Imposible olvidar el estallido de emoción y alegría que hace un cuarto de siglo sacudió al país cuando Barcelona fue el primer club ecuatoriano que clasificó a la final de la Copa Libertadores. Miguel Ángel Brindisi, DT torero en la épica actuación de 1990, revivió en una videoentrevista con EL UNIVERSO, su pasión al club y la era brillante que comandó. El entrenador argentino (64 años) también habló del 90º aniversario de los amarillos.

De las noches mágicas que protagonizó Barcelona en la Libertadores de 1990, ¿qué partido recuerda más?
Me dejó muy marcado lo que pasó en el Centenario (2-2 con Progreso, en octavos de final) cuando Jimmy Izquierdo hizo un gol de gran distancia. Recuerdo cómo le pegaba (a la pelota). La cancha era muy pesada, llovió y hacía frío. Los muchachos se comportaron como hombres; eso me marcó. Tengo presente el dolor, aunque sé que están con Dios, por Jimmy (murió en 1994) y Carlitos Muñoz (falleció en 1993). Muñoz fue el primer jugador que pedí (de refuerzo) cuando me fui a España (en 1991, a Unión Deportiva Las Palmas); lamentablemente, nunca lo tuve. Era uno de los jugadores más completos que dirigí. Era un monstruo.

El país, especialmente Guayaquil, vivió una locura cuando Barcelona se clasificó a la final al eliminar a River en el Monumental, por penales.
Todo era locura, celebración y euforia. Yo vivía en el Grand Hotel Guayaquil, con mi esposa, y recuerdo que cuando llegué (del Monumental) no podíamos entrar porque el festejo fue allí. Fue una fiesta impresionante. Entré a la habitación, me tiré en la cama boca arriba, miré al techo y le dije a mi mujer: ¡Lo que hemos logrado, lo que hemos logrado! Fue muy emotivo. Recuerdo que en el vestuario entrevistaban a Isidro Romero (el presidente amarillo) y un periodista le preguntó: ¿y ahora, presidente? Romero respondió: “Ahora me voy a emborrachar”. Eso nos causó una tremenda risa, fue muy gracioso. Fuimos muy felices.

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Muchos hinchas y periodistas creen que el Barcelona de 1990, pese a no ganar la final ante Olimpia (caída 2-0 en Asunción y empate a 2 en Guayaquil), es uno de los mejores equipos toreros de la historia, ¿qué opina usted?
No sería correcto que lo diga yo, porque no vi los procesos anteriores, pero agradezco a todos los que nos reconocen. En la vida lo importante es pasar y dejar algo, y si pasamos y dejamos este recuerdo y logramos el reconocimiento de la gente, hemos cumplido. De los hinchas también recibimos mucho afecto y confianza.

¿Qué peso tuvo Carlos Luis Morales para llegar a la final de la Libertadores de 1990?
Carlitos es un ganador. Lo fue siempre en la cancha y afuera, tenía liderazgo. Es un número uno porque entrenaba a muerte, aguantaba golpes, lesiones, e injusticias, como todos alguna vez en la vida. Le tengo un aprecio enorme.

¿Fue especial eliminar en esa Copa a Emelec en los cuartos de final (0-0 y 1-0)?
Lo de Emelec fue al todo o nada. Esa rivalidad existió, existe y existirá. ¿Qué habría sido si eliminábamos a Emelec y no pasábamos la otra ronda? ¿O si ellos nos eliminaban? Lo importante es que más allá de la eliminación del clásico rival, continuamos. Después de lo que conseguimos el resto (de futbolistas de Ecuador) se dio cuenta de que todo era asunto de mentalidad, de actitud. Que todo se puede, que depende de uno. Con el pasar de los años se animaron y ahora cuántos jugadores (ecuatorianos) hay en el extranjero. Me da muchísima alegría. ¡Cómo ha crecido el fútbol de Ecuador!

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¿Mantiene contacto con sus exdirigidos de hace 25 años?
Desde hace mucho tiempo con Jimmy Montanero y Carlos Luis Morales, pero a todos los tengo siempre en el recuerdo. Me dio mucho gusto, por ejemplo (saber), que Cevallitos (José Francisco Cevallos) es un posible candidato a la presidencia (de Barcelona) y que todos mis exjugadores, los que eran sus compañeros de esa época, lo acompañan ahora.

Si pudiera decir algo a sus exdirigidos, ¿qué sería?
Lo primero sería, gracias.

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Seré siempre un agradecido con ese grupo, incluyendo a los extranjeros (en la Copa Libertadores de hace 25 años los foráneos canarios eran los uruguayos Mario Saralegui y Luis Alberto Acosta y el argentino Marcelo Tobbiani). Para mí, lo de 1990 es como si hubiera sido ayer. Tengo un recuerdo permanente de ellos, de sus familias; el tiempo pasa y a veces trae nostalgia, pero en este caso me produce alegría tener estos recuerdos. Lo que viví en Barcelona está guardado en lo más profundo de mi corazón. Agradezco a la dirigencia, a la hinchada, a Guayaquil. Tengo recuerdos muy lindos que me gratifican a mí y a toda mi familia.

