Era, hasta ayer, un templo futbolero sin profanar donde exclusivamente Liga de Quito daba vueltas olímpicas. Ningún equipo ecuatoriano ni extranjero había levantado un trofeo en el estadio Casa Blanca.

Cuatro coronas nacionales y una internacional celebraron los albos en su escenario, inaugurado en 1997. Y apenas un año después, Liga realizó su primer ritual de campeón al lograr su quinta estrella.

Pero Emelec deshizo ayer esa tradición al obtener su tricampeonato. Con su vuelta olímpica pintó de azul la Casa Blanca, donde futbolistas y cuerpo técnico universitario decidieron no salir a recibir sus medallas de subcampeones.

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Cuando el árbitro pitó el final, la hinchada de Liga (Q) enmudeció y la barra de Emelec cantó estridente: “¡Oh, oh oh,/ tricampeón/ tricampeón/ Bombillo, tricampeón!”.

Los jugadores azules levantaban los brazos al cielo en señal de agradecimiento divino y el cántico de su barra seguía de inmediato con otros de sus coros insignes: “¡Cómo no te voy a querer/ cómo no te voy a querer/ si eres para mí la vida/ por eso nunca te dejaré!”.

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Fue el corolario de un duelo que terminó a 0 y que la barra eléctrica, ubicada en la parte alta de la General sur, vivió con tensión todos los 90 minutos.

Hubo drama y pocos cantos, pues si bien la localidad estaba llena, faltaba el grueso de la barra Boca del Pozo. Faltaba la sal, el retumbar de sus tambores gigantes, y su guía para cantar sin parar. Aquello tuvo su origen en la irregular venta de entradas.

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Los de la Boca se quedaron sin boletos, no los consiguieron o no pagaron los $ 50 que llegó a costar una entrada en la reventa, cuyo precio oficial era de $ 20. El sábado, en las taquillas vendieron menos de 1.000 entradas. En ese momento, ya los revendedores ofrecían a $ 45 y ayer llegó hasta $ 60.

Pero esas vicisitudes hicieron que los casi 4.000 hinchas eléctricos que accedieron a la Casa Blanca disfrutaran con pasión y hasta con lágrimas.

Video: José Olmos; Edición: Jaime Freire

Así lo vivió Johanna T., de Guayaquil. En la final de 2010, entre los mismos equipos, ella vio ganar por la mínima diferencia a Emelec, pero no le alcanzó y Liga dio la vuelta olímpica en el Capwell. Lloró mucho en esa ocasión. Ahora también lo hizo, pero de emoción. Y cantaba con el alma el estribillo “¡Y llora/ y llora, Liga,/ llora!”.

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A Fabián Miranda no le importó viajar siete horas desde Portoviejo, junto con ocho amigos, para ver tricampeón a su club. El grupo llegó el viernes, durmió afuera del Atahualpa y al siguiente día no pudo conseguir entradas en las ventanillas oficiales. Ellos pagaron entre $ 35 y $ 60 a revendedores.

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“Valió la pena el sacrificio y el gasto. Es mi segunda final y en ambas ganamos”, repetía Octavio Párraga, que llegó de La Concordia, Santo Domingo, con cinco amigos.

La dedicatoria del título de los jugadores a la hinchada provocó el delirio, pero también la reacción liguista con cánticos y lanzando objetos a la cancha.

Para la premiación, solo se quedaron pequeños grupos de la barra azucena Muerte Blanca y frente a ellos, los azules dieron su vuelta olímpica. El eco de “¡Y llora, Liga, llora!” seguía. Emelec firmó su primer tricampeonato. Afuera esperaba el grueso de la Boca del Pozo y en Guayaquil una celebración intensa, hasta la noche. (D)