“La final de aquella versión del torneo continental estuvo arreglada con ayuda de la Confederación Sudamericana de Fútbol”, reconoció Luis Cubilla, quien dirigía a Olimpia.

Un cuarto de siglo después del vergonzoso despojo sufrido por Barcelona en la final de la Copa Libertadores ante Olimpia de Asunción, el presidente torero en aquel 1990, Isidro Romero Carbo, ha recordado el episodio como una secuela de la corrupción en el mundo del fútbol, destapado por la justicia de Estados Unidos. La reacción en Paraguay ha sido de “indignación” y el presidente de Olimpia ha amenazado con enjuiciar al extitular del club porteño.

Todos los que asistimos al encuentro jugado en el Monumental, el 10 de octubre de hace 25 años, fuimos testigos de la patraña urdida a través del árbitro argentino Juan Carlos Loustau. Romero asegura que el propio Loustau reconoció sus ‘errores’ en una autobiografía, lo cual no podemos constatar pues aquel libro nunca nos ha llegado a las manos porque a las librerías nacionales no les interesa ese material. Lo que sí hemos encontrado es un artículo del 17 de abril anterior, firmado por un periodista chileno, Gastón Meza Acuña, subdirector de la prestigiosa revista América Economía, pensado mientras leía en otro libro de los que nunca llegan a Guayaquil: Historias insólitas de la Copa Libertadores, escrito por el argentino Luciano Wernicke.

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En dicho artículo, titulado ‘El buen Luis Cubilla y una fea final de la Copa Libertadores’, Meza hace alusión a una confesión de Luis Cubilla (+), DT de Olimpia, en la que aceptaba que “la final de aquella versión del torneo continental estuvo arreglada con ayuda de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CSF)”. ¿Cómo así? –se pregunta Meza– y relata: “Los dirigentes ecuatorianos no tenían buena sintonía con sus pares de la CSF y en los pasillos del organismo en Asunción, por razones obvias, corría con ventaja la simpatía hacia Olimpia, más aún considerando que ese equipo perdió la final de la edición de 1989 contra Nacional de Medellín. Loustau pitaría aquella final en Guayaquil, como premio consuelo por no haber dirigido la final de la Copa del Mundo en Italia, cuestión que tenía asegurada con anterioridad, siempre y cuando Argentina no llegara a la final del certamen planetario… lo que contra todo pronóstico sucedió”.

La trama narrada en el artículo estuvo maquinada por tres personajes: Nicolás Leoz, presidente de Conmebol; Oswaldo Domínguez Dibb, titular de Olimpia; y el peón de la jugada sucia, el árbitro Loustau. Leoz tuvo que renunciar a la presidencia de Conmebol y a su puesto directivo en la FIFA en el 2012, luego de que la justicia suiza le probara haber recibido sobornos. Hoy tiene orden internacional de detención, por parte de Interpol, por su bochornoso papel en el nuevo escándalo de las coimas.

Para los que no lo recuerden repasamos la historia. Las dictaduras del Cono Sur decidieron, en 1978, apoderarse del balompié sudamericano y candidatizar a la presidencia de Conmebol a Leoz, entonces muy allegado a Alfredo Stroessner, tirano de Paraguay. La dictadura ecuatoriana, muy obediente, llamó al entonces presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, Cesáreo Carrera del Río, y le ordenó votar por Leoz. Carrera alegó la independencia de la FEF por sobre los intereses políticos y se negó a cumplir.

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Su altiva postura le costó a Carrera del Río su detención. Los jueces obedientes de entonces le forjaron, en venganza, un juicio penal, del cual fue sobreseído pues se trataba de un dirigente honorable y sin mancha. Leoz perdió esa elección, pero más tarde amarró las votaciones y llegó a la tan anhelada presidencia.

Domínguez Dibb era conocido en Paraguay por su carácter atrabiliario. No tenía límites para conseguir sus objetivos bajo su lema de vida: “La gloria no tiene precio”. Para saber hasta dónde era capaz de llegar el expresidente de Olimpia vamos a reproducir unas declaraciones del centroatacante paraguayo Roque Santa Cruz, hechas en Inglaterra a la revista People: “Nuestro presidente estaba loco. Los salarios de los jugadores del Olimpia no eran depositados en nuestras cuentas bancarias, por lo que nosotros debíamos recogerlo en persona de las manos de él, Domínguez Dibb. Si jugabas mal tu último partido, él gritaba: ‘¡Qué es lo que quieres!’. Todo mientras miraba su rifle Kalashnikov ubicado en la esquina de su oficina. Los jugadores preferían esperar hasta que tuvieran un buen partido antes de irse a recoger su dinero. En una ocasión perdimos un clásico local. Más tarde, el presidente irrumpió en el dormitorio donde los jugadores dormían y efectuó varios disparos contra el techo”.

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Contra ese entorno mafioso debió luchar Barcelona. Cubilla narró: “Para la final en Guayaquil, con el 2-0 logrado en Asunción, hasta podíamos perder 1-0, y fue allí donde Loustau pagó el favor a la Conmebol por lo de Italia 1990 y nos dio una manito. Oswaldo (Domínguez Dibb, titular de Olimpia) lo presionó tan fuerte, incluso cuestionando su designación, a pesar de que sabíamos que él nos iba a favorecer. Los ingenuos directivos ecuatorianos imaginaron que entre Loustau y Oswaldo había un distanciamiento, pero las decisiones del réferi argentino de anular un gol legítimo al 9 de ellos (Manuel Uquillas), la no repetición del penal fallado por (Luis Alberto) Acosta con el adelantamiento de nuestro arquero (Ever) Almeida, también fueron clave en la conquista de nuestro segundo título”.

Extraño pero fácil de entender por la candidez y poca memoria de ciertos dirigentes. Dos de los actores del ‘robo del siglo’ en la historia de la Copa Libertadores fueron técnicos de Barcelona a temporada seguida: Cubilla en el 2007 y Almeida en el 2008.

Meza reflexiona en su artículo: “¿Qué tal? Para como están las cosas en el mundo del fútbol, partiendo por los cuestionamientos al propio presidente del ente rector del fútbol a nivel mundial, nada raro que sucedan estas cosas. Lo raro es admitirlo y que se haga público. Aunque sea una pequeña revancha que Cubilla –literalmente desde su tumba– quiso tomarse con el club al que guio a su gloria y reconocimiento internacional. Y hay que ver dónde hizo tamaña confesión: en la tierra que lo vio levantar una Libertadores en mala lid. En palabras de Cubilla, la confesión se dio porque la dirigencia del Barcelona lo trató muy bien –17 años no transcurren en vano– en su corta pasada como técnico del club durante el 2007. Cierro el libro de Luciano Wernicke. Miro al techo con una sonrisa socarrona y no puedo dejar de pensar que todo hombre tiene su precio”. (O)

Por la candidez de ciertos dirigentes, dos de los actores del ‘robo del siglo’ fueron técnicos de Barcelona a temporada seguida: Cubilla en el 2007 y Almeida en el 2008.