Suspensiones de atletas, manifestaciones en favor de un funcionamiento transparente: Kenia toma medidas para evitar sufrir la misma suerte que Rusia, suspendida de toda competición de atletismo a 9 meses de los Juegos Olímpicos de Rio.

Y por el momento le funciona. El consejo de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF), reunido el pasado viernes, focalizó su atención en el caso ruso, dejando por el momento de lado la cuestión de Kenia.

Sin embargo el caso sigue candente: “Kenia tiene un verdadero problema. Si no trabajan seriamente (contra el dopaje), creo que alguien lo hará por ellos”, advirtió sin rodeos Dick Pound, presidente de la comisión de investigación de la Comisión Mundial Antidopaje, cuyo informe supuso el origen del escándalo ruso.

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Un reportaje de la televisión alemana ARD promovió la investigación contra Rusia, mientras que la acusación se hizo extensiva a los atletas kenianos, que dominan el medio-fondo y el fondo, así como las carreras en ruta.

La comisión de investigación mostrará a inicios del 2016 la segunda parte del informe, cuyas conclusiones podrían ser devastadoras para Kenia y la IAAF.

“Pienso que la gente se preguntará cómo fue posible. Es una traición completa de lo que se piensa que el deporte debería encarnar”, aseveró Dick Pound en la prensa británica.

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Kenia no tardó en reaccionar. El 13 de noviembre, algunas horas antes de la suspensión de Rusia, el país anunció la creación “inmediata” de una nueva agencia nacional antidopaje, que “cooperará” con la AMA, “en sus actividades de lucha contra el dopaje”.

El sábado, Kenia mostró una nueva carta al castigar con cuatro años de suspensión a Emily Chebet, doble campeona del mundo de cross (2010 y 2013), por el uso de furosemida, un producto prohibido. En total siete atletas del país fueron suspendidas entre dos y cuatro años.

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Estas medidas suceden a la suspensión por dos años en enero de la estrella keniana de maratón Rita Jeptoo, que dio positivo por eritropoyetina (EPO). Y a las de las velocistas Koki Manunga (400 m vallas) y Joyce Zakary (400 m), que dieron positivo en agosto durante los Mundiales de Pekín, en los que Kenia finalizó por primera vez en el primer puesto del medallero (7 oros, 6 platas y 3 bronces).

El movimiento de rebeldía parece más afianzado en Kenia que en Rusia, donde la ley del silencio parece difícil de combatir.

Más de medio centenar de atletas irrumpieron la semana pasada durante dos días seguidos en la sede de la federación keniana (AK) en Nairobi, reclamando la expulsión de los funcionarios acusados de corrupción así como la realización de un examen en profundidad de las acusaciones de dopaje.

Finalmente cesaron de su empeño al ser informados de que sus quejas serían escuchadas.

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“Los atletas querían hacerse escuchar manifestándose. Querían obtener el derecho a participar en la gestión de su deporte”, afirmó Wilsong Kipsang, presidente de la Asociación de Atletas Profesionales de Kenia (PAAK) y antiguo récord del mundo de maratón (2h03:23. en 2013).

Jackson Tuwei, director de la AK, se pronunció en el mismo sentido: “Había una razón para lo que sucedió en la sede de la Federación, y (dicho acto) ha dado resultado”.

Pero será la IAAF la que determine si esos resultados son suficientes. (D)