Jorge Barraza: En el Parque de los Príncipes, los reyes del toque

Tiqui taca en su máxima expresión, festival, “tómala vos, damela a mí, con los franceses nos vamo’ a divertir…”, lujos, golazos…Puede tener baches el Barcelona, falencias defensivas, desconcentraciones, lagunas que le duran un par de meses, o más. Pero el día que están inspirados sus intérpretes es una orquesta filarmónica. ¡Qué lindo suena…! Nadie toca igual, es un placer para la vista. Después de ver un lance tan prosaico como Atlético de Madrid 0 - Real Madrid 0, degustar la exhibición azulgrana ante el Paris Saint Germain es más que nada una comprobación: ese fútbol es distinto a todo. Los demás podrán ganarle y eliminarlo, hasta golearlo, como ha sucedido con el Bayern, pero nunca jugarán de esa manera. Ese preciosismo, ese amor por la excelencia y por la pelota está en el ADN Barça, en la mente de Xavi Hernández y Messi, es una idea madre, una consigna que anima el vestuario del Camp Nou, un dogma que preside la institución y cada nuevo que llega lo debe acatar o no cuaja. En ese club se juega así. Y no se discute. No es un estilo apenas, es una bandera. Luis Enrique no tiene nada que ver en esto. Él apenas tratará de no estorbar, de no romper ningún florero. La semilla la plantó Cruyff un día, la regó Frank Rijkaard, la abonó Pep Guardiola. Los otros que pasaron por allí, por respeto o temor, no quisieron tocar nada.El Porto, que sometió al Bayern 3 a 1, el Barcelona que logró igual resultado a domicilio ante el PSG en el Parque de los Príncipes y, por qué no, el Real Madrid, que aún empatando a cero se demostró a sí mismo que puede ser mejor que el Atlético, son los puntos altos de la doble jornada de ida en los cuartos de final de la Liga de Campeones.Los focos, no obstante, apuntan a París. Por la calidad del juego del vencedor y la contundencia del resultado, que debió ser más generoso. El gol parisino fue una simple casualidad, una pelota que no era complicada para Ter Stegen se desvió en un pie de Mathieu y descolocó al arquero. Autogol. En la Ciudad Luz el iluminado fue el Barça. De la mano de sus tres tenores dio un recital que los hinchas franceses no olvidarán pronto. Fue una exhibición a fuego lento, sin apuro, caminando, como sin urgencias por la victoria. No buscó los goles, los fue encontrando, fueron llegando como decantación de su juego fantástico de toque, rotación, toque, posesión, desmarque, toque, cambio de frente, pique al vacío, toque, siempre toque. Un show de bola, como dicen en Brasil. Lo sufrió el anfitrión Paris Saint Germain. A sus jugadores les cabe el privilegio de haberlo visto de al lado, y la disculpa de que, cuando juega así, el Barcelona les gana a todos, no es un problema del PSG ni una falla táctica de Laurent Blanc, a cualquier entrenador le sucede frente a este equipo. Puede pasar que te de un baile memorable en tu propia casa.Messi abrió la lata (como siempre, marcando o gestando el primer gol, el que da tranquilidad, confianza y espacios). Puso una asistencia perfecta para Neymar, que definió bien y ahí mismo pareció que quedaba sentenciado el resultado, dada la superioridad, sobre todo la autoridad catalana en el manejo del trámite, que se terminó de cerrar con dos goles antológicos de Luis Suárez, por si alguien aún abriga alguna duda de que es un jugador descomunal, un delantero de cualquier época. Ya le había robado una pelota a David Luiz en la puerta del área, esquivó a Marquinhos y sacó un tiro que se fue alto. Avisó. Luego hizo una jugada monumental. Era él solo contra tres. Dominó y entró al área, metió un caño delicioso a David Luiz, enganchó hacia adentro e hizo pasar de largo a Marquinhos, se le vino con todo Maxwell, frenó y lo aguantó con la zurda mientras preparaba la derecha para el disparo final al gol. Tremendo golazo a lo Suárez, en solitario contra toda la defensa, su gran especialidad.El segundo suyo fue una pared larga con Mascherano (buena devolución), cuando le llegó el balón vio por el retrovisor que venía embalado David Luiz y pum, otro túnel magnífico y se fue solo contra el arquero, el pobre Salvatore Sirigu que no pudo salvar nada. Suárez sacó una bomba al ángulo. Impresionante definición. Era el delantero que reclamábamos para el Barcelona desde hace años, el crack que no perdona, la carta brava para los partidos importantes. Extraordinario atacante, una pena que no lo veremos en la Copa América.El gol en contra de Mathieu le da un hálito de vida al PSG de los petrodólares. Que contará con Ibrahimovic y Verratti en la vuelta. Pero si el Barça juega igual los retornos son meros detalles. La lesión de Thiago Silva en el PSG le hace un lugar en la zaga a David Luiz (anoche no habrá podido dormir pensando en Luis Suárez). Siempre que su equipo va perdiendo, David Luiz toma la lanza y se va arriba buscando la heroica, pero deja atrás ciertos agujeros colosales. Y llegan los goles contrarios. Le pasó en el Mundial ante Alemania, en la ya histórica tarde del 7 a 1. David Luiz nos refresca el recuerdo de “Patota” Morquio, un zaguero uruguayo que jugaba en Huracán, muy intrépido él. Si Huracán tomaba un gol, allá iba Morquio a jugar casi de “9”. Y en algún momento llegó a figurar en la tabla de goleadores. La gente del Globo lo quería. Pero Huracán recibía cantidades de goles y Morquio no estaba para evitarlos. EL MADRID SE VA SATISFECHO No convertir goles de visitante es un problema con este tipo de definición. Es la inquietud que le queda a Carlo Ancelotti de cara a la revancha en el Bernabéu. Pero por el juego debe estar satisfecho; por primera vez en muchos clásicos el Madrid superó en el trámite al Atlético. Y esto habla bien del entrenador italiano. Supo encontrarle la vuelta a la supremacía que siempre le establecía el cuadro colchonero en la mediacancha. No obstante, no está cerrada la llave. Simeone estará elucubrando la revancha. El Atleti no es de entregarse.Gareth Bale sigue sin justificar los 100 millones de euros que se pagaron por él (¿cuánto vale Suárez entonces…?).Consagración del arquero esloveno Jan Oblak ante el gran público internacional. Paró cuatro pelotas bravas que iban adentro, dos de ellas a James Rodríguez. Los arqueros actuales ratifican día tras días que son inmensamente superiores a los de hace treinta o cuarenta años.

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