River-Boca debía ser, además de las semifinales de Champions, el tema de la semana. No lo mereció. Fue un partido ordinario entre dos adversarios que llevan la rivalidad a límites que desbordan lo deportivo y lo hacen caer en la grosería futbolística, casi en la estupidez. Juegan a ver quién es más macho, y se convierte en un amasijo de piernas furibundas que tratan de bajar al oponente y, si es posible, inferirle algún daño. Gago hace el ademán de que tiene frío para cargar a River (los de Boca se mofan de los de River tildándolos de pechos fríos)... Vangioni se tira en plancha a ver si puede lastimar a Gago (un corte, una distensión de ligamentos, algo...), Funes Mori arroja una patada voladora al pecho de Pablo Pérez que sería la envidia de Kung Fu... Y finalmente el uruguayo Carlos Sánchez le da un terrible puñete de atrás al mismo Gago que pasó inadvertido. Sánchez marcó luego el gol del triunfo riverplatense... de penal. O sea, en el momento en que debía estar duchándose, estaba festejando su obra goleadora.