Usted jugó y fue campeón con Boca Juniors (1981), integró una selección candidata a todos los títulos, como la de Argentina (en el Mundial 1974), como DT ganó títulos con un club popular como Independiente, y en Ecuador dirigió al equipo más popular del país. ¿Eso último qué significó para usted?
Eso es ocasional. Todo técnico que llega a un equipo como Barcelona trata de hacer lo mejor. Mi llegada fue en el tiempo y en el lugar preciso. Dios quiso que estuviera ahí, que viviera tantas cosas lindas. Eliminamos a clubes de Uruguay, Argentina, lo que parecía algo imposible (en la Libertadores). Aún me emociona recordar el acceso a la final, cuando eliminamos a River Plate (en penales, tras triunfos 1-0 de cada cuadro en sus estadios). Dios me ayudó para poder estar ahí.

¿Recuerda cómo se dio su fichaje por Barcelona?
Fue por casualidad. Había salido de Guatemala (dirigió al Comunicaciones) y en Buenos Aires (en 1989) se encontraba Octavio Hernández (presidía la Comisión de Fútbol de los toreros). Barcelona estaba sin entrenador y un amigo, Carmelo Faraone (también DT), me presentó a Octavio y conversamos. Después la directiva decidió que me fuera para allá (Guayaquil).

¿Qué nos puede contar del campeonato que ganó con Barcelona en 1989?
Coronamos un título con cosas anecdóticas. Siempre cuento la forma en que fuimos a jugar (al Atahualpa). Fue sin público la final con Deportivo Quito. Para ir y abandonar el estadio abordamos los llamados trucutú (vehículos policiales antimotines, blindados), pero fue hermosa la coronación. Por el entusiasmo de la gente es imborrable el recuerdo del regreso a Guayaquil. En el avión me decían “no sabe profe lo que nos espera. La hinchada está festejando en las calles”. Aunque sabía que había euforia, que Barcelona era el más grande, el más popular, todo lo que me dijeron se quedó corto. ¡Había un mar de gente, no lo podía creer! Después ese equipo de 1989 fue ganando confianza, nos reforzamos y llegamos a algo que fue un orgullo para el fútbol de Ecuador con la primera clasificación a una final de la Libertadores.

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¿Volvería a Barcelona o es un capítulo cerrado en su vida?
Sí, es obvio que me gustaría (volver). Estuve cerca varias veces. Me llamaron y me tuvieron en cuenta, pero estaba trabajando y agradecí. Sería hermoso regresar. Es una asignatura pendiente volver a esa casa que tanto amo y que hoy está bien representada.

Si tuviera que definir en solo una palabra a Barcelona ¿cuál sería y por qué?
Diría grande. Eso es Barcelona y su gente. Yo recuerdo esa época cuando íbamos a jugar como visitantes y cómo era la convocatoria. Barcelona es el único club que puede trasladar gente y a través de los años esos que nos acompañaron se fueron haciendo multitud. No solo en Guayaquil, sino en todo el país, por eso es grande Barcelona. Ver lleno el estadio Monumental es como ver un monstruo. No tiene nada que envidiar a ninguno de los estadios de Europa. Para mí, es un orgullo haber tenido la posibilidad de estar cuando fue el estreno de la Copa América (Ecuador 1993). La verdad es un orgullo y le agradezco a Dios por haber vivido lo que viví en el momento justo, en el club más grande del Ecuador.

¿Es cierto que por estar tan identificado usted con Barcelona se negaba a ir a comer en la Parrilla del Ñato, o es una broma?
(Ríe a carcajadas) Yo jugué (en Huracán) con (Alberto) Cabaleiro (exdelantero de Emelec). Con él, que es un (hincha) azul a morir, nos reencontramos cuando llegué a Guayaquil, en 1989, y como bienvenida me llevó a comer allí. Luego me enteré de la rivalidad que había con Emelec y prefería ir a comer al Columbus, en Urdesa. Ahí iba muy seguido y no volví a la Parrilla del Ñato; ese era un hábitat de nuestros rivales y no de los barcelonistas.

Barcelona cumple en este 2015 un cuarto de siglo de haber llegado a su primera final de la Libertadores (la otra fue en 1998), pero el club también festeja nueve décadas de fundación.

¿Qué puede decir en este cumpleaños amarillo?
Quiero dar las gracias al club porque me abrió las puertas para trabajar y me permitió hacerme conocer a una familia como la barcelonista. Gracias también a los hinchas. Quiero desearles que en diez años, cuando sea el centenario, en el 2025, llegue a esa fecha lleno de gloria y de éxitos porque Barcelona es un grande. Que Dios los acompañe y que tengan todo el éxito del mundo. (D)

Siempre seré un agradecido con Barcelona. Al club lo recuerdo con mucha alegría y emoción. Lo amo y siempre le desearé lo mejor. Es como mi casa. Es un equipo grande.Miguel Brindisi, extécnico torero.