ese día el reencuentro de los atuneros con el balón.

Uno de ellos, Pablo Saucedo, le cuenta a este Diario dónde estuvo el sábado a las 18:58 cuando la tierra tembló: “Por suerte estaba en casa, con mi hija y mi señora”. El exjugador de Barcelona había pedido una licencia de hora y media para salir de la concentración de los mantenses, y pudo tranquilizar a su familia tras el sismo.

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Es viernes, van contabilizadas más de 600 víctimas mortales y miles de damnificados. Saucedo dice que tuvo suerte. “A mi carro, que estaba estacionado, le cayó de un segundo piso un pedazo de pared. Quedó todo abollado, pero aún anda”.

Y le sirvió para mucho más que moverse a Montecristi, asustado, “porque decían que se venía el tsunami”. El carro, con techo deformado, fue donde pasó las primeras 2 noches. Incómodo, la vereda fue destino a la tercera puesta del sol.

Saucedo y sus amigos pensaron que estarían mejor en Portoviejo y fueron. “Pero allá no había cuadra donde no se observara destrucción”, cuenta al borde del campo, mientras sus compañeros ya realizan los ejercicios de calentamiento.

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“Yo puedo defender a mi esposa y a mi hija de ladrones, pero no las puedo defender de la naturaleza”, aún se angustia el argentino nacionalizado ecuatoriano. Es viernes y cuando llegue la noche ya no tendrá que “montar guardia” como lo hacía en las calles de Manta, cuidando a su familia. En Guayaquil lo acoge su amigo y excompañero de Barcelona, Ismael Blanco.

Quiso estar antes en Guayaquil, “pero había que hacer fila en la estación para que te vendan apenas $ 10 de gasolina. Y sin medios de comunicación no sabía cómo estaba la ruta”.

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Son las 16:51. “La vida sigue”, dice Saucedo. Y se va a entrenar. “Que duerman bien esta noche, chicos”, se despide. (D)