En Argentina se siguen lamentando. La selección de Lionel Messi -el mejor jugador del planeta- perdió anoche su segunda final en menos de una año y no se pudo tomar la revancha por lo sucedido en la Copa del Mundo Brasil 2014, donde cayó por 1-0 frente a Alemania en el partido de la coronación.

Aunque Messi no jugó bien en la final, muchos medios de comunicación y aficionados centraron sus críticas en Gonzalo Higuaín, que, una vez más, falló en un momento determinante de su carrera (el ariete había errado los últimos dos que pateó, ambos por la Serie A de Italia). Messi fue incapaz de dirigir a su selección hacia una victoria de enjundia. Pero ninguno de los dos lo han pasado tan mal este año como Ángel Di María.

El extremo cerró el curso anterior con una lesión que le impidió disputar la final del Mundial de Brasil que Argentina perdió ante Alemania 1-0. En aquel día aciago para su país, el 13 de julio, comenzó su calvario tras recaer en el entrenamiento anterior al duelo de una molestia muscular en el recto anterior de su muslo derecho.

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Como si de una broma pesada se tratara, 356 días después, cerró su círculo muy negativo con otra lesión que le sacó de la final ante Chile. Cuando parecía que estaba recuperando el tono que había perdido en el Manchester United, Di María volvió a caer en el pozo en el que apenas ha podido salir desde que dejó el Real Madrid.

Del conjunto blanco se despidió el 26 de agosto para irse al Manchester United por 75 millones de euros. Dejó atrás un club con el que ganó la Copa del Rey, la Supercopa de Europa y la Liga de Campeones. En la última fue una pieza clave, sobre todo en la final, que él se encargó de cerrarla con una cabalgada impresionante que acabó en el segundo gol de Gareth Bale que sentenció al Atlético.

Esa fue su última alegría. Desde entonces, aparte de las desgracias del Mundial y de la Copa América, culminó una campaña más que errática en el Manchester. Comenzó bien con Louis Van Gaal, pero el técnico dejó de confiar en él poco a poco hasta que dejó de ser un titular indiscutible.

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En total, participó en 33 partidos oficiales, 24 como titular y firmó 4 goles. El año anterior con el Real Madrid disputó 52, 43 desde el principio y sumó 11 dianas. Las comparaciones son odiosas y su imagen abandonando el estadio Nacional de Santiago cabizbajo tras caer lesionado contrasta con la alegría de Claudio Bravo, uno de los grandes triunfadores de la temporada.

El meta chileno se ha erigido como una de las grandes revelaciones del fútbol mundial. Con permiso de toda la constelación de estrellas que pueblan el planeta fútbol, a base de trabajo, humildad y silencio, ha ido ganando títulos con su club y en la selección.

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A la Copa de América que ganó el domingo, Bravo suma una Liga de Campeones, una Copa del Rey y una Liga con el FC Barcelona. En total, cuatro títulos en un año que, como Di María, comenzó cambiando de aires.

Bravo, aparte de los trofeos ya citados, también consiguió títulos individuales. Fue el portero menos goleado de la Liga con 19 goles recibidos en 37 partidos y también fue declarado el mejor en su puesto de la Copa América.

El penalti que paró en la final a Ever Banega fue decisivo y tal vez la culminación total al mejor curso de su carrera. (D)