Vincenzo Nibali, que este domingo ganó el Tour de Francia, es el nuevo héroe de un ciclismo italiano en crisis, en el que reivindica la tradición ofensiva y romántica de los antiguos ídolos de su país.

Con el Tour-2014, el 'Tiburón de Messina' completa el triplete de las grandes, tras haber ganado antes la Vuelta-2010 y el Giro-2013, entrando a formar parte de un selecto club en el que están Anquetil, Gimondi, Merckx, Hinault y Contador.

Desde la victoria en el Tour de 1999 del fallecido Marco Pantani, Italia buscaba un ciclista de clase al que aferrarse. Lo ha encontrado 15 años después, tras el desengaño que supuso que sus niños mimados (Ricco, Salvodelli, Pellizotti, Di Luca, Basso y Scarponi) cayeran de forma sucesiva en el dopaje.

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Nibali, un hombre de ataque, demostró en el Tour su hambre, con un botín de cuatro etapas además de la general.

"Siempre me ha gustado atacar, no soy rápido al esprín, no tengo otra opción", argumenta a menudo el ciclista de 29 años, cuyo lema es "el riesgo de perder una carrera es a veces la mejor manera de ganarla".

"No hay datos científicos, el instinto es importante. Como dice Leonardo Da Vinci, la teoría no es suficiente, hace falta tener corazón y coraje", añade.

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Nibali es un corredor a la antigua, cuyo primer contacto con el ciclismo fueron las viejas cintas que veía en la tienda de alquiler de vídeos que tenían sus padres Salvatore y Giovanna.

En un excelente momento de forma en el Tour, ha demostrado el punto de madurez y la suerte necesaria para salir indemne de una durísima prueba que se cobró en las primeras jornadas a dos de sus favoritos: Chris Froome y Alberto Contador.

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Sólido en el pavés del Norte, irresistible atacando en la montaña, fiable en los descensos y seguro en la contrarreloj, Nibali ha adornado su triunfo con algunos momentos para la historia, como su triunfo en Hautacam.

"Quería dejar mi huella en los Pirineos", dijo este romántico cuyos héroes son Francesco Moser y Marco Pantani.

La madre de este último le entregó algunos de los maillots amarillos ganados por su hijo. "Si todo va bien, le devolveré alguno de los míos", dijo Nibali a mitad del Tour.

Suceder en el palmarés al 'Pirata', que murió hace diez años debido a una sobredosis, es "un honor" para Nibali, pero a diferencia de su ídolo, lo hará como un símbolo del nuevo ciclismo, de la lucha por un deporte limpio.

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Su ascensión lenta pero segura desde sus comienzos como profesional a los 20 años se alejan de las explosiones inesperadas que levantan las sospechas de la opinión pública.

Pero como es habitual en el ciclismo profesional, no se pueden evitar los interrogantes. Su director deportivo es Giuseppe Martinelli, el hombre que dirigió a Pantani en el Mercatone Uno, y el director de su formación es Alexandre Vinokourov, que en su época como ciclista fue suspendido dos años por dopaje.

"Tengo una buena relación con Martinelli. Gracias a él pude fichar por Astaná, un equipo que ha invertido mucho en el grupo italiano para ganar credibilidad", explicó, recordando que también ha mantenido a su entrenador de siempre, Paolo Slongo.

"En el pasado se cometieron errores, por parte de mucha gente, hace falta dejar el pasado, dar espacio a los jóvenes que tienen la voluntad de cambiar. Existen controles aleatorios, el pasaporte biológico... No se puede decir que el ciclismo no ha cambiado, estamos en un ciclismo mejor. Sin todo esto, yo no estaría aquí", añadió.

Cuando aceptó en 2013 la oferta de Astaná (cerca de 4 millones de dólares por temporada), este siciliano rompió el corazón de muchos 'tifosi'. Un año después vuelve a ganar su cariño con el primer triunfo italiano en el Tour en tres lustros.