Hojeando viejos libros de fútbol encontramos una foto preciosa, con el sabor nostálgico y delicioso del blanco y negro. Es del 21 de junio de 1959: siete jugadores del Santos y Botafogo posan sonrientes en el césped del Riazor, antes de disputar la final del célebre trofeo Teresa Herrera, en La Coruña, que ganaría el Santos al imponerse 4-1. Aparecen Garrincha, Nilton Santos, Zagallo y Didí, de Botafogo, Zito, Pelé y Pepe, del Santos. ¡Siete campeones del mundo...! ¡Toneladas de fútbol...! Los siete se habían consagrado mundialmente el año anterior en Suecia. Y por ahí andaba correteando Coutinho, que marcó un gol ese día. Una constelación de astros en apenas dos equipos.

¡Cuánto talento reunido...! Solo el fútbol brasileño fue capaz de juntar en el rectángulo tal pléyade de estrellas, todos artistas del balón, cultores de un preciosismo futbolero jamás igualado. Miramos la foto una y otra vez y nos preguntamos: ¿qué le pasó al fútbol brasileño...? ¿Cuándo comenzó a caer hasta llegar a este presente desteñido, común, de juego decididamente feo y no ganador...? Porque el humillante 1-7 ante Alemania es el nadir de su declinación, pero hace años viene en descenso. Primero eran leves percepciones de ciertos desperfectos, ruidos extraños, luego fue perdiendo altura y ahora es un avión en picada. Su encanto fue desapareciendo progresivamente. Aún queda algún periodista despistado que, tras alguna victoria, habla de “carnaval carioca”. Hace tiempo perdió la alegría, la vocación ofensiva y la habilidad que deslumbró al mundo; lo que era su máximo tesoro: su estilo. Un crimen de lesa fútbol. Ahora los brasileños parecen alemanes, y viceversa.

“No sabemos lo que somos ni para dónde vamos”, escribió con crudeza Tostao en su columna de Folha de Sao Paulo. “Hace casi veinte años –dice el viejo genio–, fui entrevistado por un investigador alemán que, en colaboración con la Universidad Federal de Minas Gerais, hacía un trabajo sobre las razones de la gran habilidad y creatividad de los jugadores brasileños. Ni él ni nadie imaginaría el 7-1 del último Mundial, ni que Alemania tendría hoy 7 jugadores entre los 23 nominados al Balón de Oro en tanto Brasil solo tiene uno (Neymar). Una de las conclusiones de aquel trabajo era que la fantasía brasileña surgía en la infancia, en los campos de tierra, en el juego despreocupado con la pelota, sin reglas ni profesores. Los grandes talentos, en todas las áreas, son los que siguen jugando, con seriedad”.

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Según cable de France Presse, el último campeonato brasileño registró una asistencia media de 16.557 espectadores, por detrás de países donde el fútbol es un fenómeno reciente como EE.UU., China o Japón. Con 202 millones de habitantes y tanta tradición, Brasil apenas llegó a un tercio de los boletos vendidos en la Bundesliga. Incluso está lejos de Argentina, séptimo en el mundo y primero de Sudamérica. Hay coincidencia sobre la razón principal: los malos espectáculos, la falta de figuras, de talento y de técnica.

Brasil tiene hoy un solo futbolista de élite, Neymar (todavía más grande desde la comercialización que desde el juego). Antes, cada equipo reunía tres o cuatro cracks. Y armar una selección era un dolor de cabeza para los técnicos por las muchas figuras que debían quedar afuera. El propio Neymar abrió el paraguas hace poco alertando que “tal vez nunca alcance el nivel de Messi o Cristiano Ronaldo... Lo veo complicado”. Se va dando cuenta y se pone a salvo de presiones.

La pregunta del millón es por qué no aparecen estrellas como antes. Celso Unzelte, periodista e historiador paulista, da una explicación: “Nuestros chicos están perdiendo el gusto por el juego desde edad temprana. No hay más espacios para jugar fútbol, hay nuevas opciones de ocio, como los videojuegos, y nuestros clubes se han mostrado incompetentes en su política de adquisición de nuevos valores, con técnicos que priorizan jugadores destructores sobre los creadores. No es de extrañar que por primera vez jugáramos una Copa del Mundo (¡en casa...!) con nuestros principales jugadores actuando desde el medio del campo hacia atrás y con un solo crack, Neymar. ¿Cuándo antes la selección de Brasil era equipo de una estrella sola...? Es urgente rescatar nuestros valores como filosofía de fútbol”.

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Y no es solo un problema de actores, tampoco aparecen entrenadores de prestigio. Son siempre los mismos seis o siete que rotan de un club a otro. Muricy Ramalho, Tite, Oswaldo de Oliveira, Vanderlei Luxemburgo, Abel Braga, Cuca... Van de Palmeiras a Cruzeiro, de Cruzeiro a Vasco da Gama, de Vasco a Gremio y así... Cambian ellos, el juego no.

Visto de afuera, una de las causas de la pauperización del juego en la patria de Pelé y Garrincha podría ser la proliferación de preparadores físicos en la función de técnicos. Comenzó con Parreira a principios de los 70, luego fueron sumándose Claudio Coutinho, Sebastiao Lazaroni, Paulo Autuori, Antonio Lopes, Carlos Alberto Silva, Ney Franco y tantos otros. El profesional de lo físico es más planificador, más puntilloso en lo atlético y disciplinario, aunque tal vez no tenga la sensibilidad de quien fue futbolista, no entienda del mismo modo al jugador ni priorice la técnica o talento.

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Tampoco es una cuestión de selección apenas, los clubes están mal, cada vez les cuesta más sobresalir en el ámbito continental pese a manejar presupuestos veinte veces mayores que sus competidores de los países vecinos. El 4 de mayo del 2013 el fútbol brasileño vivió una noche de pesadilla. En el término de 3 horas, cuatro de sus equipos fueron eliminados en octavos de final de la Libertadores. Universidad Católica (Chile) venció 1-0 a Gremio en Santiago, Cruzeiro cayó en Belo Horizonte 0-2 con Once Caldas, Libertad goleó 3-0 a Fluminense en Asunción e Internacional perdió 1-2 con Peñarol en Porto Alegre. Increíble e imaginable. Un récord que tal vez nunca se supere y a la vez una muestra inquietante del declive del fútbol pentacampeón del mundo.

¿Qué puede pasar con Brasil en la próxima Eliminatoria...? Chico Maia, reconocido periodista de Belo Horizonte, traza un panorama desalentador: “La selección retrocedió al apostar de nuevo por Scolari, un técnico anticuado. Mano Menezes estaba encontrando al equipo para la Copa del Mundo y lo sacaron. Para peor, tras el fiasco en el Mundial y el 1-7 contra Alemania, la CBF, que ya no tiene credibilidad, se equivoca otra vez, ahora con Dunga, cuando había opciones infinitamente mejores, como Marcelo Oliveira, técnico de Cruzeiro, actual campeón del torneo, la mejor aparición después de Telé Santana”.

Arrancó la Libertadores y los únicos dos brasileños que enfrentaron a extranjeros fueron Atlético Mineiro, que sucumbió ante Colo Colo 2-0 y el Inter, perdidoso ante The Strongest por 3 a 1 (debió ser, mínimo, 6 a 1). Aquella foto de los siete cracks se pone cada vez más amarillenta... (O)

Y no es solo un problema de actores, tampoco aparecen entrenadores de prestigio. Son siempre los mismos seis o siete que rotan de un club a otro.